Ana I. Gracia Mariano Alonso Marcos Ondarra
  • 1 de 12

    Juana Arce

    Juana Arce, que aquel día tenía 46 años, se tiró al suelo en cuanto escuchó el revuelo, pero los dos diputados que la flanqueaban se quedaron en pie, tiesos como una estatua. "Me colgué de sus bolsillos y desde el suelo les decía: sois unos chulos y unos valientes. ¡Yo no quiero ser una heroína! ¡Solo quiero volver a mi casa y ver a mis hijos!".
     
    Al ser representante por Albacete, Juana vio delante de sus narices cómo sacaron al presidente y a los ministros del Parlamento. "Se los llevaron a punta de pistola. El que más me impresionó fue Adolfo Suárez, que les gritó: ¡A mí no me arrodilla nadie!". Y el presidente salió del hemiciclo de pie. "Es que Suárez... era mucho Suárez", subraya. 
    Juana intentó no salir porque, en el fondo, tenía miedo de lo que pudiera pasar. Pero como tampoco tenía claro dónde irían después de aquello decidió ir al baño, muy entrada ya la madrugada: "Me acompañó un guardia con un fusil, tuve que dejar la puerta abierta y le dije que no me parecía bien. Él ya sabía que aquello que estaban haciendo estaba fallando y me dijo: no se preocupe, señora, que usted sale de aquí. El que no sabe cómo va a acabar soy yo".
     
    Coqueta hasta la médula, la diputada del extinguido UCD se empolvó la cara, se puso rímel en los ojos y se pintó los labios. Al volver a su escaño, un ministro le preguntó, quería saber de dónde venía con la cara pintada después de tantas horas de encierro: "Vengo del baño, pero por si acaso salimos de aquí muertos, yo quiero que mi familia me vea guapa”. 
    Juana se revuelve en el asiento cuando escucha hablar del feminismo actual: "Yo formé parte de la legislatura constituyente y a mí todos mis compañeros me trataron siempre de igual a igual. Nunca noté ni una gota de machismo", subraya.
  • 2 de 12

    Anna Balletbò

    El 20 de febrero, día de la primera votación de la investidura de Calvo-Sotelo, se bajó del taxi que había cogido en Barajas en la Plaza de Neptuno, a bastantes metros del Congreso. Hasta allí llegaban las vallas del perímetro de seguridad establecido para la solemne sesión. "Tuve que subir andando, lo recuerdo perfectamente. Con barriga, maletas... que entonces no eran de ruedas". Un problema que, para su sorpresa, no se le presentó el lunes 23. "Cuando llegué le dije al taxista: ‘Me tendrá que dejar abajo, en la plaza, porque habrá vallas’. Y me dijo: ‘Pues no hay’ Entonces le dije que me subiera a la puerta. Habían dejado el camino expedito. Alguien habría dado instrucciones".

    Balletbò fue la única diputada que pudo abandonar el Congreso, dado su estado, e incluso hablar con el Rey aquella noche. Pero antes habló con el entonces recién elegido primer presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. "¿Tú cómo es que has salido? Me preguntó. Y luego me dijo: ¿Y fuera estaban los otros? Y yo le dije: ‘Pero vamos a ver, Jordi, ¿quiénes son los unos y quiénes son los otros? Porque yo he conseguido convencer a uno, de verde, pero en la puerta otro de verde me quería meter dentro. Pero dame el teléfono de la Zarzuela'. ¿Y para qué lo quieres? Me preguntó. Y yo le dije: `Hombre, Jordi yo creo que este chico se juega algo, digo yo'. Me contestó: ‘Ah, claro, pues ya le llamaré’".

    Balletbò relata que "el Rey me preguntó cosas muy militares, que cuantos eran, cómo estaban dispuestos, etc Pero su primera respuesta fue que si había algún herido. Yo le dije que hasta que yo salí no. La conversación se iba interrumpiendo, porque le estaban llamando de las capitanías generales. Me dijo que si había reconocido a alguien y le dije que a Tejero, que mi compañero diputado Juli Busquets, que había sido de la Unión Militar Democrática (UMD), me había dicho que era él".

