En Moncloa no dan puntada sin hilo. Desde el inicio del terremoto político de la última semana, el entorno de Pedro Sánchez tenía prevista la posible reacción de Isabel Díaz Ayuso. No en vano, la presidenta madrileña "lleva desde junio del año pasado buscando una excusa para adelantar las elecciones y tratar de librarse de Ignacio Aguado, aprovechando el debilitamiento de Ciudadanos". Y en el PSOE no ha sorprendido el lema elegido por la lideresa madrileña. "¿Socialismo o libertad? Vale... a eso respondemos que, en realidad, es ultraderecha o libertad".
La operación Murcia se diseñó en el entorno del presidente, porque el beneficio para el PSOE lo es para el Gobierno, y viceversa. Terminara saliendo bien o mal la moción de censura, Sánchez salía reforzado. Se ha mostrado como un líder capaz de pactar con la extrema izquierda -Podemos-, con los nacionalistas -ERC y Bildu- y con los liberales -Ciudadanos-.
Y ampliando el foco a los de Inés Arrimadas, ha empujado a Pablo Casado a la derecha: la reacción del PP en Madrid no le va a dejar más opción que echarse en brazos de Vox tras las elecciones de mayo. Así que sí... "ultraderecha o libertad" será el mensaje inspirador de los discursos del PSOE, tal como explican a este periódico fuentes autorizadas del entorno del presidente.
Si Sánchez quiere seguir en el poder, le conviene "pasearse libremente por el espacio político del centro", y no sólo por el de la izquierda, como hasta ahora. Y para eso, favorecer a Ciudadanos es una apuesta doble: demuestra capacidad de negociación y beneficia a un partido al que Sánchez quiere tener como socio alternativo siempre a mano.
Hay quien se hizo el sorprendido esta semana pasada de que las negociaciones con Ciudadanos para la moción de censura en Murcia se llevaran desde la sede de Presidencia. Pero es tradición en España que el partido de Gobierno se diluya en las estructuras del Ejecutivo: toda la estrategia de poder se subsume en la gubernamental. Y todo lo que beneficia al presidente, claro, conviene al partido... del que es secretario general.
Otra que no improvisa es la presidenta de la Comunidad de Madrid, y candidata del PP a la reelección en las elecciones que ella misma acaba de adelantar. Isabel Díaz Ayuso no es la que quemó los puentes con Vox, sino su jefe, Pablo Casado. No es ella la que ha criticado a los de Santiago Abascal. Al contrario, ha defendido la legitimidad democrática de su, hasta ahora, socio externo. Y no es ella la que ha tratado de apaciguar el mensaje del PP, sino que le ha comido el espacio del discurso duro a Vox, sin rehuir un solo enfrentamiento directo con el PSOE, con la Moncloa, con el Gobierno... y con el mismo Sánchez.
Quién sigue a quién
Tampoco se da puntada sin hilo en la sede de Vox. Si algo saben hacer los nuevos partidos que habitan los extremos de la política española es manejar el nuevo -ya no tan nuevo- entorno de comunicación de las redes sociales. De hecho, si Vox se puede permitir el lujo de vetar a varios medios de comunicación, a muchos -entre ellos, este diario-, es porque hoy la prensa ya no es imprescindible para llegar a su público. De ahí que el gestor de la cuenta del partido de Abascal tuviese el detalle, este pasado viernes, de darle a "seguir" en el botón del perfil de Isabel Díaz Ayuso en Twitter.
Ayuso tiene más de 435.000 followers en esta red, en la que se hace el ruido político y de la que beben los partidos y los medios para saber qué se quieren hacer y decir unos a otros. No es gratuito que Vox haya querido formar parte de los que se han subido a sus mensajes en estos últimos días. Ha querido que se vea.
Y eso mismo lo saben en Moncloa. El equipo de estrategia del presidente se ha llevado un revolcón en la última semana: todo lo que parecía una jugada maestra el pasado miércoles a primera hora, el viernes a mediodía se entendía triunfo de Teodoro García Egea: la moción de Murcia fracasa, el PSOE no desaloja al PP, la vía Ciudadanos se cierra porque el partido zozobra ante el grave tropezón en el que desemboca el movimiento audaz de Arrimadas... y además, Ayuso va a arrasar el 4 de mayo en las urnas, según los sondeos, fortaleciendo a los populares en la capital y como alternativa de poder.
