Además de la juventud de los líderes de la organización, lo que más sorprendió a los agentes que iban tras ellos fue su meticulosidad. La profesionalización. La planificación al milímetro. Para ellos resultaba importante pasar desapercibidos. Quizá por eso, en sus viajes para negociar las transacciones de cocaína, los líderes de este clan trataban de ir siempre trajeados. La máxima era aparentar ser verdaderos empresarios por si fueran identificados o detenidos en cualquier control policial.
La sofisticación lleva al ingenio, y el ingenio bien utilizado puede terminar siendo crucial. Por esso la banda contaba con una serie de pisos de seguridad a los que no todos sus miembros podían acceder. Cada uno de los tres inmuebles, donde ocultaban parte de las sustancias que luego distribuían por todo Madrid, se situaban muy cerca de alguna salida próxima a la M-30. De ese modo, si en algún momento la Policía Nacional caía sobre ellos tenían altas probabilidades de escapar con enorme rapidez.
Cuando quisieron darse cuenta, los investigadores de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional se encontraron ante una de las organizaciones más estructuradas y profesionales que hubieran investigado y desarticulado hasta el momento. Habían dado, en concreto, con la mayor red de distribución de cocaína de la capital de España.
En la cúpula de este entramado estaban Said y Moustafa, dos hermanos marroquíes con edades comprendidas entre los 30 y los 40 años. Pese a su juventud, Said, la cabeza pensante de la banda, poseía una extensa red de contactos. Los agentes detectaron cómo el joven recorría constantemente países de medio mundo. En ellos se veía con proveedores y con los líderes de otras organizaciones que le pudieran proporcionar el material necesario que luego introducía en territorio nacional.
Narcoabogados, hermanos, plantaciones de marihuana... El entramado ha sido desarticulado hace tan solo unos días en el marco de la 'Operación Toga'. Esta se ha llevado a cabo en las provincias de Badajoz, Guadalajara, Madrid, Málaga y Valencia. Doce personas han sido detenidas en el transcurso de la operación. Los agentes, en los registros, hallaron numerosas armas blancas y de fuego, y llegaron a incautar 600 kilogramos de cocaína.
El modus operandi
El modus operandi de la organización era relativamente sencillo: mediante la compra de grandes plantaciones de marihuana a sus cultivadores a lo largo de toda la geografía nacional, el líder de la banda, Said, conseguía sufragar los costes que eran necesarios para posteriores operaciones de mayor envergadura. Bien de tráfico de cocaína o de hachís en cantidades industriales a través del Estrecho.
Su hombre de confianza, el jefe de operaciones, era su hermano Moustafa. Él era el brazo ejecutor, el encargado de controlar y supervisar las funciones del resto de miembros de la banda. Cumplía además la función de actuar como nexo de unión entre la cúspide de la organización y los mandos intermedias.
Moustafa asumió un rol principal en todas las actividades de campo: las tareas de logística, patrimoniales, de transportes, de comercialización y de distribución, pero manteniendo siempre y en todo momento estrictas medidas de seguridad.
Dentro de la estructura de la organización diseñada por Said, encontramos a otro de sus hermanos, Mohamed, quien es considerado por Said y Moustafa como el testaferro perfecto para sus planes.
Una vez que las plantaciones eran recolectadas, se entregaba el producto a la organización, que procedía a envasar la sustancia vegetal en los garajes y naves habilitados al efecto para, acto seguido, enviarla mediante paquetes de unos 20 kilogramos al centro de Europa y a Países Bajos, países donde existe una fuerte demanda de esta sustancia estupefaciente. Y donde se vende a un precio cuatro veces mayor que el que se paga por él en España.
Las armas
Otra de las características de esta organización era la capacidad para ejercer la violencia. Contaban con un nutrido elenco de armas. Cuchillos de caza, defensas extensibles, puños americanos (entre ellos uno eléctrico), pistolas traumáticas, bastón estoque o incluso una catana.
Durante meses, los agentes de la UDYCO siguieron los pasos de la organización. Los seguimientos a los que fueron sometidos permitieron determinar cuales eran los inmuebles que utilizaban como pisos de seguridad.
Cada uno de los miembros tenía perfectamente delimitadas sus labores. Excepto los cabecillas, el resto de integrantes, de edades más avanzadas, eran todos de la ciudad de Madrid. Ya habían trabajado para otras organizaciones en la zona y conocían bien el negocio en la ciudad. Contaban con los contactos precisos para desarrollar toda esa actividad.
Entre ellos, figuraba un 'narcoabogado' cuya trayectoria tampoco deja a nadie indiferente. Se trata de un letrado que, según fuentes de la investigación, es conocido por ellos como "el abogado de la mafia". Un tipo que ejercía su oficio colegiado en el Colegio de abogados de Alcalá de Henares. Contaba con 13 años de experiencia como abogado en activo.
Además de su actividad profesional, llegó a ser juzgado por un altercado a mediados de los 90 contra tres punkies en la capital. Le cayeron 12 años de prisión.
El 'narcoabogado' no solo les prestaba asistencia jurídica. También representaba los intereses jurídicos de la banda y formaba parte activa de las actividades ilícitas de la organización. Les asesoraba en las cuestiones básicas de blanqueo de capitales. Era también el responsable de ejecutar transacciones de cocaína con proveedores y distribuidores. Estaba metido hasta el fondo.
La distribución de la droga
Una vez la cocaína se llegaba a España, través de puertos como los de Valencia o Algeciras, la organización activaba una importante red de almacenamiento y distribución. Ocultaban con rapidez la sustancia estupefaciente.
No resultó fácil para los agentes el seguirles de un lado para otro. Lo sofisticado de la banda les llevaba a dividir entre ellos el riesgo. Por ese motivo separaban el dinero de la sustancia estupefaciente. Ofrecían, para más inri, su mercancía de una forma novedosa.
Hasta el momento las transacciones de cocaína solían hacerse de kilo en kilo. No obstante, este grupo habría encontrado la posibilidad de poder hacer el ofrecimiento de esa mercancía en porciones menores, es decir, cada kilo era distribuido en tres partes, tres pequeñas tabletas de 370 gramos (a 10.000 euros cada una) que llegaban ya empaquetadas desde su lugar de origen.
De este modo la organización había encontrado una manera más comercial y eficaz de darle salida a la droga que almacenaban al poder vender en cantidades menores los kilos que les iban llegando.
Cuando les atraparon a todos, hallaron 20 coches de alta gama. Entre ellos un Mercedes-Benz, modelo AMG G63 valorado en mas de 150.000 euros y un Ferrari GTC cuyo valor supera los 250.000.