La primera prueba que recibe Roberto de sus superiores cuando le ordenan infiltrarse en el crimen organizado de la Costa del Sol no es ni mucho menos coser y cantar. En una lóbrega estancia, al agente le dicen que tiene menos de 24 horas para conseguir abrirse una cuenta en una sucursal bancaria con identidad falsa. Y que ha de hacerlo sin presentar un solo documento oficial.
La segunda prueba consiste en hacerse amigo de un rico heredero, hijo de un empresario de vehículos de alta gama. Para facilitarle el trabajo, sus jefes le dan un completo expediente: el gimnasio de lujo al que acude en la Moraleja, los restaurantes que frecuenta... Por supuesto, también un listado de bares y discotecas en los que se mueve dos o tres veces a la semana.
Roberto tiene una delicada misión: conseguir la clave de una caja fuerte de uno de los suntuosos apartamentos que su objetivo utiliza como lugar de reunión y picadero. En apariencia, una misión prácticamente imposible, de película.
El protagonista de Operación Protector (Rosamerón) acabará investigando un envío de armas a España que van a ser utilizadas por una célula yihadista. Estamos ante una vertiginosa novela negra escrita por Iñaki Sanjuán, inspector jefe de la Policía Nacional, curtido en mil batallas y perfecto conocedor del quehacer de los agentes encubiertos.
La historia arranca con el suicidio de un inspector belga en el otoño de 2015. Antes de apretar el gatillo, el agente prepara un sobre con información que le hace llegar a un colega de la Policía en España a través de intermediarios y colaboradores de los bajos fondos. En el paquete, el agente envía información alertando de inminentes atentados ese mismo año.
Cuando, en efecto, la masacre se produce, los servicios de seguridad del Estado movilizan todos sus recursos para evitar algo similar en territorio español y activan la Operación Protector. Como descubren contactos entre los terroristas y traficantes de armas que operan en la Costa del Sol, introducen un agente encubierto.
Sanjuán suele decir que "cualquier parecido de la novela con la realidad es pura coincidencia". Mientras saborea un vino en una elegante cafetería de Madrid, explica que ser policía era el sueño de su infancia.
Licenciado en Derecho y máster en Seguridad, ejerció como policía municipal antes de entrar en la Escuela Superior de Policía de Ávila como alumno de la Escala Ejecutiva. Décadas después, desempeña el cargo de inspector jefe de la Policía en los servicios de Información, en particular como responsable de la sección operativa de terrorismo internacional.
La mayor parte de su carrera policial la ha desarrollado en actividades de lucha contra el terrorismo y el yihadismo. Ha intervenido activamente en operaciones encubiertas, similares a la que cuenta en el libro, para el cual se ha nutrido también de experiencias de otros compañeros.
Estamos ante una novela negra ágil, una obra escrita con buena prosa por uno de los principales expertos en infiltración policial en grupos radicales y violentos.
¿El libro está basado en una historia real?
En las páginas se mezcla un elevado porcentaje de realidad con un halo de ficción. Bajo mi humilde opinión, esa mezcla le da una fuerza narrativa que puede enganchar al lector de principio a fin.
No se divulga nada que vaya contra investigaciones en curso o que afecte a la seguridad de alguna operación policial. Todo está pasado y cerrado desde hace años. Recoge experiencias personales y las vividas por otros agentes, con todos los nombres y circunstancias modificados, que de coincidir con algún personaje es por pura casualidad.
¿Quién es el protagonista del libro?
Un agente que aúna diferentes historias de infiltrados, tanto en su formación como en la propia acción. Deja al descubierto sus miedos y preocupaciones y hace ver al lector que cualquier agente de este tipo es humano, de carne y hueso.
No se narra de una infiltración policial al uso. Tampoco se edulcora. Se trata de que el lector se meta en la piel de los diferentes personajes y sienta y palpe las sensaciones que tiene cada uno de ellos.
¿El proceso de formación de los infiltrados es tan duro como se cuenta?
Cada uno tiene un proceso de formación general y otro particular basado en sus habilidades y en el marco criminal en el que va a efectuar su entrada. Las pruebas que se cuentan en el libro, que el lector las vivirá como propias, son totalmente diferentes a las que realizarán otros infiltrados.
