Lo siguiente que la mujer recuerda tras el impacto del coche es que estaba tendida en el suelo. Advirtió, cuando logró incorporarse, que tenía la cara cubierta de sangre, y que le faltaba un zapato. Al volver en sí aparecieron los gritos, el caos y el miedo de los ciudadanos que acudían a ella, suplicando auxilio y socorro.
Aquella noche, la agente de los Mossos d'Esquadra cumplía labores de Seguridad Ciudadana en el paseo marítimo de Cambrils. Sus superiores sabían que los terroristas seguían sueltos y dispuestos a perpetrar un segundo capítulo del ataque iniciado la tarde anterior en el paseo de las Ramblas, en el corazón de Barcelona. Por eso desplegaron a todos sus efectivos en lugares que pudieran resultar susceptibles de recibir un ataque.
La mossa se encontraba aquella madrugada del 18 de agosto de 2017 junto a un compañero haciendo guardia en la rotonda que da acceso al club náutico de la localidad tarraconense. Vigilaba los vaivenes de la multitud. Había que prestar atención a cualquier coche que pudiera replicar lo ocurrido horas atrás. Apenas le dio tiempo a reaccionar cuando ocurrió.
A la una y cuarto de la madrugada, el coche pilotado por los jóvenes yihadistas aceleró en dirección a la muchedumbre y, como a muchos otros, se la llevó a la agente por delante. Su compañero saltó en el último segundo, esquivando la embestida. Minutos después abatía a los cuatro atacantes prácticamente de una sentada. Ella ya no lo pudo ver. El coche la alcanzó con violencia a la altura de las piernas: "Me pasó por encima sin que pudiera hacer nada. Luego perdí el conocimiento".
Estrés postraumático
No sale gratis sobrevivir a esa madrugada repleta de fantasmas. Más de tres años después de lo ocurrido ambos, junto al resto de agentes que estuvieron aquella noche en Cambrils, acaban de relatar en la Audiencia Nacional cómo vivieron aquella noche, pero también lo complicada que se han vuelto sus vidas desde entonces.
La Unió Sindical de la Policia Autonòmica de Catalunya (USPAC) les proporcionó asesoramiento jurídico. Se personaron en el juicio como acusación particular. Exigieron que los agentes no tuvieran que ir a declarar a cara descubierta ante los tres terroristas que quedan de todo aquello.
Uno es hermano de uno de los jóvenes a los que el mosso tuvo que disparar aquella noche cuando se dirigía armado hacia él con la intención de matarle. Pese a ello, el juez declinó esa posibilidad, y esta pasada semana comparecieron en la Audiencia Nacional para contar su calvario mientras los tres yihadistas les miraban fijamente a los ojos desde el estrado acristalado reservado para los acusados.
Los agentes que evitaron aquella noche una masacre mayor han recibido frialdad por parte de las instituciones. O así al menos se sienten ellos: solos y abandonados a su suerte.
Alguno de ellos, como el agente que mató a los yihadistas, no ha sido indemizado por el Ministerio del Interior, ni tampoco por la Generalitat de Cataluña. La mayor parte de los mossos no volvieron a trabajar. Todos aguardan a que se les conceda el reconocimiento de víctimas del terrorismo.
Desde aquel episodio la mossa vive un suplicio constante. No ha regresado a su puesto. Estuvo una semana ingresada en el hospital con un traumatismo craneoencefálico, rotura de tibia y esguince de tobillo. Tres años después todavía tiene estrés postraumático por los hechos y recibe atención psicológica y psiquiátrica.
Incapacidad permanente
Sí fue reconocida por un juzgado de Tarragona con una incapacidad permanente. Está de baja. "No puedo hacer cosas que hacía antes". Ahora toca "lidiar con la ansiedad". Cualquier esfuerzo resulta hercúleo e inabarcable. "Me estresa tener que correr, es como una amenaza para mí". Tiene además a su cargo a dos niños pequeños. "Se pasa mal", le dijo al juez.
Su compañero, al que no le quedó más remedio que disparar a los agresores, también está de baja. Tiene diagnosticado un trastorno de estrés postraumático grave. Ha padecido varios episodios de depresión. Nadie en el seno de Interior acudió a prestarle servicios de atención psicológica. Fue el sindicato USPAC el que se la procuró.
Hace unos días reveló al juez y a la sala, con la voz quebrada, a punto de romperse, las secuelas mentales de aquel caso en el que logró salvar a muchos.
- Tengo dificultades serias para dormir. Estoy tomando medicación para todo ello. Tengo una hiperalerta constante cada vez que salgo a la calle. Padezco inseguridad, miedo a que se me reconozca, a que vuelvan a atacarme. Lo peor de todo es el sentimiento de culpa muy alto que tengo por cómo está afectando todo a mi familia.
A diferencia de la agente que le acompañaba esa noche en la rotonda del club náutico, él no ha sido indemnizado. La Generalitat le condecoró, pero nunca volvieron a preguntar por él. No le hicieron seguimiento alguno.
Dicen desde USPAC que pidió un nuevo destino para alejarse de lo vivido, pero no se lo concedieron. Pocos días después del atentado ya estaba en la calle de nuevo. Una situación con un individuo de procedencia arábiga le superó por completo. Sigue de baja desde entonces. La Seguridad Social no le ha concedido todavía la incapacidad total.
Debiendo horas
Una de las principales quejas que están elevando desde las defensas de los mossos que intervinieron en aquel episodio es que los agentes, cuando acabe el juicio, deberán horas de servicio debido a sus viajes a Madrid para declarar.
"Las instrucciones que se están dando a los respectivos servicios de administración regionales, desde la Subdirección General de Recursos Humanos, son que la imputación horaria de estos días será de 7,5 horas el día del viaje a Madrid, y 5 horas a compensar o cobrar más 2,5 horas del día del juicio y regreso a casa".
"En caso de compañeros que el día del viaje tenían planificado trabajo, nos encontramos que deberán horas", dicen desde el sindicato. "Lo que se compensa es inferior al horario de trabajo planificado de aquel día. Un auténtico despropósito. A pesar de pasar más de 24 horas lejos de sus familias, o en algunos casos bastante más, de nuevo, no son compensados como corresponde".
Agentes de Subirats
Días después del atentado de Cambrils, el único de los terroristas que permanecía suelto era Younes Abouyaaqoub. 100 horas después de su huida, el día 21 de agosto, los Mossos lo encontraron.
Los agentes recibieron un aviso de que habían visto a una persona sospechosa adentrándose por un sendero rodeado de matorrales en la zona de Subirats. Cuando llegaron al lugar y vieron a Younes éste se levantó la camisa para mostrar varios tubos cilíndricos adheridos a la cintura.
Uno de los agentes que lo abatió lo contaba así: "Veo cables y a él gritando: '¡Allahu Akbar!'. Le decimos que se detenga, pero viene hacia nosotros en zigzag y le disparo, caigo de rodillas en el suelo, él cae y se vuelve a reincorporar. Le disparamos, vuelve a caer y sólo esperaba que todo explotase. Había un silencio inmenso".
Necesitaron 27 disparos para acabar con el autor de 14 muertos y un centenar de heridos en el centro de Barcelona. Los equipos forenses de la Audiencia Nacional redactaron un informe en el que sostenían que el estrés postraumático que padecían aquellos hombres guardaba relación directa "con la acción de repeler la agresión del terrorista".