Han pasado casi veinte años, pero el 'tamayazo' de 2003 en Madrid sigue siendo el hito al que siempre se recurre cuando las aguas de la política española se revuelven, como sin duda lo han hecho esta última semana.
Entonces dos diputados del PSOE en la Asamblea de Madrid, Eduardo Tamayo y Teresa Sáez, frustraron la investidura como presidente autonómico de Rafael Simancas, quien aunque perdió las elecciones contra la popular Esperanza Aguirre, había llegado a un acuerdo con Izquierda Unida con el que alcanzaba la mayoría de gobierno. Simancas denunció entonces una trama "golpista" y finalmente las elecciones se repitieron en otoño, con la victoria en este caso por mayoría absoluta del PP.
Ahora muchas opiniones estiman que lo ocurrido en Murcia a raíz de la moción de censura de PSOE y Ciudadanos contra el presidente Fernando López Miras y sobre todo por la manera en que tres de los diputados naranjas, expulsados este sábado del partido, le han puesto freno, es algo muy similar a lo ocurrido entonces.
Del 'tamayazo' habríamos pasado al 'murcianazo'. Cabe encontrar semejanzas y algunas diferencias, aunque sean de matiz, entre ambos episodios.
La génesis
En el caso de lo ocurrido en la Amsablea de Madrid en 2003, hay pocos ambages sobre la situación creada. Dos diputados del PSOE decidieron sabotear a su partido, que había llegado a un acuerdo de Gobierno con Izquierda Unida para acabar con los mandatos del PP en la región.
Un acuerdo que a nadie podía sorprender, con toda la coherencia ideológica y cuya intención de hacerlo no fue ocultada a nadie, tampoco a la opinión pública.
En el caso del 'murcianazo', nos entontramos con un volantazo sorpreviso con escasos o ningún precedente en la política democrática. Un partido que forma parte de un Gobierno de coalición, Ciudadanos, presenta, de la noche a la mañana, una moción de censura contra ese mismo Gobierno junto al primer partido de la oposición que, además, acepta que la candidata de la moción sea la portavoz del partido minoritario, quien además no había sido candidata en las últimas elecciones.
Los perfiles
Tamayo y Sáez eran perfectos desconocidos para el votante madrileño. El votante murciano, en cambio, conocía muy bien a una de las tres diputadas consideradas tránsfugas y expulsadas por Inés Arrimadas. Isabel Franco, que ahora seguirá ejerciendo como vicepresidenta en el Gobierno regional, fue la candidata a la presidencia del partido naranja en las autonómicas de 2019.
Llegó como uno de los muchos fichajes independientes de Albert Rivera, que defenestró al antiguo líder regional, Miguel Sánchez, y fue quien firmó con el propio López Miras el acuerdo de Gobierno. Luego cayó en desgracia con Arrimadas, quien la sustituyó por Ana Martínez Vidal, la candidata de la moción de censura con el PSOE.
En definitiva, Tamayo y Sáez no tenían un respaldo electoral directo, como ha tenido Franco, a quienes se han unido los diputados Valle Miguélez y Francisco Álvarez.
¿Tránsfugas o partidos rotos?
No es ninguna novedad que, como ocurre ahora en Ciudadanos, en los partidos políticos que sufren fuertes convulsiones haya divisiones de criterios y guerras fratricidas, cuyas consencuencias pueden derivar en votos parlamentarios distintos e incluso en grupos parlamentarios rotos.
La política española, en constante y convulsa mutación desde la irrupción de los nuevos partidos en 2015, ha dejado buenas muestras de ello. En octubre de 2016 quince de los ochenta y cinco diputados del PSOE votaron no a la investidura de Mariano Rajoy, en contra de las directrices del partido.
Entre ellos personas tan significadas hoy como la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Obviamente no recibieron nada a cambio, pero objetivamente no cumplieron con las directrices de su partido, y en una votación tan importante como una investidura.
En Podemos también se han producido casos de este tipo, y con dirigentes de gran relevancia. En noviembre de 2018, la dirección del partido morado decidía expulsar a la entonces concejal en el Ayuntamiento de Madrid y portavoz del gobierno municipal de Manuel Carmena, Rita Maestre, junto a otros cinco ediles.
No quisieron concurrir a las primarias de la formación y por eso sufrieron esa medida disciplinaria, meses antes de que el líder de lo que entonces era el principal sector crítico de Podemos, Íñigo Errejón, consumara su escisión, que fue considerada una traición en toda regla por Pablo Iglesias y el aparato morado.
La situación de división e incertidumbre hoy en Ciudadanos es parecida. Nada más conocerse la iniciativa en Murcia un dirigente de peso como el líder en Valencia, Toni Cantó, solicitó la convocatoria de una Ejecutiva Nacional extraordinaria, que finalmente tendrá lugar este lunes. Otros cargos públicos están promoviendo incluso que se convoque al Consejo General, el máximo órgano entre congresos.
¿Tránsfugas o valientes?
En ocasiones anteriores las rebeliones de algunos diputados contra los designios de su partido, aunque no se produjeran finalmente, han sido incluso alentadas por algunos.
La propia Inés Arrimadas animaba públicamente a finales de 2019, nada más coger las riendas de Ciudadanos después de la dimisión de su antecesor, a que hubiera "valientes" en el grupo del PSOE en el Congreso que no votasen a favor de la investidura de Sánchez.
Algo que después del acuerdo con Podemos se sustanció -con el apoyo activo o pasivo de otros grupos minoritarios, incluidos los independentistas catalanes y vascos- en los primeros días de 2020. Entonces los socialistas le acusaron de estar promoviendo "un tamayazo" a nivel nacional.
Y por último estaría la variante de los dirigentes políticos que cambian súbitamente de formación, eligiendo además el momento para dar un duro golpe a uno u otro partido. De esto Ciudadanos sabe mucho, porque tanto lo ha practicado como lo ha sufrido.
En 2019 la que entonces era diputada del PSOE, Soraya Rodríguez, partido en el que había llegado a ser portavoz en el Congreso, se incorporó a las listas europeas de Ciudadanos.
También en ese año, el partido naranja dio una campanada cuando en plena campaña de las elecciones generales el que entonces era nada menos que presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, abandonaba su partido de siempre para anunciar que se integraría en la lista de Ciudadanos liderada por Ignacio Aguado.
El hoy ex vicepresidente de la Comunidad de Madrid le presentó en sociedad elogiando su "valentía" como también hizo Rivera. Garrido había aceptado hacía poco tiempo figurar en la lista europea del PP.
Más recientemente, el penúltimo día de 2020, la que había llegado a ser líder de Ciudadanos en Cataluña, Lorena Roldán, anunciaba por sorpresa su abandono de las filas naranjas para incorporarse a la lista del PP a las elecciones catalanas del 14 de febrero, cuando salió elegida diputada en el Parlament por Barcelona.
Los tres diputados murcianos siguen siendo parlamentarios de la Asamblea de Murcia y ahora forman parte de su Gobierno, salvo Franco que ya era vicepresidenta del mismo. Ya no son militantes del partido naranja y no sería imposible que recalasen finalmente en las filas del PP con el que ahora gobernarán.