El viernes 23 de octubre de 2020, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aparecía en los medios para constatar el difícil momento por el que estaba pasando España, en plena segunda ola de la pandemia, y anunciar unos días "muy duros" para la ciudadanía de cara a lo restante del otoño.
En aquel momento, la incidencia acumulada a 14 días estaba en 361,66 casos por 100.000 habitantes a nivel nacional, lo que parecía un auténtico escándalo. La palabra "confinamiento" rondaba por todas las conversaciones y rumores, como si fuéramos niños en espera de un castigo.
No tuvieron que pasar ni 48 horas para que el Consejo de Ministros se reuniera de urgencia un domingo a las 10 de la mañana con el fin de decretar el estado de alarma. Una medida pensada para las dos siguientes semanas con la idea de, si el Congreso así lo refrendaba, prolongarlo hasta el 9 de mayo.
El objetivo, según palabras del propio presidente, era bajar la incidencia a 25 casos por 100.000 habitantes, el umbral que había fijado la Unión Europea para considerar a un país "seguro" según su semáforo de alerta. El presidente confiaba en lograrlo antes de Navidad y así poder"salvar" las fiestas.
Este objetivo de 25 casos por 100.000 habitantes puede parecer disparatado ahora, pero no lo parecía tanto entonces. Al fin y al cabo, en junio y buena parte de julio, España se había movido incluso por debajo de los 10 casos por 100.000 habitantes. El reto era repetir éxito sin repetir medidas, es decir, sin confinamiento estricto.
Sánchez fijó el objetivo, delegó la responsabilidad en las comunidades autónomas y dejó que cada una hiciera lo que buenamente pudiera, después de haber hecho una incursión intervencionista en Madrid que, meses después, hemos visto que no fue la mejor idea electoral.
Ya con el estado de alarma vigente y las consiguientes limitaciones de movilidad y horarios comerciales, la incidencia de la segunda ola siguió subiendo aún unos cuantos días, hasta que el 9 de noviembre tocó techo en 529,43 casos por 100.000 habitantes. La "cogobernanza" consistía en realidad en diecisiete modelos distintos para combatir una pandemia común y el paraguas del Consejo Interterritorial de Salud para intentar alcanzar consensos que no siempre eran tales.
Pese a todo, y principalmente gracias a la aplicación masiva de tests de antígenos en casi todas las comunidades, junto a medidas no tan gravosas como las de la primavera anterior pero suficientemente eficaces, la transmisión volvió a ceder a lo largo del mes de noviembre… y no hubo que esperar mucho para volver a oír hablar de la cifra mágica.
El 3 de diciembre, con una incidencia que había bajado a 240,89, diez veces mayor que lo marcado por el Gobierno, Fernando Simón reconocía en rueda de prensa que, en efecto, quizá se había pecado de optimismo. Aunque el director del CCAES, sorprendentemente, no descartaba que se llegara a esos 25 casos por 100.000 habitantes, reconocía que era "muy improbable".
Sí daba por hecho, sin embargo, que serían varias las comunidades que lograran ese objetivo en los siguientes días. Una semana después, viendo que el Consejo Interterritorial decretaba la apertura del país durante buena parte de las Navidades contra su propio criterio, el propio Simón afirmaba que, con bajar a 100 en enero, ya estaría bien.
El resto ya lo saben: la tercera ola nos pasó por encima con una intensidad similar al tsunami de marzo de 2020, dejando más de 20.000 muertos y con picos de incidencia que rozaron los 1.000 casos por 100.000 habitantes de media nacional. De nuevo, diez veces los previstos por el ministerio de Sanidad y su epidemiólogo de referencia. Unas cuarenta veces los anunciados por el presidente del gobierno.
Desde entonces, se acabaron las profecías y los pronósticos, por supuesto, y nadie volvió a hablar de los 25 casos hasta que en plena desescalada de febrero, Pedro Sánchez volvió a redundar en la idea. El repunte de marzo le hizo abandonar toda esperanza y la cifra no se ha vuelto a mencionar en ningún foro público.
¿Hasta qué punto ha estado lejos esa referencia de la realidad durante el estado de alarma que acaba el próximo domingo? Bien, desde el 23 de octubre de 2020, el día con menor incidencia a 14 días fue el 17 de marzo de 2021, cuando se notificaron 127,91 casos por 100.000 habitantes en los catorce días anteriores. El mínimo ha sido cinco veces mayor que el máximo previsto.
Si miramos por comunidades autónomas y pese al convencimiento de Fernando Simón, lo cierto es que no hemos visto incidencias inferiores a 25 en ninguna. La que más cerca ha estado ha sido la Comunidad Valenciana, que se quedó en 26,58 el pasado 29 de marzo.
Los últimos datos publicados por el Ministerio este mismo viernes reflejan una incidencia acumulada de 198,60 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días. No son malos datos comparativamente hablando, pues nos alejamos cada vez más de la zona de riesgo extremo (250), un listón que ahora mismo solo superan 6 CCAA (País Vasco, Madrid, Aragón, Cataluña, Navarra y Melilla).
Las comunidades con menor incidencia siguen siendo la Comunidad Valenciana (40,54) e Islas Baleares (60,53). ¿Es posible que alguna de ellas en algún momento cercano alcancen el objetivo propuesto por el Ministerio hace más de seis meses? Por supuesto, pero tampoco será fácil: las incidencias a 7 días aún no nos indican tanta bajada en ningún sitio. Alcanzar los 25 casos por 100.000 habitantes en 14 días presupone estar en torno a 10 en 7 días. Comunidad Valenciana está en 16,45. El resto, muy lejos.
Aparte, el hecho de que no haya tampoco consenso a la hora de imponer medidas comunes tras el estado de alarma y que todo quede en manos del marco jurídico al que se adapten las decisiones regionales no invita al optimismo. Si sumamos una cierta sensación de desidia, como si esto fuera cosa del pasado (2.183 pacientes siguen en estado crítico, más de un 21% de ocupación sobre recursos máximos en UCI), es posible que veamos un pequeño -o no tan pequeño- repunte en los próximos días.
Quedémonos de momento con la última cifra y constatemos: si el objetivo era bajar de 25, nos hemos quedado ocho veces cortos. Visto lo visto, podría haber sido incluso peor, pero no sé si eso sirve de consuelo alguno.
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