  • 3 de 12

    Soledad Becerril

    Soledad Becerril fue la primera mujer en tener una cartera ministerial desde la Segunda República. En la segunda legislatura, también era diputada por Sevilla con UCD y Secretaria de la Mesa del Congreso que presidía Landelino Lavilla. Desde ahí vivió el 23-F. "Cuando Tejero irrumpió en el Hemiciclo, el asombro y desconcierto fueron totales, pero comprendimos de inmediato la gravedad del hecho", relata.
     
    Cuando comenzó el revuelo, Becerril abandonó su escaño y subió corriendo a su despacho: "Estaba en la primera planta, quería llamar por teléfono, pero me encontré con un guardia tumbado en el pequeño sofá y con la ametralladora en el suelo. Cerré la puerta de inmediato".
     
    A las 10 de la mañana, cuando se decidió que las mujeres diputadas podían abandonar el Congreso, salió "corriendo" a contar todo lo sucedido: "Primero, al general Sáenz de Santamaría, en el hotel Palace y luego al director general de seguridad, Francisco Laína en la propia dirección general, desde donde grabé un mensaje para las mujeres de los guardias sobre las posibles consecuencias de semejante acción para los autores".
     
    Tras el episodio, Soledad ha sido una de las políticas con un cursus honorum más extenso. No en vano, ha sido diputada, senadora, alcaldesa y defensora del pueblo. A sus 76 años, es historia viva de la Transición.
  • 4 de 12

    Ludivina García

    Ludivina García Arias era diputada del PSOE por Asturias y recuerda cómo los golpistas abroncaron "de forma violenta" a Nicolás Redondo, el histórico líder de la UGT y también diputado socialista, cuando quiso ir al servicio. Sin embargo, a ella nadie le puso reparos para ir, e incluso nadie la acompañó.

    Recuerda entonces ver a dos de los guardias civiles hablando con el único diputado de Fuerza Nueva, el ultraderechista Blas Piñar. "Cuando me vieron, inmediatamente se separaron. Luego me di cuenta de que no estaba en su escaño. Esa noche pudo salir del Congreso" señala la exdiputada, para quién la trama civil del golpe no se llegó nunca a esclarecer.

    Ludivina era madre entonces de una niña de siete años y de un niño de uno, que estaban en Asturias. El padre de los pequeños era también militante del PSOE asturiano. Para esta hija de exiliados de la dictadura, las amenazas del más negro pasado español volvían a ser reales: "Si estaban las cosas mal en Asturias, en cuanto empezaran a ir por las casas… ¿no? Las cosas que pasaron cuando el golpe militar de Franco, que empezaron a ir a buscar a la gente por sus casas. Estuve muy preocupada por ellos, mi exmarido les llevó a casa de su abuela" relata emocionada.

  • 5 de 12

    Carmela García-Moreno

    Carmela García-Moreno era diputada de UCD por Madrid el 23-F. Su escaño estaba en la parte de arriba, justo debajo de la cabina de TVE. Por ello, cuenta que "cuando nos tiramos al suelo, los cascotes nos dieron en la cabeza". Estaba justo al lado de Óscar Alzaga y de Luis Apostua, y había llegado con el tiempo justo al Congreso tras una comida de varios diputados con el célebre director de cine, Luis García Berlanga. "Al despedirnos empezó a bromear y nos dijo que para qué íbamos al Congreso, que nos fuéramos con él a un rodaje que estaba haciendo con Rafael Azcona". García-Moreno no había votado aún cuando entró Tejero en el Hemiciclo. Supo de la identidad del teniente coronel por Apostua, periodista además de diputado, que le reconoció como uno de los implicados en la operación Galaxia, otra de las tramas golpistas de la época desarticulada por las Fuerzas de Seguridad. 

