García-Margallo, en la mesa de su despacho, leyendo la tesis de Pablo Iglesias.

García-Margallo, en la mesa de su despacho, leyendo la tesis de Pablo Iglesias. Jorge Barreno

España DEBATE

La táctica del 'puñal': Margallo devora la tesis de Iglesias para ganar "el debate de los pedantes"

Una visita a casa del exministro de Asuntos Exteriores para conocer su entrenamiento de cara al debate semanal con Carmen Calvo y Pablo Iglesias.

6 septiembre, 2021 01:53

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-Oiga, ¡no! Pero no ponga eso ahí, ¡que es una novela!

Estamos en casa de José Manuel García-Margallo. En su despacho. Hemos revuelto los libros para hacer la foto y se nos ha ido de las manos: una obra de ficción ha estado a punto de profanar la estantería de los ensayos.

Todos los tomos que estaba leyendo el exministro de Asuntos Exteriores antes de sufrir el asalto llevan el nombre de un mismo autor: Pablo Iglesias. Los hay en castellano y en francés. También una tesis, Multitud y acción colectiva posnacional: un estudio comparado de los desobedientes.

Entrevista a José Manuel García-Margallo Jorge Barreno

-¿De verdad se está leyendo usted la tesis de Iglesias?

-Por supuesto. Me preparo a fondo el debate –el de la SER este lunes por la noche–. Voy por la página 224. Me falta algo más de la mitad.

-¿Y ese cuchillo?

Porque reposa junto a los folios una especie de puñal africano. "Me sirve para pasar las hojas. Me gusta. ¿Lo ve? –lo enseña a cámara–. No, no busque un sentido figurado ni una metáfora. No apuñalo las ideas, me encanta debatir".

-Señor Margallo, si le parece, empezamos la entrevista.

-Hombre, si he posado con los libros de Iglesias, también me gustaría que salieran los míos.

Volvemos a revolverlo todo. Margallo tiene un ritmo umbraliano de publicación. Casi uno por año. Cuando todavía está caliente su análisis de Gibraltar, ya cocina un repaso de la España de las Cortes de Cádiz hasta hoy. Uno tras otro, los pone sobre la mesa. Son gordos, de tapa dura. Casi siempre sale en la portada.

-Ya que yo le he leído a él, espero que él me haya leído a mí.

-Si no, menuda falta de respeto, señor Margallo. Sería intolerable.

-Ya lo creo. Si me ha leído, le servirá para la salvación de su alma –suelta una carcajada–. Venga, ya podemos empezar. Hablemos de ese debate de pedantes.

Lleva por título "El ágora" y lo emitirá La Ser cada lunes. Coinciden el hoy eurodiputado del PP y dos exvicepresidentes: Carmen Calvo y Pablo Iglesias. No ha sido posible cuadrar la entrevista con la dirigente del PSOE "por motivos de agenda", pero llegará –eso dicen en su equipo–. Y Margallo va a hablar sobre todo de Iglesias porque no conoce a Calvo.

-Debate de pedantes.

-Sí, tenemos fama de pedantes.

-Una fama merecida, señor Margallo.

-En mi caso, estoy absolutamente convencido de que es merecida. Rajoy decía que tengo un ego estratosférico. Probablemente sea verdad. Procuraremos dejar la vanidad en el guardarropa.

-Eso va a ser imposible.

-¡Vamos a intentarlo!

García-Margallo, en su despacho, con sus últimos libros de estudio.

García-Margallo, en su despacho, con sus últimos libros de estudio. Jorge Barreno

El 'flechazo'

Margallo e Iglesias se conocieron durante una visita de Felipe VI, entonces Príncipe de Asturias, al Parlamento Europeo. Aquel chaval de camisa blanca y coleta que había puesto España patas arriba se acercó al Heredero y le regaló... Juego de Tronos. El hoy monarca puso la colección de DVDs en manos de Margallo, que lo acompañaba. "Sí, me la dio a mí".

-Pero, ¿se la quedó?

-No, no, luego se la llevó don Felipe.

A Margallo le fascina Iglesias porque "nadie había propuesto subvertir el sistema de una manera tan... prolífica". Por eso lee con fruición cada cosa que publica el exlíder de Podemos. Sus libros -y no es postureo- están subrayados y con pósits.

Puestos a soñar, espera que su debate de los lunes con él y con Calvo sea algo así como un homenaje a La Clave de José Luis Balbín: "Siempre había soñado con hacer un programa similar".

Después de aquel encuentro, Margallo e Iglesias coincidieron en el Congreso de los Diputados. En la comisión de Exteriores. Ambos, desde la discrepancia, se alabaron respectivamente por lo cultural e incluso se contaron algunos chistes.

"¿Sabe por qué Colón fue el primer socialista? –preguntó el del PP–. Porque, cuando salió, no sabía dónde iba; y cuando llegó, no sabía dónde estaba. ¡Todo eso con el dinero de todos!".

-¿Han hablado ustedes estos días?

–Hemos intercambiado algún mensaje. Me ha dicho que está encantado de debatir conmigo; le contesté que yo también. Está al tanto del libro que estoy escribiendo.

Una vez, Federico Jiménez Losantos le dijo a Iglesias: "Me recuerdas a mí cuando era gilipollas". Porque Federico fue más rojo que la camiseta de Osasuna. Margallo no llegó a ese extremo. De chaval, se afilió a las Juventudes Monárquicas. Aunque después, a través de su maestro en las oposiciones, Francisco Fernández Ordóñez, militó ligeramente en la socialdemocracia.

-Nunca había conocido a nadie que leyera tanto a Pablo Iglesias. Está usted obsesionado. Le imagino por la noche, antes de dormir...

-Bueno, sólo lo leo hasta una hora antes de dormirme. Después ya paso a Valle-Inclán o algo por el estilo. Me gusta tener el sueño tranquilo.

-¿Y la obsesión?

-Soy un hombre de la Transición, un diputado constituyente –lo fue con UCD en 1977–. Creo que la Constitución nos ha permitido una convivencia como nunca antes en nuestra Historia. Iglesias plantea una enmienda a la totalidad. Es, por eso, un antisistema. Por eso me interesa tanto.

-Tanto como para leerse su tesis. ¿Qué tal la digestión?

-La tesis está muy bien escrita. Habla de los movimientos sociales globales. Es de los que cree que se ha superado el concepto de Estado soberano. Habla de una sociedad globalizada, dominada por las fuerzas financieras. Después analiza los movimientos que impugnan los Estados y el "capitalismo neoliberal".

-¿Se pondrán de acuerdo en algo?

-No lo creo.

-Hombre, en algo... Por ejemplo, Iglesias tiene una concepción muy religiosa de la política y usted es católico.

-Pero yo soy un católico heterodoxo y él es un comunista ortodoxo.

Margallo lee a Iglesias a todas horas. También investiga a Calvo. Continuamente. Enfervorizadamente. En casa, en el aeropuerto, en el avión, en Bruselas. Ahí está el puñal –disculpen, el abrecartas–, brillante, afilado.

Se lo toma en serio. Rechaza las caricaturas. Lo del chalé de Galapagar, Vallecas y el sueldo le importa un pimiento: "A mí me interesa la dialéctica".

"Iglesias está ahora en lo que realmente le gusta: la batalla de las ideas. Como vicepresidente, ¡lo explicó él!, dijo darse cuenta de que no tenía el verdadero poder. Piensa que debe conquistar la cultura para activar una verdadera transformación política". Margallo –¡y su abrecartas!– estará en frente.