Lo bueno de la normalidad y la estabilidad es que le hacen a uno sentir como en casa. Después de un año y medio, llega el lunes y Cataluña ha vuelto a no actualizar los datos del fin de semana. No en la aplicación del Ministerio, vaya, porque por sus informes locales, sabemos que han sido 1.574 nuevos casos notificados, lo que colocaría el total de España en unos 11.000 a lo largo de viernes, sábado y domingo.
Se trata de la cifra más baja en cuanto a transmisión en un fin de semana desde el lunes 21 de junio, cuando la quinta ola aún era poco más que un rumor. Recordemos que el 19 de julio, hace solo un mes y medio, llegamos a los 61.628.
A niveles de transmisión, pues, podemos decir que la quinta ola ya ha llegado a la orilla. Queda una base constante que difícilmente conseguiremos reducir a niveles mínimos incluso con el 72,2% de la población ya vacunada con pauta completa. La incidencia acumulada en 14 días se reduce a 176,74 casos por cien mil habitantes, pero acabará la semana muy por debajo de los 150.
Siguen siendo 83.685 contagios en dos semanas, que no es poca cosa -Australia ha decidido abandonar su política de Covid Cero, abrumada por registrar 1.500 casos al día-, pero que apenas se traducen en hospitalizaciones: 455 en las últimas 24 horas para un total de 5.776 ingresados, de los cuales 1.382 ocupan una cama en la UCI de algún hospital. Son los mejores números también desde el 19 de julio.
Aunque, desgraciadamente, aún nos quedan unas semanas de actualización de fallecidos por parte de Sanidad -ya explicamos en su momento que el Ministerio fecha las defunciones con retraso, lo que hace que en la última semana hayamos visto días con casi 200 nuevas notificaciones cuando en realidad estamos por debajo de 100 de media diaria-, ya es momento de ir haciendo balance de lo que ha sido la quinta ola y sacar algunas conclusiones al respecto para evitar que esto se repita.
Para empezar, sorprende la virulencia de la transmisión del virus. Desde el 1 de julio, se han notificado 1.066.089 nuevos casos. Prácticamente, a medio millón por mes, lo cual, habiendo entrado ya en el mes de julio con un 37,9% de la población totalmente vacunada, es una auténtica barbaridad. De hecho, supone el 21,81% del total de casos notificados por Sanidad a lo largo de toda la pandemia… aunque ya sabemos que todos estos porcentajes se ven muy afectados por la infradetección que sufrimos durante los primeros meses.
La buena noticia es que este millón largo de casos no se ha traducido en un número igual de importante de hospitalizaciones. Solo en Cataluña, se han visto los hospitales en general y las UCIs en concreto al borde del colapso, con porcentajes de ocupación Covid cercanos al 50%. Madrid superó la cifra umbral del 35% y hubo problemas en Baleares y Cantabria, entre otras regiones, pero, en general, nada que ver con lo que pasó en las dos olas de 2020 ni en la de invierno de 2021.
Aunque las vacunas han demostrado no ser infalibles, cosa que ya sabíamos pero quizá no se ha explicado suficientemente bien, basta con ver el número de fallecidos para hacerse una idea de lo que podría haber sido esta ola sin protección alguna. Con un porcentaje de letalidad por caso en torno al 1,9% a lo largo de lo grave de la pandemia, ahora estaríamos hablando de unos 19.000 muertos más. Sin embargo, afortunadamente, y como se puede ver en el gráfico superior, las comunidades autónomas -más veloces en la notificación- han informado de “solo” 4.153 fallecimientos, un 78,2% menos de lo esperable.
En términos totales, igual que decíamos que la quinta ola ha provocado uno de cada cinco casos en el total de la pandemia, solo aporta un fallecido de cada veinte… y si supiéramos en realidad cuánta gente murió en marzo y abril del año pasado, la proporción sería aún menor.
Esto ha de hacernos valorar lo que tenemos, seguir trabajando para vacunar a toda la población y estar muy atentos a un posible descenso en la eficacia de las vacunas conforme vaya pasando el tiempo. Por otro lado, también ha de enseñarnos que no es cuestión de repetir todo el rato lo beneficioso que resulta vacunarse sino que hay que evitar desmadres de transmisión entre los ya vacunados como los que hemos visto este verano.
Abandonada, casi desde el inicio, cualquier hipótesis de “Covid cero”, puede que no se haya medido bien la vuelta a la normalidad veraniega. No nos hemos cortado en nada, vaya. Mientras sigamos protegidos, es un lujo que quizá podamos permitirnos, pero necesitamos saber los umbrales de esa protección antes de tener otra ola de un millón de casos y que en vez de cuatro mil muertos y unos cuarenta y cinco mil hospitalizados, nos encontremos con el doble de esas cifras.
Ese es el gran reto del otoño, porque sabemos que esto es cíclico. Si conseguimos salvar la situación al menos hasta Navidades, habremos dado un paso de gigante. Si las cifras se mantienen incluso en los fatídicos enero y febrero, quizá, ya, por fin, podamos decir adiós a esta pesadilla más allá de la necesaria protección individual.
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