    De aquella noche recuerda como "terrorífico" cuando los golpistas empezaron a amontonar y agujerear sillas para, si fallaba la luz, quemarlas. "Ahí pasé miedo de verdad" asegura. Y pensó fríamente, cuando los golpistas se llevaron del Hemiciclo al presidente Suárez y a los líderes de los partidos, "que los iban a matar, por lo menos a Suárez, a Carrillo y a Felipe". También tuvo dos conversaciones que se le han quedado grabadas, una por el extremo optimismo de su interlocutor y otra por el extremo pesimismo. La primera de Ignacio Campuñas, exministro y diputado de UCD, que le dijo: "Te imaginas, Carmela, lo que será La Castellana llena de gente pidiendo nuestra libertad". La segunda, de sentido totalmente opuesto, del ministro de Justicia, Francisco Fernández Ordoñez, que le dijo: "Carmela, de aquí al Bernabéu, pero no a tu casa". La utilización del Estadio Nacional de Chile ocho años atrás, durante el golpe de Augusto Pinochet, como campo de concentración, estaba en la memoria de todos. 

    Horas después, ya en el Hotel Palace, tras haber abandonado el Congreso junto al resto de parlamentarias, tuvo una conversación con un general de la Guardia Civil (García-Moreno estaba en la comisión de Cultura y Juventud y había tenido relación con varios generales por la firma de un convenio) que le hizo reconsiderar las tensas e históricas horas que había vivido. "Le pregunté que qué había pasado, y me dijo: `Que Tejero se ha vuelto loco, le ha quitado la pistola a Armada’ Yo pensé que me desmayaba" relata aún con la emoción en el cuerpo, y concluye: "Yo creo, del fondo de mi corazón, que el golpe de Tejero nos salvó de algo mucho más gordo".

    De aquella época recuerda un "ambiente machista" en el que se hablaba, recuerda, "de cómo íbamos vestidas las diputadas" por parte de algunos cronistas parlamentarios, cuyo nombre prefiere olvidar. Nada que ver con la situación actual: "La mujer ha dado un salto cualitativo y cuantitativo muy importante, hay un techo de cristal pero cada vez menos. Hay ministras tontas, como ministros tontos". 

  • 6 de 12

    María José Lafuente

    María José Lafuente, que aquel 23-F tenía 42 años, recuerda con nitidez las 18 horas "que estuvimos secuestrados en el interior del Hemiciclo". Al ser diputada por Álava se sentaba en la segunda fila, justo detrás de los ministros. En concreto, "detrás del candidato a la presidencia, Leopoldo Calvo Sotelo"
     
    Prudente hasta la médula, la alavesa cuenta que compartieron "momentos muy tensos" que le ayudaron a serenar la "difícil situación: a pesar de que nos dimos cuenta de la gravedad de lo que estaba pasando, el control de nuestros sentimientos y emociones fue estoico"
     
    Cuarenta años después, Lafuente reflexiona que durante los años que fue diputada de UCD se produjeron acontecimientos de gran importancia en la vida política de España. El presidente Adolfo Suárez "se vio sometido a presiones que generaron su dimisión". Aquella exigencia el 23-F del “todos al suelo” fue la consecución de una "serie de hechos que al final provocaron la decadencia y disolución de UCD".
     
    La enseñanza de vivir en primera persona el golpe de Estado le marcó para el resto de su vida: "Quedé vacunada contra todo intento de división partidista por parte de grupos que anteponen sus intereses a los principios ideológicos”. 
  • 7 de 12

    Elena Moreno

    Al oír la irrupción de los guardias civiles en el Hemiciclo, esta diputada por Pontevedra, que entonces tenía 38 años, se asustó. Se asustó "muchísimo porque no sabíamos si era ETA ni si tenían la orden de matarnos a todos". Después, "con las manos hacia arriba para que vieran que no teníamos nada", llegó la calma.
     
