Recuerden que el mantra es “en la quinta ola no habrá tantos hospitalizados” y por mucho que se repita no dejará de ser verdad. Es esta, pues, una ola extraña, eso ya lo sabíamos, que tendremos que ir descubriendo de a poco, detalle a detalle, para valorar si la bajada en enfermos graves ya justifica la complacencia o si hay otros factores -Covid persistente, saturación de la atención primaria, riesgo individual…- que nos deberían hacer replantear el supuesto por el cual una enfermedad solo vale lo que valen sus ingresos en UCI.
En ese sentido, los datos del lunes vienen a confirmar lo que ya vimos a finales de la semana pasada: conforme van aumentando las incidencias, va disminuyendo el porcentaje de aumento. Es algo lógico y que siempre ha sido así. Tarde o temprano, incluso sin grandes medidas, acabas llegando al punto más alto y a partir de ahí bajas.
De entrada, este fin de semana hemos tenido en torno a 47.500 casos nuevos, si sumamos los notificados en sus informes locales por Cataluña y Baleares que no aparecen en el informe de Sanidad. Eso es un 48,43% más que el fin de semana pasado… pero es que los del fin de semana pasado fueron el triple que los del anterior. La sensación es que el día con más casos nuevos puede estar ya muy cerca o incluso haber pasado. Recordemos que estamos en números de tercera ola.
La incidencia acumulada en 14 días sube a 368 casos por 100.000 habitantes pese a los citados problemas de transmisión. Actualizando las cifras, hablaríamos ya de una incidencia de 400,41. La incidencia semanal estaría, y hablamos de nuevo de cifras aproximadas que entendemos que se actualizarán mañana, en torno a los 257. Eso quiere decir que a lo largo de la semana no es ya que lleguemos a los 400, como dijo Fernando Simón en rueda de prensa, sino que probablemente superemos los 500.
Ahora bien, insisto, es verdad que hay menos ingresos hospitalarios y menos hospitalizados totales. Aún menos UCIs y, miel sobre hojuelas, menos muertos. Eso no quiere decir que no haya aumentos sino que son más leves que los que hemos visto en otras ocasiones. Por ejemplo, en el mundo sin vacunas, normalmente el 10% de los casos se traducían en hospitalizados y a su vez el 10% de hospitalizados derivaban a UCI.
Con un total aproximado de 122.000 casos añadidos al acumulado en la última semana, deberíamos hablar de 12.200 hospitalizados nuevos, unos 1.750 al día, cuando este lunes se han notificado 682… y es la cifra más alta del último mes.
El total de ocupación hospitalaria sube un 42,93% de lunes a lunes, pero observar esta cifra en términos nacionales puede ser un poco engañoso. Vemos subidas demasiado elevadas a nivel local: por ejemplo, Cantabria, Comunidad Valenciana y Castilla y León siguen subiendo por encima del 50%, cifra preocupante. Incomparable con lo que hemos visto hasta ahora… pero inquietante en sí misma.
Cataluña directamente dobla su ocupación en solo siete días. La ocupación UCI se mantiene en una tendencia más suave. La subida es de “apenas” un 16,72% y el total de críticos Covid sobre el total de camas ampliables está en un 7,87%. Nada que ver con el 40-45% de media nacional que vimos en enero y febrero. De hecho, solo Cataluña y Madrid están por encima del 10%.
Todos estos datos son buenos, por supuesto, pero disparar la incidencia, como vemos en Cantabria, Castilla y León, Navarra y Cataluña, todas ellas rozando o por encima de los 500 casos por 100.000 habitantes, es jugar con fuego. A ese nivel de transmisión, entramos en lo desconocido.
¿Cómo se controla que no haya nuevas variantes, que no sean más peligrosas ni contagiosas, que no invaliden nuestras benditas vacunas? Consiguiendo que el virus no mute porque no tenga dónde ni cómo. Reduciéndolo a su mínima expresión y controlándolo por completo. No es algo que se pueda hacer con casi 200.000 casos cada catorce días.
Entiendo que el regusto apocalíptico de determinados medios de comunicación haga desconfiar al ciudadano medio, harto ya de tanta alarma. Ahora bien, si hablamos de estos riesgos es porque existen: hay que controlar la transmisión porque lo contrario es objetivamente peligroso.
Dejar que un virus con una letalidad de origen en torno al 1-1,5% campe por sus anchas en una sociedad supone una amenaza evidente. De momento, estamos protegidos, pero, ¿cuánto tiempo más lo estaremos? Y cuando esa protección acabe, ¿qué estaremos haciendo para evitar que una ola como esta de contagios no derive también en hospitalizaciones y muertos?
Ahí es donde entra Reino Unido, que se ha ofrecido voluntariamente como conejillo de indias. Basta con haber visto la Eurocopa para entender que tienen un sentido del riesgo muy curioso. A partir del 19 de julio, adoptarán el protocolo “cero medidas”. Todo serán recomendaciones que apelen al sentido común, pero no habrá restricciones oficiales como tales. A ver qué pasa.
Su idea es adelantar un posible rebrote de otoño y seguir inmunizando. Ahora mismo, su situación es muy similar a la nuestra: después de casi dos meses del comienzo de su repunte, siguen subiendo los casos, pero no tanto los hospitalizados ni los fallecidos. Hay ahora mismo, según el NHS, 2.798 hospitalizados solo en Inglaterra (el doble que hace dos semanas) de los cuales 433 están en UCI.
Como se ve, son aumentos a tener en cuenta y parece que nosotros vamos en la misma dirección, lo que nos llevaría pronto a los 8.000 hospitalizados, poca cosa en comparación con los más de 25.000 que vimos en la primera y en la tercera ola.
En cuanto a fallecidos, Reino Unido ha pasado de promediar seis por día a principios de junio a los veintinueve actuales. Han multiplicado por cinco en poco más de un mes. Teniendo en cuenta que nuestra media consolidada está en un mínimo interanual de 9,5 diarios, nos podríamos ir a mediados de agosto a unos 50, es decir, una progresión de 1500 mensuales.
¿Será eso exactamente así? Es imposible saberlo, aunque queremos pensar que serán muchos menos. Las vacunas harán su efecto, aunque Reino Unido está ligeramente por delante que nosotros en ese sentido, así que, en principio, nuestras cifras deberían ser peores.
Toca remitirse al primer párrafo y apelar a una mezcla de paciencia y prudencia: hay demasiadas cosas que no sabemos como para dar nada por sentado. Preocupa y mucho que no haya una posición común, pero no iba a empezar a haberla justo ahora. La complacencia, de momento, gana mayoritariamente, al alarmismo. Los puntos medios siguen escaseando.