El discurso del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, vuelve a escorarse a la izquierda. Así queda reflejado después de que este sábado achacase a "determinados poderes económicos" la caída que experimenta desde hace semanas el PSOE en las encuestas. Un descenso en la intención de voto que ya anticipaba el batacazo electoral del pasado domingo en las elecciones de Andalucía.
La reflexión del presidente en la rueda de prensa que ha ofrecido este sábado tras el Consejo de Ministros es que las decisiones de su Ejecutivo irritan a "las élites": "Este es un Gobierno molesto. Cualquier persona que lo analice con un mínimo de objetividad lo podrá ver. Somos un Gobierno muy incómodo para determinados poderes económicos".
Esta reacción de Sánchez esconde dos realidades. Una cierta, pero oculta, y otra menos real aunque a la vista. La primera es que ya hace meses que la cúpula empresarial española ha perdido el rubor para deslizar críticas al Gobierno. Después de dos años llegando a acuerdos "por responsabilidad e intereses compartidos, ante una situación inabordable como la pandemia", en palabras de un alto directivo a este periódico, ciertos sectores del Ibex sienten algo parecido a la fatiga de materiales.
Cuando al inicio de la guerra en Ucrania el Ejecutivo instó a los agentes sociales a lograr un "pacto de rentas", la CEOE y Cepyme pidieron esa responsabilidad al Gobierno. Solos no podrían, es decir, no con un Ejecutivo tan escorado a favor de las reivindicaciones más ideológicas de los sindicatos. "Sin contención en el sector público, a funcionarios y pensiones, la inflación no se parará, sólo perderemos nosotros". Explica este ejecutivo. "Y Sánchez parece no darse cuenta de que el empleo depende de la inversión y del clima de estabilidad. Recortando márgenes y beneficios no habrá quien quiera invertir en España. Y así los fondos europeos no impulsarán nada".
La otra realidad es la de un presidente retomando el discurso de resistencia de cuando se decía la víctima de "operaciones mediáticas" para descabalgarlo de la cúpula del PSOE y mandarlo a recorrer España en Peugeot. Todo, en verdad, porque le cuesta tapar todos los agujeros en el casco de su barco gubernamental a la deriva. Sánchez se siente rodeado en lo político, por un PP en franca subida y unos socios tomando posiciones ante el fin de la legislatura; y en lo económico, con unos datos que le dan la espalda, salvo -por ahora- los de empleo.
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Además, su ejecutoria en política internacional no termina de salir del embrollo con el flanco sur: el arreglo con Marruecos ha costado mucho capital político y no recibe réditos aún. A cambio, se ha enemistado con Argelia en el peor momento, con los precios de la energía disparados. Y entretanto, los tres grandes -Francia, Alemania e Italia- juegan a ocupar su espacio perdido.
Sánchez presume de medidas sociales, de su gestión en asuntos de toda índole a lo largo de los últimos meses, y aun así cada vez menos gente quiere votar al partido que dirige.
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Este hecho, lejos de conducirle a la autocrítica, ha llevado al presidente a adoptar un tono similar al que en múltiples ocasiones ha utilizado Unidas Podemos. Culpa de su caída en las encuestas a "las élites", a determinadas "terminales políticas y mediáticas", y a "poderes" que buscan derribarle. "Esos poderes tienen que ser conscientes de que este gobierno sirve a quien sirve", dijo el presidente.
Este sábado Sánchez acababa de anunciar una ayuda directa de 200 euros para autónomos y empleados de bajos ingresos que se va a poder solicitar el próximo mes de julio. El presidente anunciaba también descuentos para los transportes públicos, en una comparecencia que ha adquirido gran importancia ya no solo por la dureza de la crisis y el aumento de los precios, sino también por los nefastos resultados obtenidos tanto por el PSOE en las elecciones andaluzas.
"No nos van a quebrar"
Sánchez atribuye a factores exógenos todos los males de su partido. Dice que su Ejecutivo resistirá esas supuestas presiones de las "élites". Eso sí, el presidente no especificó la procedencia de las mismas. "Es una realidad que venimos sufriendo de 4 años a esta parte. Esos intereses no nos van a quebrar y vamos a continuar defendiendo los intereses de la clase media trabajadora, que es para quien gobernamos".
Fuentes de Unidas Podemos, consultadas por este periódico, tras el anuncio de las medidas por parte de Sánchez, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros extraordinario, se mostraban razonablemente satisfechas. Y hacían incluso bromas ante la pregunta de si las expectativas creadas, mediante filtraciones esta semana, se habían quedado cortas: "Hombre, es evidente que si nosotros gobernáramos solos habríamos llegado más lejos", apuntaba un portavoz de la dirección morada, "pero con el PSOE en el Ejecutivo se puede llegar hasta ahí, y con mucho esfuerzo".
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En todo caso, en Podemos se sentían identificados con el tono reivindicativo, combativo y hasta agresivo del presidente para con "los poderes económicos con terminales mediáticas y políticas". En opinión de la dirección morada, Sánchez siempre acude a los marcos dialécticos de Unidas Podemos cuando se siente acorralado. "Todas las medidas nuevas son propuesta de Ione y Yolanda, y ese discurso también".
"Estamos en el ecuador de la legislatura -proseguía el presidente-. Con aciertos y errores, el resultado de la gestión de la Covid-19, de esta crisis que se ha iniciado con la guerra, lo que demuestra es que el Gobierno dialoga, acuerda con quien quiere acordar y tiene claro para quién gobierna, para la clase media trabajadora y los colectivos vulnerables".
En plena resaca de las elecciones andaluzas, en las que tanto el PSOE como la candidatura que integraba a Unidas Podemos sufrieron un descalabro, el presidente del Gobierno se debatía en los últimos días sobre si dar un viraje a su discurso. Una vez más, como cuando fue defenestrado del PSOE en 2016, Sánchez vuelve a adoptar un tono victimista.