    Los militares nostálgicos del viejo régimen pidieron a las diputadas mujeres que salieran del Hemiciclo, mucho antes que los hombres. Todas ellas se negaron "porque teníamos mas dignidad que miedo". En un momento dado, ya entrada la mañana, el que entonces era ministro de la Presidencia, Pío Cabanillas, le dijo al oído a Elena mientras volvía del baño: "Sal, porque así cuentas lo que está pasando aquí dentro".
     
    Ellas salieron, sí, pero solo unos minutos antes que el resto de sus compañeros varones. Elena se agarró al brazo de Nona y nada más atravesar la puerta del Congreso un capitán de policía las arropó con sus brazos para darles consuelo: "Tranquilas, tranquilas, que no pasa nada", les tranquilizaba.
     
    El consuelo que recibió de aquel hombre anónimo vestido de verde fue tan reconfortante para Elena que lo localizó cuando lo destinaron en su Pontevedra natal. "Quería darle las gracias y llegué hasta su casa... pero no llegué a verlo. Acababa de morir".
  • 8 de 12

    María Dolores Pelayo Duque

    María Dolores Pelayo Duque (Tenerife, 1943) lo había dejado todo atrás. Nacida en Tenerife y licenciada en Derecho, ya ejercía como abogada cuando decidió dar el salto a la política con el PSD (partido que se terminó integrando en UCD). Tras haber sido vicepresidenta primera en la Comisión de Defensa del Senado en la Legislatura Constituyente, ocupaba un escaño en el Congreso en 1981.
     
    "Cuando nos sorprendió la entrada, los gritos, el ascenso de Tejero… Lo primero que se me vino a la cabeza fue todo lo que había trabajado y luchado para nada”, relata Pelayo Duque, que recuerda cómo "tenía dos compañeros gordos" y apenas cabía bajo su escaño: "Estuve muy apretada, lo pasé mal".
     
    Pensó, incluso, en la muerte. "Comentamos que nos iban a llevar al campo de fútbol del Real Madrid y que nos iban a fusilar", relata. Por suerte no fue así y pudo seguir luchando por la igualdad del hombre y la mujer, su gran obsesión política. No en vano, terminó participando en la reforma del Código Penal que derogó el delito de adulterio y el de amancebamiento, así como en la despenalización del aborto y el uso de anticonceptivos.
     
    Pelayo Duque coincide en señalar la buena sintonía que tenían entre las diputadas de todas las formaciones y censura el odio que destila la política hodierna: "Los políticos de hoy son unos irresponsables, están cometiendo un crimen de lesa patria. Sólo les pido respeto y que piensen en los españoles, ¿es tanto pedir?".
  • 9 de 12

    María Teresa Revilla

    María Teresa Revilla (Marruecos, 1936) era diputada de UCD y recuerda que el estupor inicial dio paso al "miedo". "Corría el rumor de que querían hacer un fuego en el centro del Hemiciclo", relata. El miedo, precisamente, paralizó a Landelino Lavilla, dirigente de su partido y expresidente del Congreso: "Pecó de excesivamente prudente, no estuvo a la altura".
     
    Dice haber olvidado nombres -se refiere a su compañero de al lado como "el diputado de Zamora"- y la mayoría de detalles -más allá de que su marido se encontraba en el Palace y que el bar del Congreso quedó arrasado-, pero jamás olvidará el "terror" vivido.
     
    En conversación con este medio, también reflexiona sobre el papel de la mujer en aquella legislatura: "Para mí el atractivo de la democracia era impresionante, estudié mucho, me leí constituciones extranjeras…". Y pese a todo tuvo que lamentar "algunos episodios machistas".
     
