Escena primera. Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, se lanza en un mini-tour nacional que la lleva a Barcelona, primero, y después a Zaragoza. Ahí la recibe el presidente aragonés, Javier Lambán, del PSOE.
Es el pasado 27 de noviembre y Ayuso se convierte en la primera presidenta de Madrid en visitar el palacio Pignatelli, sede del Gobierno de Aragón. Se sienta en el mismo despacho, en el mismo sofá, en la misma esquina del mismo en la que, un año antes, se sentaba el entonces presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, para convencer a Lambán de que no se saldrá de la Constitución para lograr su investidura. Qué cosas.
Escena segunda. El pasado 9 de diciembre. En la ciudad de Burgos, centenares de empresarios y trabajadores de la hostelería salen a la calle para decir que ya está bien. Piden que no se cierren los negocios a las 22.00 horas y más medidas reales para la reactivación. La marcha, importante, acaba en la portada de la edición en papel del Diario de Burgos y, en la fotografía que ilustra la noticia, un señor sujeta un cartel claro, cristalino, en el que se puede leer “Ayuso presidenta”.
Bien. Ayuso presidenta, ¿pero presidenta de qué? El señor de Burgos no se refiere a Madrid, eso por descontado.
Isabel Díaz Ayuso (Madrid, 1978) debe de ser de las pocas personas de España para las que 2020, un año terrible por todos sus costados, acaba con un balance positivo. Tras arrancar el curso dando bandazos en la irrelevancia y con su Partido Popular dejándola de lado todas esas veces que parecía que caía, ha acabado convirtiéndose en el rostro de la oposición a Pedro Sánchez.
Ha adelantando así a su propio presidente, Pablo Casado, parece haber demostrado que su modelo y su imagen a nivel nacional funcionan: las dos escenas que abren este reportaje dan cuenta de ello.
Con este contexto, el 2021 que nace ya será su cruzar el Rubicón. Será su año. O debería serlo. Puerta grande o enfermería, como quien dice. “La clave ahora es quién se hace con el control del partido en Madrid”, explica una fuente popular a EL ESPAÑOL, recordando que el PP de la provincia capitalina sigue regido por una gestora desde la abrupta salida de Cristina Cifuentes en 2018. Por eso está recorriendo el país y haciendo partido. ¿Cuál será su siguiente paso? Ambición no le falta, a fin de cuentas, ella misma dice identificarse con Isabel la Católica, aunque tiene menos hijos, ninguno.
Todo este crecimiento imparable y proyección nacional de Ayuso está poniendo nervioso a Pablo Casado e inquietando a su entorno, según aseguran fuentes consultadas por este periódico. Si bien ambos mantienen una relación personal buena, el entorno de Casado le está diciendo que no se fíe de ella y el de Ayuso está intentando jugar a esas aspiraciones. “Él está pendiente como un director general de una empresa que vigila sus delegaciones, ¿no?”, comenta un alto cargo del PP de Madrid que, aunque intenta quitar hierro al enfrentamiento, reconoce que “los equipos los componen personas humanas y no todos nos llevamos bien”.
Las intenciones de Ayuso son nítidas. Según han confirmado varias fuentes a este diario, Ayuso quiere liderar el PP de Madrid, su próximo gran escalón. Pero el alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida, otro valor en alza, ha dicho “aquí estoy yo”. Y la incomodidad de Génova se palpa en que el partido está optando por aplazar al máximo el congreso que debe decidir el liderazgo. Pero no se podrá aplazar para siempre, se tendrá que celebrar a finales de 2021 o, como mucho, a principios de 2022. Ayuso lo sabe. Y así se notará durante este 2021.
Un mal comienzo
Hay una anécdota que resume a la perfección quién era Ayuso hace sólo un año y poco: nadie. Periodista de formación -se licenció en la Universidad Complutense de Madrid-, hizo sus prácticas como universitaria en Radio Marca, como Sara Carbonero, en torno a 2001 o 2002, cuando la emisora acababa de nacer.
