Hay algo de irónico en que la juventud, con pasamontañas, pida la libertad de Pablo Hasél en la Plaza de Callao. A Callao (sic) Estaban las entradas (Sol, Carmen..) con varias barreras de antidisturbios. El cronista fue a ver y encontró a un funcionario viendo el fútbol y a gente que iba y venía.
El cronista llevaba casco y a las 19.00 horas fue a sacar fotos y vídeos de la gente que andaba en Callao. Acaso la ubicación de Callao tenía una metafóra/justicia poética con Hasél. Porque lo que fue en Madrid, en el triángulo cultureta, no pasó nada. Llevar un casco del Decathlon y un peto guarro te habilita para preguntar a gente. Y el cronista preguntó a lo que había, que no era mucho y andaba a punto de hacer/no hacer la Comunión.
La policía que guardaba los accesos a Callao miraba las pintas -unos menas se vinieron- arriba y el cronista fue a la pastelería portuguesa a ver si la izquierda radical tenía antojos glucémicos: señaló en cero, en portugués y en español, y el cronista fue a ver algo reportajeable entre tantos impermeables de la misma marca (me guardo el nombre) y unas canciones que eran más bien consigna floja y taladrante.
Y la Policía era exquisita e incluso, en antisistemas con mascarillas, hubo como un bostezo de seguridad.
Antes de todo se vio un chiringo en Callao, en misión histórica, en el que pedían la eliminación del Partido Comunista Chino, y uno sabe que por desear, que no falle. La propaganda lleva hoces, martillos, un horror al vacío y hay que ponderarles que fueran contra China con lo que se avecinaba.
El tinglado desapareció conforme llegaron los manifestantes, imberbes, en tardeo de sábado y con ese miedo burgués de pedir perdón antes del adoquín. El cronista llevaba un casco no homolagado (dijo un antidisturbios) y se puso a contar los pasos que anduvo la pancarta. Es verdad que era concentración y no "manifestación", y todo parecía un minué descafeinado a cuatro pasos del Palacio de la Prensa. El Cachorro de Sevilla anduvo más en tiempos de aguas.
Más hablaban los vecinos que los manifestantes; y en la pancarta principal un tal Francisco quería ver, con el bastón en jarras, que la juventud de Hasél le iba a reponer las heridas de la Batalla del Ebro. Pero yo fijé el objetivo y en seguida vinieron los compañeros. Preguntando por "greatets hits", Paula y Cristóbal, de Villaverde me dijeron lo que sospechaba "Hasél es la excusa". Se escuchó algo sobre "el rapero ese" y todo empezó a tener sentido. El rap les daba igual, y el bolso del Primark daba la temperatura de toda una época.
No había megáfono en el centro del capitalismo madrileño. Y la Policía era exquisita e incluso, en antisistemas con mascarillas, hubo como un bostezo de seguridad. A los que se iban, intentaba de mala manera un vendedor encalomarles una bandera tricolor que después se hacía LGTBI. Un travesti cruzó Callao con rumor de tacones, un copazo entre pezones y un desaire de la Historia porque nadie lo requería. Pobre...
Mientras tanto, comienzan a volar dos o tres adoquines que, pese al daño evidente, ni asusta a la Policía.
Abajo, en la misma plaza, empezaban las diatribas sobre la acentuación de Hasél. Estas concomitancias de Batasunos son para los días laborables. En la Plaza de Callao se pudo poner un puesto de melones, un tablao de chotis y demás. La policía bostezaba y me decía que el caso y peto me lo tenía que dar un "sindicato" al que no supo dar nombre.
Mientras tanto, comienzan a volar dos o tres adoquines que, pese al daño evidente, ni asusta a la Policía pero provoca, además, entre los gritos protestones de maulladores a deshora. Había más gente en el entierro de Sara Montiel.
A este reportero le han deseado la muerte mientras le temblaban con una tricolor de muleta. Le decían casco con los insultos.
Mi tito Enrique, que sabe de "kale borroka" y de seguridad a autoridades rezó por mí. Me comprobó el casco. A las nueve menos cuarto había tres policías - amables- por cada rapero.
Dice la Policía que "me homologue como reportero en la vestimenta" cuando paro a maquetar la nada que pasó en una plaza céntrica. Cosas de Marlaska y la paz que deja. La kale borroka madrileña, por no saber, no sabe ya ni quemar.
Ni rimar...