La vivienda que comparten Pablo Iglesias e Irene Montero en una urbanización de chalés en Galapagar (Madrid) ha sido en las últimas jornadas uno de los escenarios de las protestas contra el Gobierno por su gestión durante la crisis del coronavirus.
A pesar de ser el primer importador de los escraches a la política española, hace una década, el propio Iglesias condenaba este martes las manifestaciones de protesta ante su domicilio en los últimos días, y sufridas también por el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, ante su vivienda.
Las críticas que ahora esgrime el líder de la formación morada contra este tipo de marchas contrastan con la postura que mantenía años atrás. En noviembre de 2012, el hoy vicepresidente del Gobierno afirmó en su programa de televisión La Tuerka que "a muchos policías se les debería caer la cara de vergüenza cuando, en lugar de defender a la gente, se convierten en matones al servicio de los ricos".
Sin embargo, ahora Iglesias avisa de que si se generalizan los escraches que estos días está llevando a cabo "gente de derechas" contra algunos miembros del Ejecutivo, no se sabe "donde pueden acabar". Es más, que lo próximo pueden ser concentraciones "de gente de izquierdas" frente "al apartamento" de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o la casa del líder de Vox, Santiago Abascal.
Junto a la casa en la que viven el vicepresidente segundo del Ejecutivo en coalición del PSOE y de Unidas Podemos y la ministra de Igualdad se han dado cita vecinos de la zona concentrados para extender las caceroladas iniciadas hace una semana en el barrio de Salamanca del centro de Madrid, reclamando la dimisión del Gobierno.
Ante esta situación, la Guardia Civil reforzó este pasado martes el dispositivo de seguridad desplegado habitualmente en las inmediaciones del inmueble. Si por lo general suelen vigilar la casa una pareja de agentes de la Benemérita resguardados en una garita que les fue habilitada hace poco más de un año, estos últimos días hasta cinco vehículos del Instituto Armado han estado custodiando el lugar.
Los agentes han colocado vallas y limitado el acceso a la calle únicamente a los residentes en la vía. A todos los demás que quisieran pasar por allí durante los paseos vespertinos, los guardias les obligaban a dar un rodeo para evitar aglomeraciones en la calle, una de las medidas preventivas para evitar el contagio social durante el estado de alarma.
Hace pocos años, el hoy vicepresidente opinaba que los escraches "no son más que el jarabe democrático de los de abajo contra los de arriba, contra la gentuza". Ahora, la Guardia Civil ya no forma parte de "los matones", sino que es responsable de garantizar la seguridad en el perímetro de la vivienda de Iglesias y Montero, un cometido ya asignado antes de la declaración del estado de alarma.
Siguiendo la convocatoria en redes sociales para una 'cacerolada' a las 21.00 horas, varias decenas de personas se han concentrado en los últimos días frente al chalé de esta urbanización de lujo ataviados con banderas de España y haciendo sonar el himno nacional.
Más tarde, en una entrevista en La Sexta, el vicepresidente señaló que en lo que a él respecta no se queja, porque "a la política hay que venir llorado de casa".