Casi 20 años después, ya como candidata a presidir Madrid, se pasó por los estudios de la misma radio en la madrileña avenida de San Luis y en una entrevista contó eso, que había estado haciendo sus prácticas ahí. El comentario sorprendió hasta a los periodistas más veteranos. Nadie la recordaba, ni siquiera los que coincidieron con ella.
Sus inicios como presidenta por sorpresa -fue nombrada en agosto de 2019-, tampoco fueron brillantes. Sin apenas propuestas, cada palabra que decía se convertía en una polémica que duraba quizás demasiado. Sus siglas, IDA, se volvían un arma de doble filo.
Se convirtió en un asunto incómodo hasta su padre, que había recibido un crédito de 400.000 euros concedido por Avalmadrid y que no había devuelto. No funcionaba bien su relación con su socio de Gobierno, Ciudadanos, y la inexperiencia se palpaba en el ambiente de la Puerta del Sol. Ahí despidió a su director de comunicación y a su director de gabinete, puestos claves en cualquier Ejecutivo. Todo mal, entonces, hasta que fichó a Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR.
Aunque desde el propio entorno de Ayuso le quieren quitar peso a la figura de Miguel Ángel Rodríguez, lo cierto es que desde su entrada como jefe de gabinete en enero de 2020 cambiaron las tornas para la presidenta. Rodríguez, idealizado y denostado a partes iguales, había sido una de las piezas clave que llevó a José María Aznar a la Presidencia del Gobierno y, ahora, cogía las riendas del gabinete ayusista. Él ya la había asesorado en la campaña electoral y Ayuso recurrió de nuevo a él, a su viejo amigo que conoció cuando le pidió que revisara una tesis doctoral en comunicación política.
En esas, llegó la pandemia y, poco a poco, fue escalando a convertirse en lo que es hoy: el rostro de la oposición a Sánchez. “Como todos, Isabel vivió con bastante desconcierto la llegada del virus”, explica un alto cargo del Gobierno de Madrid. “Pero, después, se la vió trabajando muchísimo y ha estado resolviendo muy bien la pandemia. Desde el inicio ha estado llevando del ronzal al presidente Sánchez”, añade. “Lo ha hecho con las mascarillas en las farmacias, que eran de muy buena calidad; cuando trajo los aviones de China sin el apoyo del Gobierno central o cuando abrió el hospital de Ifema, algo que toda la izquierda criticó y que luego la OMS aplaudió”, comenta.
Ella es la oposición
En este 2020 han cabido muchas cosas y no viene mal recordar. ¿Qué ha hecho Ayuso? Pregunten por ahí. Además de las mascarillas, los aviones y el Ifema; llevó a Sánchez a los tribunales por no dejar que Madrid pasara de fase, le dio la batalla por los horarios de la hostelería, empezó con lo de las pruebas PCR en los aeropuertos, encabezó la queja del Partido Popular sobre que Madrid no hace dumping fiscal y se fue a Cataluña a dar la batalla contra ERC y su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián.
No es sólo que acabara teniendo razón en muchas de las medidas que planteaba y lograba que el Gobierno central al final claudicase, es que con cada embiste a Sánchez desdibujaba la figura de Pablo Casado. Le adelantaba en muchas materias y las criticaba antes, se mostraba más ágil, con más voz, amplificada por llevar el bastón de mando de la Puerta del Sol. Se convertía, así, en la oposición al presidente del Gobierno que le debería estar haciendo Pablo Casado. Incluso ella va aupada por Vox, socio de mayoría, y con quien Casado rompió definitivamente en la moción de censura que planteó el líder del partido de ultraderecha, Santiago Abascal.