    De hecho, cuenta cómo dejó de ser presidenta de la Comisión de Cultura por mandar callar al ministro Ricardo de la Cierva. "Señor ministro yo no le he dado la palabra, le ruego que se calle", le censuró en público. "Todos los miembros de la comisión me miraron con horror; un mes después yo ya no era presidenta", asegura.
     
    Y aunque admite que la política ha avanzado mucho en este sentido, lamenta que "en el actual Gobierno hay alguna que otra ministra que me produce sudores". "Los políticos de hoy no valen para nada", zanja.
  • 10 de 12

    Carmen Solano Carreras

    Carmen Solano Carreras (Peñalba, 1945) recuerda con "horror" la entrada de los militares al Hemiciclo. "Yo jamás había oído un disparo", admite la entonces diputada socialista, que se sentaba cerca de Hipólito Gómez de las Roces: "Hipólito nos dijo que quien entraba era Tejero, y nos explicó que era quien estaba montando algo para tumbar la democracia".
     
    Tumbada en el suelo, refugiada bajo su escaño, sólo podía pensar en una cosa: "Dios mío, otra vez vuelta a lo mismo": "Después de todo lo que hemos hecho, de cómo hemos luchado, mis hijos vivirán una dictadura".
     
    Ese ambiente viciado por el tabaco que señalan algunas de las entrevistadas estuvo, en parte, instigado por Carmen Solano. "Yo fumaba muchísimo", cuenta. Concretamente, Piper, unos cigarrillos mentolados. "Recordé a las 10 de la noche que se estaba terminando el poco tabaco que me quedaba, así que pedí a uno de los guardias si era posible que un ujier me trajera un cartón del despacho de Víctor Carrascal".
    -Repartí tabaco por toda la Cámara: cuatro paquetes a la izquierda y cuatro a la derecha. Dos me los quedé yo.
    -Pero no se los fumaría enteros…
    -No, pero casi.
  • 11 de 12

    Eulalia Vintró Castells

    Eulalia Vintró Castells (Barcelona, 1945) estaba presente en el intento de golpe de Estado como representante del PSUC por la circunscripción de Barcelona. A sus 75 años, la catedrática de Filología Griega disfruta de su jubilación en Vallvidrera. Recuerda la escena, dice, "como si hubiera sido ayer".
     
    "A los pocos minutos de haberme echado al suelo tras los disparos, me di cuenta de que Santiago Carrillo, sentado dos escaños a mi derecha, no se había agachado. Seguía sentado e inmóvil" relata a EL ESPAÑOL.
     
    Vintro Castells, asustada, pasó su brazo por el de Jordi Solé Tura (PCE) y empezó a tirar del borde del pantalón de Carrillo mientras le decía: "¡Santiago, agáchate!". 
    -¿Y qué le contestó?
    -Él me dijo: "Tranquila, Eulalia. Si me han de matar, prefiero que lo hagan de cara y verlos venir". Y no se movió.
  • 12 de 12

    Nona Vilariño

    El primer comentario que compartió Nona Vilariño (36 años en 1981) con sus compañeros fue: "¿Quiénes son estos que vienen disfrazados de guardia civil?".
     
    Nadie se podía imaginar que la guardia civil iba a entrar en el Congreso!", rememora ahora. "Fue una reacción espontánea".
     
    Su compañero de escaño le quitó la gracia al asunto en seco: "Es el coronel Tejero". La risa mutó en segundos en perplejidad, en desconcierto. "Cuando me quise dar cuenta ya estábamos todos en el suelo".
     
    Nona, que ocupaba un escaño pegado al pasillo, recuerda con nitidez "la bota de un guardia civil pegada a mi boca y yo, tirada en el suelo, con la baba que se me caía...".
     
    Esta profesora de Historia, que fue diputada por Coruña, no sintió miedo físico por lo que pudiera pasar: "Lo que me dio es mucha vergüenza de estar yo tirada en el suelo del Congreso y de que en España todavía fuera posible esa escena. Avergonzada por lo que pudiera estar pensando mi hija".