"Es como ver la muerte y saber que debes acudir a su encuentro. No tienes la capacidad de evitarlo", dicen quienes custodian a Sebastián Santiago Heredia. Natural de Coín (Málaga), tiene 35 años, mide 1,84, pesa 90 kilos de puro músculo y es famoso por sus ataques a los funcionarios.
La primera vez que entró en prisión fue hace 15 años, por un simple robo con fuerza. No ha vuelto a salir a la calle desde entonces. Tras aquel primer ingreso ha ido encadenando una condena tras otra por agresiones a los funcionarios de las prisiones en las que ha estado encerrado. Encerrado en el módulo XV de la prisión de Puerto III, del Puerto de Santa María (Cádiz), hace unos días protagonizaba una nueva y brutal agresión.
La sensación generalizada es que nadie ha podido con él. Ahora los trabajadores de Instituciones Penitenciarias le tienen catalogado como uno de los 10 presos más peligrosos de España. Es un tipo "al que le da igual la vida", explican trabajadores de la cárcel.
"Nos tiene un odio especial. Dice que quiere matar a todos los funcionarios. Ya ha lesionado a decenas de compañeros. Ha prometido matarnos uno a uno, y un día lo va a cumplir. Ojalá me equivoque, pero un día pasará", declara a EL ESPAÑOL uno de los funcionarios de la prisión.
Heredia fue trasladado a la prisión del Puerto para asistir a un juicio que tenía pendiente en Cádiz por el atentado y las amenazas a funcionarios que perpetró precisamente en esa misma cárcel en 2017. Cuando le intentaron sacar de la celda la emprendió a patadas y puñetazos contra todos. Cuatro trabajadores resultaron heridos de diversa gravedad y tuvieron que ser atendidos en la enfermería.
Nada más bajarlo de la furgoneta de la Guardia Civil echaba espuma por la boca entre amenazas e insultos hacia quienes le llevaban esposado. Nada más retirarle las esposas se abalanzó sobre los funcionarios. Según testigos presenciales, tuvieron que emplearse a fondo para reducirlo y atarlo a una cama de sujeción mecánica, habilitada para estos casos de agresividad.
Cristales y pinchos
Era la tercera vez que se intentaba celebrar ese juicio. El interno siempre se niega a salir de su celda en la cárcel de Albocàsser (Castellón) para prestar declaración por videoconferencia. Y para evitar que le sacaran de su habitáculo se pertrechaba allí transformando en un objeto peligroso cualquier cosa que estuviera a su alcance.
Dicen de él que se atrinchera en la celda con cristales, sillas, mantas, todo lo que pilla. Que convierte su estancia en un campo de minas, vertiendo al suelo agua, lejía, yogures, aceite, toda clase de líquidos resbaladizos para obstaculizar el paso a quienes entran para doblegarle.
Heredia llegó incluso a colocar su propio colchón como una especie de barrera, en mitad de la estancia. También en otro ataque de ira arrancó las cámaras de vigilancia e incluso llegó a subirse a una mesa para arrojarse sobre quienes trataban de reducirle.
A los funcionarios les produce un miedo atroz. Supone, para ellos, una auténtica pesadilla. Denuncian que los recursos para controlarle son nulos. En cuanto le quitan las esposas, le domina una rabia incontrolable y furibunda.
Su agresividad es tal que, en muchas ocasiones, cuando tienen que trasladarle a otra ciudad, los funcionarios se ven obligados a llamar a los GRS de la Guardia Civil, a los GEO o a una cuadrilla del grupo de Antidisturbios de la Policía Nacional. Solo ellos consiguen aplacarle.
"Le da igual todo"
Al módulo 15 de la prisión Puerto III se accede en furgón de la Guardia Civil. En él se acoge a los delincuentes más peligrosos: etarras, islamistas radicales, capos de la mafia, asesinos reincidentes…
Allí estuvo Fabrizio Joao Silva Ribeiro, el 'Hannibal Lecter' de las cárceles españolas, un enorme recluso de Guinea Bissau ya fallecido, para muchos el mayor demonio que ha pasado por el lugar. También Platón, cuyos ataques de ira pocos pueden controlar.
De Heredia dicen que "muestra una falta total de respeto por la vida, por los trabajadores y en general hacia todas las personas". "A este hombre le da igual encontrarse en la calle a un funcionario con mujer e hija. Te insulta de arriba abajo, te coge del cuello si puede. Le da igual todo", dice un funcionario.
La innumerable cantidad de ataques perpetrados por el recluso Heredia mantiene atemorizadas a las cárceles por las que va rotando. "Nos ha dado tantas palizas, los jueces le temen, como los guardias civiles en los traslados... La sociedad tiene que saber el trabajo tan difícil que hacemos aquí. Le estamos custodiando nosotros a base de arriesgar nuestra vida, con uno de los sueldos más bajos de la Administración General del Estado".
Coacciones y amenazas
Cuando no está encerrado o en aislamiento, Heredia pasa el tiempo coaccionando, insultando y amenazando a otros compañeros de celda. Es, resumen las mismas fuentes, un individuo muy difícil de llevar.
La última vez que salió de Puerto III, en febrero de 2019, Heredia le dio una paliza a dos funcionarios. Fue tras uno de sus vis a vis. Cuando le ordenaron que vaciara sus bolsillos para cachearle le lanzó un paquete de tabaco a la cara a uno de los trabajadores. "¿Qué pasa contigo? ¿Qué carajo te pasa?". Luego fue a por ellos lanzando una lluvia de patadas y puñetazos.
Los mandó a ambos a la enfermería con numerosos traumatismos y contusiones. Cuentan en la prisión que mientras descargaba todos esos golpes contra ellos no dejaba de gritar: "Os voy a arrancar la nuez de un bocado. Cuando me suelten os voy a matar, cabrones, ya os cogeré en una galería".
Días después, antes de subirse al furgón de traslados, le propinó al jefe de servicios del módulo un puñetazo en el ojo. No se marchó de allí sin antes amenazar de muerte a toda la plantilla.
Desde la asociación Tu Abandono Me Puede Matar denuncian que "la dirección y el subdirector de seguridad del centro, conocían estos hechos y han permitido que volviera a ocurrir, sin poner medios y dejando una vez más a sus funcionarios indefensos y comprometidos".