Ha pasado un mes desde que el escenario político español implosionó como casi nunca antes. El 10 de marzo, la moción de censura de PSOE y Ciudadanos en Murcia, a la postre fallida, y el adelanto electoral que apenas horas después decretaba la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, provocaban una serie de sucesos cuya dura digestión aún dura para sus protagonistas.
Baste decir que Pablo Iglesias abandonaba el Gobierno de España apenas un año después de convertirse en vicepresidente segundo del mismo para liderar insospechadamente la candidatura madrileña de Podemos, o que Toni Cantó pasaba en apenas semanas de líder de Ciudadanos en Valencia a integrante de la lista del PP para la Asamblea de Madrid.
Todo ello mientras se ponía en marcha una Opa política en toda regla de los de Pablo Casado a los de Inés Arrimadas. Una operación en la que es clave el que fue secretario de Organización de Ciudadanos con Albert Rivera, Fran Hervías, quien como desveló EL ESPAÑOL ayudó a abortar la moción en Murcia y empezó a trabajar con los populares poniendo a su servicio toda la red territorial naranja. Un entramado que nunca dejó de controlar y que, como también reveló este periódico, le sirvió incluso para sus negocios privados.
Quizás por la envergadura y notoriedad de todo lo anterior ha quedado más en sordina un hecho incuestionable: el conocido ya como 'murcianazo' es, al margen de los tránsfugas que lo posibilitaron, un error estratégico de Ciudadanos cuya errónea puesta en escena admitía esta semana la propia Arrimadas en su primera entrevista en prensa escrita desde lo sucedido, concedida a este diario.
Pero sin duda también lo es del PSOE, o lo que es lo mismo, de Moncloa, donde se ideó ese asalto a un gobierno regional del centroderecha.
Un borrón táctico de Pedro Sánchez y sus colaboradores al que hay que sumar el fracaso de otra moción de censura, la presentada en Castilla y León, anunciada antes incluso que la de Murcia pero que ni siquiera una procuradora tránsfuga de Ciudadanos en las Cortes autonómicas pudo hacer posible. Esta vez el equipo de fontaneros de prestigio del jefe del Ejecutivo no tuvo el éxito de, por ejemplo, la operación Illa, que se saldó en febrero con la primera victoria del PSC en unas elecciones autonómicas en Cataluña en toda su historia.
Un plan ambicioso
El plan del líder del PSOE era, sin duda, ambicioso. Se trataba de conseguir arrebatarle de un plumazo al PP, al menos, dos ejecutivos autonómicos y ahondar en la relación con Ciudadanos, que desde el batacazo de Rivera en 2019 y su posterior dimisión había dejado de ser un partido que vetaba a los socialistas.
Ahora, las relaciones se estrechaban cada vez más y la moción en Murcia fue urdida por el entonces todopoderoso vicesecretario general naranja, Carlos Cuadrado (otra víctima de toda esta convulsión política al ser relegado en su papel en la Ejecutiva) y el secretario general de la presidencia, Félix Bolaños, uno de los hombres de la máxima confianza del presidente.
Prueba de esa buena relación es que Arrimadas y Sánchez abrieron una vía de comunicación en 2020 que permitió, primero, aprobar con el voto del partido naranja las últimas prórrogas del primer estado de alarma e incluso iniciar conversaciones sobre los Presupuestos Generales del Estado.
Finalmente, sin embargo, las cuentas públicas, tal y como quería Podemos, salieron adelante con el respaldo de ERC y Bildu, una compañía que para el partido liberal se hizo incompatible.
Un mes después del murcianazo, Castilla y León y Murcia siguen teniendo gobiernos populares, el segundo de ellos, tránsfugas de Ciudadanos mediante, ahora monocolor del PP. Y además, los populares prevén reforzarse el 4-M en Madrid, con una Isabel Díaz Ayuso menos necesitada de apoyos.
El partido naranja, por su parte, afronta una crisis que bien podría ser terminal si Edmundo Bal no logra el 4 de mayo el 5% de votos mínimo para entrar en la Asamblea de Madrid. Y eso no sería del todo una buena noticia a medio y largo plazo para un Sánchez que siempre ha aspirado a ejercer la geometría variable parlamentaria.
En 2020, sin ir más lejos, logró la investidura con el sí de Podemos y otros grupos minoritarios y la abstención de los independentistas vascos y catalanes; llevó hasta el final el primer estado de alarma con el sí de Ciudadanos, sumado al de Podemos, y para los Presupuestos obtuvo por primera vez el sí de ERC y Bildu. Tres modelos distintos de apoyo para las tres pruebas más importantes del primer año de su segundo mandato como presidente.
¿Redención en Madrid?
Pero además del fracaso en Murcia y Castilla y León, el PSOE tampoco estuvo rápido de reflejos en Madrid el mismo 10 de marzo. Nada más conocerse que Ayuso destituía a Ignacio Aguado, de Ciudadanos, como vicepresidente, y disolvía la Asamblea de Madrid, Más Madrid se le adelantaba en el registro de la cámara autonómica.
Los de Íñigo Errejón presentaban unos minutos antes que el PSM una moción de censura que, de haberse llegado a debatir (el Tribunal Superior de Justicia de Madrid dictaminó que prevalecía la disolución del Parlamento sobre las mociones) habría sido la primera en tramitarse. Y Mónica García habría sido la candidata, no Ángel Gabilondo.
En esta coyuntura Moncloa tuvo que paralizar el plan de relevo en el socialismo madrileño que llevaba tiempo preparando. Todo pasaba por hacer Defensor del Pueblo a Gabilondo y encontrar a otra persona como candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2023.
Finalmente, se ratificó al cabeza de lista con resignación, si bien en el número dos de la lista del PSM se ha incluido a la que es la gran apuesta de futuro de Sánchez para la región, la hasta hace unas semanas secretaria de Estado de Migraciones, Hana Jalloul.
Con una precampaña que recuerda al Sánchez de 2019, en la que Gabilondo está poniendo serios reparos a un acuerdo después del 4-M con Podemos, o al menos con "este Iglesias" como llegó a afirmar, el PSOE trata de redimirse en Madrid de sus resbalones en Murcia y Castilla y León, donde los liderazgos regionales han quedado seriamente dañados.
La empresa no es fácil, aunque el CIS de José Félix Tezanos vuelve a elevar el optimismo de la izquierda, dibujando una posible suma para que Gabilondo suceda a Ayuso en la Puerta del Sol, en clara disonancia con el resto de encuestas.
El último barómetro de SocioMétrica para EL ESPAÑOL otorga la mayoría al bloque del centroderecha, en el que Ciudadanos -a diferencia de en el CIS- sí obtendría el 5% de los votos y con ello siete escaños que podrían hacer a Ayuso revalidar su mayoría. Aunque también refleja un auge de la izquierda con respecto a encuestas realizadas anteriormente.
Si finalmente Ayuso revalida su mayoría para gobernar, en solitario o con la compañía de Vox y/o Ciudadanos, el PSOE seguirá en la oposición en Madrid, donde como en Murcia y Castilla y León lleva décadas.
En apenas un mes, Moncloa ha tenido dos serios borrones estratégicos, aun eclipsados por otros acontecimientos de mayor envergadura política: la pandemia, las cifras revisadas de crecimiento, el caos de las vacunas... Sin embargo, la redención que supondría recuperar el poder en Madrid tras un cuatro de siglo de gobiernos del PP los haría olvidar rápidamente.