A Ayuso esa estrategia le ha salido muy bien. “La valoración ciudadana de Ayuso ha ido al ritmo de las distintas olas de la pandemia”, explica Narciso Michavila, presidente de GAD3, una de las principales consultoras de investigación social y comunicación del país. “De la primera ola sale muy reforzada y en la segunda se difumina su liderazgo, cuando el pulso con el Gobierno central, porque Madrid era el sitio donde peores datos había de Covid y no se entendía”, comenta. “Pero, después, en semanas se vuelve a dar la vuelta cuando ve que la vía económica funciona y bajan los contagios mientras que en el resto de sitios se disparan”, añade.
“Ahora, Ayuso está saliendo de Madrid porque sus compañeros de partido, que antes estaban criticando su estrategia hasta que vieron los resultados, son los primeros en llamarla para sacarse la foto con ella”, dice Michavila. “Los que la invitan ahora, en septiembre no la invitaban. Y eso tiene especial mérito. Además, al ser mujer, ese enfrentamiento con Sánchez la refuerza más todavía. Porque supo aguantar el tirón”, apuntala. ¿Y en qué está pensando Ayuso? “Está pensando en su reelección, más que en cualquier otra cosa, pero también en el liderazgo de Madrid”. Ahí le viene 2021.
Enemigos verdaderos, amigos falsos
El pasado sábado 26 de diciembre, en una de esas rutas de Isabel Díaz Ayuso fuera de su comunidad, la presidenta acabó en Toledo. Ahí, se reunió con Francisco Núñez, presidente del PP en Castilla-La Mancha, ambos se dejaron ver con comerciantes y hosteleros e hicieron un comunicado público. Hablaron de los contagios en Barajas -otro de los temas en los que Ayuso ha adelantado a Casado- y sobre bajar impuestos en Castilla al nivel de como están en Madrid.
Según reconoce un alto cargo del PP de Castilla-La Mancha a EL ESPAÑOL, la reunión fue prácticamente fortuita. No había nada planeado. “Ella fue por ahí porque tiene a su familia en un pueblo de la zona y llamó a Paco por cortesía, para tomarse un café. No era algo planificado, pero la llamaron para que hiciera unas declaraciones por lo de Barajas”, comenta.
A pesar de lo aparentemente casual, esa acción ha terminado de despertar las alarmas en Génova. La miran con mucho recelo. Primero, por ser ella la que pone la cara a la oposición a Pedro Sánchez. Segundo, porque en los últimos meses ha estado activando una suerte de agenda nacional. Está lo de Toledo. Está lo de Zaragoza. Y está su visita a Cataluña. Ahora se da por sentado que acompañará a Cayetana Álvarez de Toledo, verso libre del PP y dueña de una relación con tiranteces con Pablo Casado, en algún acto de la cercana campaña electoral catalana. Está haciendo partido. Recuerden: Soraya Sáenz de Santamaría fue vicepresidenta con Mariano Rajoy pero cayó contra Casado porque no contaba con el respaldo del aparato.
Aunque la fuente del PP de Madrid no secunda la idea del enfrentamiento entre ambos, reconoce que “Madrid es el centro neurálgico de la política y ha llegado ella, que emerge”. “Aunque la relación entre ambos es estupenda, ya que ella llega de la mano de él y le tiene una lealtad que no se ha quebrado, la imagen de Ayuso sale más reforzada porque todo esto tiene mucho que ver con manejar el presupuesto”, cuenta. “Esto que hace Isabel lo puedes hacer desde el Gobierno; desde la oposición, como Pablo, es más difícil. Aunque él también ha presentado cosas en el Congreso”, añade. “Pero la aspiración de Ayuso es revalidarse al frente de la Comunidad de Madrid”.
“Pablo Casado, que tiene una capacidad parlamentaria brutal, ve a Ayuso como una chica a la que él señaló con su dedo. Opina que, si no fuera por él, ella aún estaría llevando las redes sociales del perro de Esperanza Aguirre”, explica Graciano Palomo, uno de los periodistas que mejor conoce el Partido Popular. “Pero los entornos de Casado le dicen que tampoco se fíe porque, en política, todos los enemigos son verdaderos y todos los amigos falsos”, añade. “Y es que los entornos de Ayuso están jugando a quitarle protagonismo a Casado”, comenta.
