Cercanos y sonrientes, Esperanza Casteleiro, directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y su homólogo marroquí, Abdelatif Hamuchi, escenificaban hace algo más de una semana en Rabat una nueva relación entre ambos equipos de espías, con la sombra del espionaje al Gobierno todavía sobre la mesa.
Es la imagen para rubricar una nueva y sana relación. Un apretón de manos para enterrar el hacha de guerra tras un complicado año a nivel diplomático y con las sospechas que arroja el llamado caso Pegasus.
El responsable de Seguridad Nacional y de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST) y la jefa de los servicios secretos españoles se veían junto a sus equipos, en paralelo a una visita de altos vuelos a nivel de inteligencia entre España y Marruecos. La agencia oficial de noticias marroquí dio cuenta de lo ocurrido en un insólito comunicado: nunca se da publicidad a estas visitas por motivos de seguridad.
Las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL entre los servicios secretos hacen una lectura positiva de la reunión: "Ha prevalecido la idea de que se ha de dar la sensación de que va todo normal. De que aquí no ha pasado nada. Ellos quieren decirle al mundo: contamos con el apoyo de España. Somos amigos de toda la vida".
Así, tras la visita quedan enterrados los recelos que existían en los últimos meses acerca de la responsabilidad de Marruecos o algún país con buenas relaciones con Mohamed VI en el escándalo Pegasus, por el programa que infectó los teléfonos de varios miembros del Gobierno, entre ellos el del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Varios informes, como el que publicó Amnistía Internacional, apuntaban en esta línea.
"Estas visitas son habituales, pero han querido escenificar así las buenas relaciones. Quieren enterrar todo lo relativo al espionaje", abundan fuentes de los servicios secretos.
Con la foto entre Casteleiro y Hamuchi, Marruecos y España pretenden escenificar una nueva etapa. Hay importantes materias como el narcotráfico, la inmigración irregular o el terrorismo yihadista en las que a ambos países están interesados en colaborar. De ahí la publicidad que le ha brindado Marruecos a esta cumbre de los espías.
Consecuencias en Argelia
La imagen de amistad llega precisamente en el peor momento de las relaciones entre España y Argelia, el enemigo más importante de la monarquía alauí. Tal y como adelantó EL ESPAÑOL, el giro adoptado por el Gobierno respecto al Sáhara Occidental en la pasada primavera ya está generando consecuencias en la colaboración antaño existente con Argel, en la repatriación de inmigrantes llegados a costas españolas.
Fuente de los servicios de inteligencia remarcan que se trata de un mensaje a nivel "político". Si sirve para más ayuda en asuntos de yihadismo, se da por bueno. El recado que han tratado de enviar es que volvemos a colaborar al cien por cien".
Otras fuentes consultadas en el CNI, sin embargo, advierten de los riesgos de este delicado equilibrio diplomático en el que el Gobierno trata de moverse como un funambulista. "¿Que esto puede traer consecuencias con Argelia en el futuro? Indudablemente. Puede tener su impacto positivo, pero desde luego está teniendo repercusiones por otros lados".
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La realidad es que las consecuencias ya están ahí. El boicot de ese país al comercio con España se ha ampliado en las últimas fechas a la gestión migratoria. En las últimas semanas, inmigrantes argelinos que llegan a España en patera están siendo rechazados en su frontera por las autoridades del país tras ser devueltos en los ferris y los vuelos fletados por el Gobierno español.
A ello hay que sumar el cese de la colaboración en materia de terrorismo yihadista, tal y como reveló este periódico. Tras la suspensión unilateral del Tratado de Amistad y la retirada de su embajador, Argelia cortó también el grifo de la colaboración en esta materia, hasta el punto de limitar el intercambio de información a aquella que resulte "esencial o vital" con los servicios secretos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
La sospecha 'Pegasus'
Las aguas vuelven a su cauce con Rabat, y eso que todavía no se ha logrado aclarar quién fue el responsable del espionaje al Gobierno.
La intrusión ocurrió, como ha sido publicado, cuando Marruecos propició a modo de represalia por la acogida de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, que casi 10.000 personas cruzaran la frontera con Ceuta en apenas 24 horas, dando lugar a una enorme crisis diplomática y a la mayor avalancha migratoria en la ciudad autónoma.
El teléfono móvil de Pedro Sánchez era infectado con el software espía los días 19 y 31 de mayo. Ese mismo mes, en plena crisis con Marruecos, fueron también espiados el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, la ministra de Defensa, Margarita Robles, y la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya, investigada hasta hace unos meses por la entrada furtiva de Ghali en España.
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Todos estos datos se conocieron a través del propio Gobierno al verse acorralado por sus socios independentistas, quienes revelaron el espionaje autorizado judicialmente por el Tribunal Supremo a personas clave de la órbita separatista. Días después, el Gobierno revelaba que los móviles de algunos de sus miembros también habían sido infectados por Pegasus.
Esa brecha de seguridad fue el argumento que utilizó el Gobierno para justificar el cese de Paz Esteban, la directora del CNI.
Que el Gobierno se atreviera a admitir directamente haber sido espiado al más alto nivel se interpretó en el CNI como un gesto de torpeza y de debilidad del Ejecutivo. Ahora ese episodio quiere dejarse en el pasado. El apretón de manos entre los jefes de los espías, así como la sonrisa ante la cámara, marca (o al menos lo pretende hacer) el comienzo de una nueva etapa.
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