Este proceso es muy cambiante y se debe de adaptar a las diferentes organizaciones o grupos en los que el agente tendrá que adentrarse. Alguien que deba de actuar en el narcotráfico, deberá tener una formación y un perfil distintos al elegido para entrar, por ejemplo, en entornos terroristas.
La infiltración, ¿cómo se lleva a cabo?
Las organizaciones criminales con las que interactúa el agente de la novela no son el objetivo de la operación. El enemigo común es otro, es el terrorismo yihadista. Por eso se narra una infiltración fuera de lo convencional. El agente encubierto participa y entra con ciertos grupos del crimen organizado, pero ellos no son el objetivo de la operación.
¿Y esas organizaciones criminales ayudan al infiltrado?
Así es. Esto es algo desconocido para la mayoría de la gente, pero suele ser así. Las organizaciones y grupos criminales están en contra del terrorismo, principalmente del yihadista.
Hay que tener en cuenta que los atentados provocan un aumento de la seguridad, y eso afecta a las organizaciones criminales. Más controles policiales, más dispositivos de seguridad, más riesgo para sus negocios...
¿Qué le ha llevado a escribir este libro?
La ilusión y las ganas de que los lectores conozcan y valoren a los agentes encubiertos, y a todo el trabajo que hay detrás de cada una de sus actuaciones. Que son personas normales, que actúan por el bien de la sociedad, y que, en muchas ocasiones, son claves para salvar vidas.
¿El infiltrado no puede saltarse la ley?
El infiltrado no. El agente encubierto puede saltarse la ley y cometer delitos. Esos delitos tienen que estar relacionados con la causa, es decir, con la investigación.
¿Qué diferencia hay entonces entre agente infiltrado y encubierto?
Aunque se utilizan ambos términos de forma indistinta, no son lo mismo. Se va a entender de forma rápida. Un funcionario de un servicio policial puede ser infiltrado. Puede entremezclarse con criminales y obtener información, pero solo a efectos de inteligencia. Ese infiltrado puede llevar a cabo la primera cita o conversación delictiva con el criminal sin estar autorizado, pero solo eso, no puede ir más allá, y tampoco tener más reuniones.
El infiltrado pasa a denominarse agente encubierto cuando ha sido autorizado [por una autoridad judicial o fiscal] para actuar bajo una identidad supuesta, como si fuera otra persona, en una investigación concreta. Una vez que está autorizado, ya puede interactuar con quien considere e incluso, en el marco de la investigación, cometer ciertos ilícitos penales, siempre sin actuar como agente provocador de los mismos.
¿Cómo describe al infiltrado perfecto?
Cada uno debe ser escogido para una infiltración concreta. Los de narcotráfico no pueden ser los idóneos para terrorismo, o para trata de personas. Cada cobertura y formación será diferente.
Una infiltración tiene dos partes principales. Una es el agente en sí, su formación, su forma de ser, de actuar, su sangre fría. Otra es el entorno en el que debe de penetrar y la cobertura. Esa cobertura es el 90% del éxito de la operación, y es la parte más difícil y complicada de mantener en el tiempo. Sin ella no hay nada. Cada cobertura debe de estar medida al milímetro, y perfeccionada de tal forma que sea inquebrantable.
Cualquiera de los criminales puede hacer una comprobación rutinaria, y si la cobertura no está bien preparada, toda la operación se va al traste. ¿De dónde sale el infiltrado?, ¿cómo llega ahí?, ¿qué entorno tiene?, ¿cómo ha sido su vida? Esta última parte es muy complicada porque cualquier frase o excusa que un infiltrado pone, debe de tener la posibilidad de que, al ser comprobada, sea cierta o lo parezca.
Dedica el libro a las víctimas del terrorismo.
Así es. Si habláramos de héroes, las víctimas del terrorismo son los mayores héroes de nuestra democracia, y se merecen el mayor de nuestros recuerdos y alabanzas. Su injusto sufrimiento y el de sus familias son los baluartes de nuestra sociedad.
Las víctimas se merecen nuestra máxima y constante admiración. Soy de los que piensa que siempre deben de ser recordadas. Son nuestros héroes y siempre debemos recordarlas con admiración.