“Hay que recordar que los entornos de María Dolores de Cospedal y de Soraya Sáenz de Santamaría [ambas compitieron en las primarias] acabaron con las carreras de las dos. Nunca se pelearon personalmente pero los entornos estuvieron malmetiendo hasta que acabó como acabó. Es impensable que Casado hubiera ganado si no hubiera pasado eso”, subraya Palomo.
¿E Isabel Díaz Ayuso tiene posibilidades futuras? “Necesita contar con el partido nacional. Y necesita elecciones en Madrid y ganar con mayoría absoluta”, añade.
Los "ayusistas", un movimiento incipiente, no descartarían las posibilidades nacionales de su líder si obtuviera mayoría en la Comunidad de Madrid y, en la generales, si Pablo Casado fracasara en su carrera por llegar a la Moncloa. ¿Sueña Ayuso con ser presidenta del Gobierno? Seguro que sí, porque los sueños son libres.
2021: batalla por Madrid
Este 2021 que ahora nace va a ser decisivo para Isabel Díaz Ayuso. Casi huelga decirlo. Es el año en el que se va a decidir el grueso de su futuro político. Si sigue por la vía que ha andado hasta el momento, va a crecer más. Quién sabe hasta donde, de momento, que en política los días guardan muchas horas. Pero si no da pasos efectivos, corre el riesgo de desinflarse, igual que le ha pasado a muchos otros antes que ella. Y ella lo sabe. Y también lo sabe Miguel Ángel Rodríguez. En esas arenas es donde se está cocinando la batalla por Madrid, por el partido regional.
Desde que Cifuentes dejó el cargo de presidenta, tras los vídeos robando cremas y el escándalo de su máster, en 2018, el PP de Madrid ha quedado regido por una gestora con el ex presidente del Senado Pío García-Escudero al frente. Si no sucede nada abrupto, en España habrá elecciones -generales, municipales y autonómicas- en el año 2023, por lo que en 2022 el Partido Popular ya debería tener su mapa interno bien dibujado. Eso añade aún más presión a este 2021 que nace.
Lo lógico es que sea Ayuso la que pase a liderar el PP de Madrid. Eso es lo que pasa actualmente en el resto de autonomías: que el partido regional siempre está encabezado por el presidente de la comunidad. Sin embargo, nadie, absolutamente nadie, ha roto una lanza en favor de Isabel Díaz Ayuso. No lo han hecho ni Pablo Casado ni el secretario general Teodoro García Egea, a diferencia de otros líderes autonómicos que sí que han sido apoyados desde Génova. Tampoco lo ha hecho José Luis Martínez Almeida, que también dará la batalla por liderar Madrid. Esos movimientos no hacen otra cosa que alimentar la sensación de que Génova guarda ciertas reservas frente a Ayuso.
Con este tema encima de la mesa, el Partido Popular se ha centrado en subrayar que todos se llevan fenomenalmente bien y que el objetivo “es llevar a Casado a la Moncloa”. Un ejemplo sucedió esta semana, cuando Ayuso y Almeida comieron juntos y compartieron una fotografía en redes sociales para presumir de buena sintonía. “Comida con mi presidenta y amiga”, tituló Almeida. Pero como ya dejó dicho Iván Redondo, jefe de gabinete de Pedro Sánchez, la política es el arte de lo que no se ve.
Ante este guirigay que amenaza con romper el ticket Ayuso-Almeida, que funciona francamente bien para el PP, ha salido otro nombre, el de Ana Camins, senadora propuesta por Almeida como una tercera vía alternativa y de consenso. Pero para Ayuso, Camins guarda un problema: que no es ella. Y así van pasando los días, todos dándose la mano mientras reservan la otra por si hay que desenfundar el arma. Y así llega 2021, con la certeza de que todos no pueden quedar igual de contentos. Alguien tiene que caer. A fin de cuentas, es política.