El primero en afearle lo que viene ocurriendo en los últimos días fue Laurentino Ceña. El que era, hasta el pasado martes, Director Adjunto Operativo (DAO) de la Guardia Civil le exigió explicaciones por el cese fulminante del coronel Diego Pérez de los Cobos en la noche del pasado domingo. También por las injerencias políticas de las últimas horas en el Instituto Armado. Le quedaban apenas un par de semanas para jubilarse, pero decidió adelantar su partida. Al marcharse, le pidió a los suyos responsabilidad para defender la institución. Les dijo que "nunca se había visto algo así".
El segundo en hacerle ver el sentimiento en el seno del cuerpo fue el número tres de la Benemérita, el segundo en el escalafón operativo, el jefe del Mando de Operaciones, teniente general Fernando Santafé Soler. Durante la habitual reunión que los altos mandos mantienen por videoconferencia durante la crisis sanitaria del coronavirus, Santafé, 64 años, a 12 meses de jubilarse, pidió la cabeza de María Gámez, la directora general, por permitir el cese de De los Cobos en la noche del pasado domingo.
Le dijo que dimitiera por no defender a su equipo y por las noticias que se han conocido en los últimos días, todas ellas relacionadas con supuestas "injerencias políticas" en una investigación judicial.
Santafé acabó apartado este pasado miércoles, como sus anteriores compañeros y antecesores, asumiendo en este caso un destino relativamente apacible a la espera de la jubilación. Fue apartado ante lo que desde el Ministerio del Interior se empeñan en definir como una remodelación de la cúpula y en el el Instituto Armado perciben como un reflejo de las intromisiones en las últimas jornadas.
Muchos en el seno del cuerpo hablan con cierto estupor de la inacción -pretendida o no- de la máxima responsable de la Guardia Civil, que ha visto pasar por delante las decisiones por delante sin hacer nada al respecto.
Precisamente esta semana, María Gámez ha estado en el punto de mira de la mayor crisis en la Benemérita desde la huida de Luis Roldán en 1994. En menos de 72 horas, Gámez se ha desprendido de tres pesos pesados dentro del que supuestamente era su círculo de confianza.
Tres profesionales de prestigio contrastado y que han sido barridos en menos de tres días, un poco al más puro estilo 'Bloody Mary', apodo con el que se conocía a la hija del rey Enrique VIII, que trató de derogar la Reforma anglicana, iniciada durante el reinado de su padre. Las ejecuciones de aquella reina marcaron la restauración del catolicismo en Inglaterra e Irlanda. En ese proceso de vuelta al catolicismo en pleno siglo XVI, las autoridades ejecutaron a numerosos protestantes. A aquel fenómeno se le denominó como 'persecuciones marianas'.
Los colegas de María Gámez le afean que no haga nada por evitar lo que está ocurriendo, por proteger al cuerpo y a los suyos. En Interior afirman que todo es parte de una remodelación anticipada, por estar pactada ya antes. Otros advierten ya con indignación el modo en que se están sucediendo las cosas en la cúpula del cuerpo. Cambios sin rango militar cuando, por una suerte de acuerdo tácito, aquellos con mayor jerarquía, antigüedad y tradición les corresponde al que le correspondía al DAO alfrente del cuerpo.
La inacción
Ese tipo de cambios no resultan nada habituales en el Instituto Armado, donde siempre hasta ahora se respetaba el escalafón de la antigüedad.
Todo ello guarda relación con el fulminante cese del coronel Diego Pérez de los Cobos, jefe de la Comandancia de Madrid, tras negarse a facilitar a altos cargos del ministerio informes solicitados por la jueza a los investigadores de la Policía Judicial. Esos informes tenían que ver con la actuación del gobierno de Pedro Sánchez durante el 8-M, a las puertas de la explosión de la pandemia del Covid-19.
"Es una investigación delicada para el Gobierno y tenemos que conocer lo que la Guardia Civil está entregando a la jueza". Ese fue el motivo que la directora general del instituto dio al coronel Diego Pérez de los Cobos al comunicarle la decisión "de la cúpula del Ministerio" de cesarle
El domingo por la tarde Gámez llamó al coronel el general José Antonio Berrocal, uno de sus superiores inmediatos. Quería preguntarlea si sabía algo sobre las diligencias, a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, que habían entregado recientemente los investigadores al juzgado. Pérez de los Cobos le contestó: "No lo sé". Al Ministerio había llegado la noticia de la entrega de un informe de los guardias civiles a la jueza. Era una primera parte del atestado cuyo contenido desconocía, y eso les preocupaba.
De hecho, tras esa información la jueza ha decidido las primeras citaciones. El jefe de la comandancia recibió acto seguido una segunda llamada, esta vez de un superior de Berrocal. Y la misma pregunta: "¿Sabes qué han entregado?". Y la misma respuesta, con la explicación añadida sobre la advertencia hecha por la instructora. Y un paso más: "¿No te puedes enterar el contenido?".
El coronel marcó entonces su futuro: "Le contestó que no y que tampoco se lo iba a preguntar a sus hombres". La tercera llamada fue ya la de María Gámez, la directora general de la Guardia Civil. Era para comunicarle su cese. 24 horas después de saberse la noticia, Laurentino, en la mañana del martes, decidió presentar su dimisión. Mientras tanto, en las últimas horas, varias asociaciones han pedido responsabilidades a la máxima representante. Incluso la dimisión.
La hija del farero
Gámez jamás olvidará los años que pasó en el faro del puerto de Estepona. Allí fue muy feliz. En su mente tiene grabada la sala de máquinas, el patio por el que accedía a aquella instalación -que a la postre era su casa- o el pequeño huerto que había a un lado. Era su particular ‘cuartel’, donde soñaba con llegar muy lejos en la vida.
Tampoco olvida que eran 89 los escalones que tenía que subir para divisar toda la costa de Málaga desde lo alto de su hogar. A sólo unos metros del mar, ese que a veces batía con bravura las rocas que aún hoy sostienen el faro de Estepona, la pequeña María correteaba despreocupada junto a sus diez hermanos. Ella fue la última en nacer de los once vástagos (ocho niñas y tres niños) que tuvieron Antonio, farero de profesión, y Carmen, ama de casa.
Gámez se convirtió el pasado mes de enero en la primera mujer al frente de la dirección general de la Guardia Civil, una institución con 175 años de historia. Hasta la fecha, siempre había estado bajo el mando de un hombre. Hasta la fecha, era la delegada del Gobierno en la provincia de Málaga.
Noticias relacionadas
- Marlaska continúa con la purga: cesa el teniente general Santafé, número tres de la Guardia Civil
- Marlaska cesa a De los Cobos por "no informar" de la investigación judicial sobre el 8-M al Gobierno
- El caso único de María, la jefa de la Guardia Civil: un anónimo pagó el colegio de la hija del farero pobre