El PSOE sí lo previó
Pero las fuentes consultadas en el entorno del presidente, Pedro Sánchez, piden calma: "La política son hechos", dicen, y todo este análisis hecho más arriba es precipitado, porque incluye conclusiones hipotéticas. "Y las hipótesis ya están todas, también, analizadas".
Este periódico desveló el pasado jueves cómo se precipitó toda la operación antes del murcianazo de Teodoro. Una llamada de Carlos Cuadrado, mano derecha de Arrimadas, a Félix Bolaños, secretario del presidente del Gobierno, activó la moción de censura, y todo se negoció con la velocidad que permitía haber hablado ya muchas veces, "durante meses", sobre esta posibilidad.
Durante esas conversaciones, las previas y las posteriores a ese telefonazo, los negociadores socialistas plantearon a los de Ciudadanos la extensión de la ofensiva "a todos los territorios" donde los liberales gobiernan en coalición con el PP... Sobre todo a Madrid: "Si hablamos de Murcia, ¿por qué no hablamos de todo?", relata a este periódico un portavoz del PSOE que se le trasladó al entorno de Arrimadas.
"No nos digáis que el Gobierno de Madrid funciona, no nos digáis que mantener al PP, después de 25 años y todos los casos de corrupción imaginables, es ser un partido de centro que quiere regenerar la democracia...".
Inés se negó, sus motivos tenía, y confió en que el partido de Casado no reaccionaría anticipando elecciones en ninguna autonomía, "porque dependen de nosotros en todas, menos Galicia", continúan explicando las fuentes consultadas en la negociación. Pero si los liberales creyeron que ni siquiera Ayuso se tiraría a la piscina, en Moncloa sí lo tenían previsto.
Todo conviene
Y no sólo para advertir a Arrimadas, sino para tirar de dossier y argumentario: "Si Ayuso plantea 'socialismo o libertad', nosotros diremos 'ultraderecha o libertad'... su movimiento acorrala a Casado, no le quedará más remedio que desdecirse y echarse en manos del abrazo del oso".
El oso, claro, es Abascal. Y el autor intelectual del planteamiento es, evidentemente, Iván Redondo.
En esta semana tan convulsa, líderes de todos los partidos implicados -que, al final, han sido todos, desde Vox a Podemos- han acabado incluyendo en conversaciones con este periódico alguna observación comentando la capacidad que tiene Pedro Sánchez de que "todo lo que pasa le conviene".
Y a eso, las fuentes del entorno del presidente responden destacando la capacidad que demuestra el rasputín para Moncloa de adelantarse a los acontecimientos. "No acierta en todo, claro que nos equivocamos", explica otro miembro del equipo de Moncloa. "Pero muchas veces, cuando nos estamos lamiendo las heridas, él ya está dos pantallas por delante, comentando que, en el fondo, nos conviene... y le da la vuelta a la situación".
Y de ahí que el planteamiento con el que el PSOE afronta, al menos, la precampaña en Madrid -a pesar de seguir oficialmente en modo moción de censura, hasta la decisión definitiva del TSJ de Madrid, desde el mismo miércoles actúan como si el 4-M fuese a haber elecciones regionales-, no sólo esté preparado, sino que encaja como un guante en la estrategia seguida hasta ahora: igualar al PP con Vox, mostrarlo como un partido acogotado por la presión de la extrema derecha, asustado por el alza de Abascal, e incapaz de "apostar por su misión de Estado".
¿Qué le dijo Sánchez el mismo miércoles a Casado en el Congreso? "Deje de ser el aperitivo del plato fuerte que viene después en cada sesión de control". ¿Y qué le dijo a Abascal? "Uno prefiere el aperitivo porque el plato fuerte se le atraganta".
¿Improvisó el presidente? "No, claro", contestan las fuentes. ¿Fue una novedad? Tampoco.
La bancada azul del Congreso lleva desde el inicio de la legislatura no dejando pasar una sola ocasión para equiparar al PP con Vox, para empequeñecer a Casado ante Abascal... y para, como remate, colgar a ese partido y a ese líder todas las etiquetas que llevan los prefijos "extremo" y "ultra". Nadie se sorprenderá de que ése siga siendo el mensaje del PSOE en la campaña del 4-M.
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