Se abre el telón. Aparece un chaval de 28 años con traje y corbata al que acaban de nombrar director de Diario 16. Cae el telón.
Se abre el telón. Aparece el mismo hombre, ahora con 68 años, vistiendo tirantes. Dirige EL ESPAÑOL. Entre ambas escenas, 40 años como director de periódicos, cerca de 14.000 portadas que interpretan el día a día de la historia de España al son de su batuta.
Cuarenta años dan para una dictadura como la de Franco, para un reinado como el de Juan Carlos I, para una travesía en el desierto como la de Moisés en busca de la Tierra Prometida y para una carrera como la de Pedro J. Ramírez.
Sus periódicos han contado la Transición, la consolidación de la Democracia y la crisis del régimen constitucional, y han radiografiado a siete presidentes del Gobierno, de Adolfo Suárez a Pedro Sánchez, en una búsqueda permanente del contrapunto a la versión oficial de los hechos. Lo mismo cabría decir en relación a los poderes económicos.
Por el camino, decenas de casos de corrupción levantando los faldones al poder para airear sus entresijos: de Filesa a Ibercorp, de las escuchas del Cesid a los fondos reservados, del asesinato de Lasa y Zabala a la trama de los GAL, del 11-M a Nóos, de los SMS de Bárcenas a Corinna.
Periodismo incómodo que le valió la persecución de personas poderosas, a derecha e izquierda, incluido el intento de su asesinato civil con cámara oculta. Felipe González logró sacarlo de Diario 16 y Mariano Rajoy de El Mundo.
"Hasta el último día"
El día que en Unidad Editorial le comunicaron que tenía que hacerse a un lado, convocó a la redacción y confesó que hubiera estado dispuesto a seguir siendo director no unos años más, no unas décadas más: "Hasta el último día de mi vida". Optimista por naturaleza, en su discurso evocó al inmarcesible Montanelli, que pasó los 90 en plena forma.
Empezó con rotativas escupiendo ejemplares que se vendían a 25 pesetas y hoy dirige un nativo digital, pero sus periódicos han tenido las mismas señas de identidad. Investigación, búsqueda de exclusivas, obsesión por innovar, conjugación de todos los géneros periodísticos, pluralidad en los opinantes y una presentación a la americana inspirada en algunos de sus referentes, como The New York Times, The Washington Post, The New Yorker, Esquire o Time.
Nunca le importó ir a contracorriente cuando creía que tenía la razón
Nunca le importó ir a contracorriente cuando creía que tenía la razón. Si se podía incorporar el color a la información, se introducía. Si podía publicarse los siete días de la semana en un momento en el que las asociaciones de la prensa habían okupado los lunes, adelante, nos veremos en los tribunales. Si la paginación se quedaba corta para atender todos los gustos de los lectores, allá van los suplementos. Si el mundo digital amenazaba el papel, ahí tenéis Orbyt, una plataforma digital con contenidos de pago.
Ya lo dijo en su discurso de presentación de EL ESPAÑOL recogiendo las palabras de Tácito a las que ha recurrido una y otra vez en cada cruce de caminos: "Es poco atractivo lo seguro; en el riesgo está la esperanza".
El inconformismo y la búsqueda de talento son otras características definitorias del periodismo tal y como lo entiende Pedro J. Cuentan de Harold Evans, director de The Sunday Times, que intentaba reclutar a personas talentosas allá donde iba: en fiestas, en presentaciones de libros, en la cancha de squash que frecuentaba, en las conferencias a las que asistía. Ése es Pedro J.
Siempre ha dado igual que su periódico haya ido bien; podía ir mejor. Que sus periodistas hayan sacado una gran historia; se podía haber contado de una forma más atractiva. Ha exprimido a sus redactores durante cuatro décadas para sacar lo mejor de ellos. Unos no se lo perdonarán nunca, otros se lo agradecerán siempre.
Volcado en cuerpo y alma en su profesión, Pedro J. ha burlado a Chronos para leer de forma compulsiva y escribir una decena de libros. Los últimos, El primer naufragio, dedicado a la Revolución Francesa, y La desventura de la libertad, sobre las postreras bocanadas del Trienio Liberal. La Historia es una de sus grandes pasiones, y junto a la filosofía, la literatura, la música, las artes y la cultura en general, ha marcado su vida, que es como decir su Carta del director dominical.
"Siempre seré periodista"
Con ocasión de su trigésimo aniversario como director, sus compañeros le rindieron un pequeño homenaje. En la acristalada Sala de Juntas de la Avenida de San Luis hubo tarta y botellas de cava. "No sé cuánto me queda de director", enfatizó, "lo que sí sé es que siempre seré periodista", lo cual entronca con su máxima de que el periodismo no es un oficio, sino una forma de vida.
Tras las felicitaciones quiso aclarar que recibía los aplausos igual que el maestro de orquesta, en representación de todos sus músicos. Y músicos, en su permanente obsesión por hacer acopio de los mejores, ha tenido a Casimiro García Abadillo y a Pedro G. Cuartango, a Juan Carlos Laviana y a Miguel Ángel Mellado, a Melchor Miralles y a Jorge Fernández, a Iñaki Gil y a John Müller, a Benigno Camañas, a Ángel Ibáñez y a Jesús Maraña, a Fernando Baeta y a Lucía Méndez, a José Luis Gutiérrez, a María Peral, a Fernando Garea, a Victoria Prego, a Antonio Rubio y a Manuel Cerdán, a Fernando Lázaro, a Eduardo Inda, a Ricardo, a Gallego y Rey, a Manuel Hidalgo, a David Gistau, a Raúl del Pozo y a Federico Jiménez Losantos, a Fernando Sánchez Dragó y a Arcadi Espada; en fin, a Paco Umbral.
Imposible mencionar a todos. Sería necesario recurrir a los títulos de crédito de una superproducción de Hollywood, en los que no deberían faltar redactores gráficos, jefes de diseño, maquetadores, documentalistas, secretarias de Redacción...
"No sé cuánto me queda de director, lo que sí sé es que siempre seré periodista", enfatizó en su 30º aniversario como director
Ahora bien, tal es su impronta que cada cabecera que ha dirigido ha sido rebautizada espontáneamente en la calle y en la profesión como "el periódico de Pedro J.". Se diría que él nunca ha cambiado de periódico.
Cada día de estos cuarenta años ha examinado a sus periodistas y él se ha examinado ante ellos. Su capacidad de persuasión le ha permitido gobernar a un grupo heterogéneo de hombres y mujeres con convicciones e ideas propias. Y a la hora de la verdad, un tino para titular difícilmente superable, calculando las matrices al milímetro para cuadrar el verbo en la portada.
No hay personaje relevante del último medio siglo al que no haya tratado, entrando a su terreno, como dicen los toreros que debe hacerse para dominar a la bestia. Codeándose y a codazos. La intuición, la astucia, el olfato, el sentido pragmático de un Mirabeau para tender puentes entre lo ejemplar y lo posible.
El periodista más influyente del país. Acaparador de micrófono en tertulias de radio y televisión. Polemista y orador brillante. Con el dardo en la palabra, hablada y escrita.
Reinventándose a sí mismo, tras una vida en analógico ahora está en domar "el potro salvaje de la tecnología". Se ha encarnado en león para seguir siendo fiel a su trayectoria: indomable, libre, independiente, vigilante, combativo... a la busca del mejor periodismo posible.
Han pasado 40 años. Y no cae el telón.