En el Parlamento más fragmentado de la historia de la democracia española casi nada es lo que pudiera parecer de antemano. Más aún con un Gobierno que adolece de una doble debilidad: que es el primero que ha habido nunca en coalición -con las tensiones que eso conlleva y que cada vez se están poniendo más de manifiesto- y que, pese a juntar a dos partidos como PSOE y Podemos, no tiene mayoría parlamentaria.
Pablo Casado es muy consciente de ello y de la necesidad de trazar una estrategia parlamentaria audaz, apelando a la célebre "geometría variable" que pusiera en boga el ex presidente Zapatero. Solo así podrá superar, en determinados momentos, el minoritario bloque del centroderecha, en el que PP, Vox y Ciudadanos se quedan con 153 escaños, dos menos que los que suman socialistas y podemitas.
Como muestra, un botón: esta semana los tres partidos de la célebre "foto de Colón" votaron a favor de una enmienda del PNV y Junts Per Catalunya a la Ley Celaá, que intentó in extremis mitigar las medidas de la reforma contra la escuela concertada, uno de los aspectos que más rechazo ha causado de la nueva Ley. No lo consiguieron por poco, quedándose en 171 votos, pero sentaron un precedente de futuro para una legislatura que ya todo el mundo da por sentado que será larga, una vez se aprueben los Presupuestos.
Y es que en política cuando más se coge el microscopio más alianzas insospechadas se pueden encontrar. Así, la batalla contra la concertada de los partidos de la izquierda española no tiene el mismo acento en fuerzas independentistas como ERC e, incluso, Bildu. Posiblemente por la incidencia de ese tipo de centros escolares tanto en Cataluña como en el País Vasco, donde muchas de las cooperativas educativas laicas están dentro de la red concertada.
La enmienda hubiera salido adelante con una abstención de ERC que no fue posible, pero que sin duda era menos improbable en un texto firmado por ex convergentes y peneuvistas que lo que hubiera sido en uno del puño y letra del PP, que también había presentado su propia enmienda.
La impronta de Cuca Gamarra
Después de la profunda renovación de la cúpula popular ejecutada en verano, con la sonora sustitución de Cayetana Álvarez de Toledo por Cuca Gamarra como portavoz en el Congreso, el primer partido de la oposición se propuso buscar otras vías para ejercer la oposición a Sánchez más allá de la pura retórica contra el Ejecutivo, sin resultados prácticos.
"Hay que saber leer este momento", aseguran fuentes populares, recordando negociaciones recientes como las previas al último decreto de estado de alarma. En aquella ocasión, el PP estuvo dispuesto a respaldar con sus votos, y así se lo hicieron saber, a Íñigo Errejón.
El líder de Más País, que respaldaba en líneas generales los planes del Ejecutivo y que votó convencidamente a favor del decreto, coincidía sin embargo con las fuerzas del centroderecha en que no era justificable que Pedro Sánchez no diese explicaciones en la Cámara Baja sobre la adopción de la legislación de excepción. Y por eso promovió una enmienda para que el jefe del Ejecutivo tuviese que rendir cuentas mensualmente. El PP le comunicó que votaría a favor.
Al final intervino ERC con una propuesta de resolución para que Sánchez acuda cada dos meses a la Cámara Baja. Pero la semilla de una posible colaboración puntual con el antiguo número dos de Podemos, nada menos, quedó sembrada. "Él se hubiera apuntado un tanto y nosotros hubieramos logrado el objetivo de que Sánchez no se escapase de comparecer, como pretendía" explican los populares.
Le geometría variable, piensan en Génova, es un instrumento del que no sólo puede beneficiarse el Gobierno. Habrá que permanecer atentos a los paneles de votación en el Hemiciclo.