Ángel uniformado de Policía Nacional y la herida en su brazo.

Ángel uniformado de Policía Nacional y la herida en su brazo. EL ESPAÑOL

España LA AMNISTÍA QUE VIENE

"¿A mí qué amnistía me devuelve el brazo?": Ángel, policía retirado por las secuelas que le dejó el 1-O

Un agente que tuvo que jubilarse tras los disturbios en Cataluña relata su calvario a EL ESPAÑOL mientras se negocia con Puigdemont la amnistía.

10 septiembre, 2023 03:42

Ángel tiene desde hace cuatro años una cicatriz de 15 centímetros en el brazo derecho. También otra de tres. "Esas heridas no se pueden borrar. No hay amnistía que borre lo que nos pasó. ¿Qué amnistía me devuelve el brazo, y me lo pone como estaba antes de todo esto? ¿Qué milagros van a hacer? ¿A mí quién me va a arreglar?".

Son las secuelas de una noche de ira y fuego en el centro de Barcelona. Un adoquín le destrozó el brazo y ya nunca ha vuelto a ponerse el uniforme. Era el trabajo con el que siempre había soñado desde pequeño y que se ha visto obligado a abandonar. 

A sus 47 años es un exagente más de la Policía Nacional. Ángel juró el cargo en 2008. Se convirtió en antidisturbios en 2010. Hace cuatro años

Ángel, el policía al que un adoquín de los CDR terminó jubilando de la Policía

Jubilado por las secuelas de aquel ataque, habla con EL ESPAÑOL desde su casa de Lugo, ya lejos del ruido y la ciudad. Es uno de los agentes que acabaron gravemente heridos en los disturbios posteriores a la sentencia del procés, en octubre de 2019. 

Ángel regresó a su Burela natal para luego buscar la tranquilidad absoluta en una casa que está rehabilitando en un pueblo cercano, frente al mar. "Tampoco puedo hacer mucho. No estoy recuperado todavía, y eso que que han pasado cuatro años", relata.

Aquella piedra que los radicales independentistas le arrojaron desde una azotea le arrebató la movilidad y la fuerza. Le dejó sin nervios el antebrazo. "Ahí ya no tengo sensibilidad". Siempre le acompaña una sensación continua de hormigueo, "muy desagradable", como si tuviera dormida esa extremidad.

En los últimos días ha encendido la televisión y ha comprobado, con "indignación", cómo se pretende otorgar una amnistía a quienes incendiaron Cataluña  para facilitar una posible investidura de Pedro Sánchez. Borrarlo todo, como si nada hubiera ocurrido.

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Pero él no puede olvidar las noches que pasó en el centro de la Ciudad Condal mientras le lanzaban cascotes, cócteles molotov, frascos con líquidos corrosivos, vallas y toda clase de objetos. "En aquel momento fui consciente de que lo que querían era la vida de un policía", asegura.

"Era una situación apocalíptica", recuerda. En varios momentos de la conversación a Ángel le tiembla la voz. En otros se detiene, calla y llora al otro lado del teléfono. Pero continúa porque quiere que nadie olvide lo que pasó. "Parecía la guerra. El olor a humo, todo ardiendo. Aquello tenía que ser muy parecido a una guerra. Nos agredían con odio, con una agresividad increíble". 

Las nueve y media

El adoquín que le destrozó el brazo cayó desde la azotea de un edificio en torno a las nueve y media de una noche de octubre de 2019 en la plaza de Urquinaona. Él y su unidad de antidisturbios llevaban una hora y pico aguantando pedradas de los CDR (Comités de Defensa de la República). Habían convertido la ciudad en un campo de batalla. 

Ángel, en el hospital ya atendido después del ataque.

Ángel, en el hospital ya atendido después del ataque. EL ESPAÑOL

Pocos minutos antes de perder el conocimiento por el impacto otra piedra cayó desde el cielo. El cascote aturdió a uno de sus compañeros, aunque apenas le llegó a rozar el casco.

Ángel se encontraba recargando la escopeta con munición de pelotas de goma para repeler a los manifestantes que incendiaban la ciudad. Fue entonces cuando sintió un gran impacto en el brazo derecho. Tuvo suerte. "Por muy poco no me dio en la cabeza". 

En ese momento había tiempo a pensar. Los compañeros le sacaron de allí, y se lo llevaron a la Jefatura Superior de Policía de Vía Laietana. En Urquinaona, las ambulancias no podían entrar. Allí le arrancaron la manga de la camisa, vieron la fractura y comprobaron que el hueso sobresalía de la carne.

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A los pocos minutos llegaba herido Iván, otro compañero al que uno de los adoquines le había partido el casco y le había destrozado la cabeza. Estaba muy grave.

Mientras atendían primero a este agente, Ángel se disponía a pasar su primera noche de convalecencia en el hospital. "Me quedé yo solo, y la sensación era de desasosiego, de tensión, de desamparo total. Estás en un hospital que no sabes cuál es, si alguien va a ir a por ti a rematarte". Esa noche una de las enfermeras entró en la habitación, vio las sábanas y la cama totalmente mojadas y le preguntó si se había tirado agua por encima. Era su sudor, la reacción a la adrenalina de la situación por la que acababa de pasar. 

Estrés postraumático

La amnistía que exige Puigdemont para apoyar la investidura de Pedro Sánchez es algo que rechazan de manera frontal colectivos policiales como el Sindicato Unificado de Policía (SUP), el sindicato mayoritario en el Consejo de la Policía Nacional: "Hemos sido apedreados físicamente y ahora nos apedrean institucionalmente".

Los CDR, incendiando Barcelona en octubre de 2019.

Los CDR, incendiando Barcelona en octubre de 2019. Reuters

"Pagamos con nuestra integridad física el cumplimiento de las órdenes judiciales dirigidas a restablecer el orden constitucional y ahora vemos como desde el Gobierno se trata de hacer caer todo en el olvido, haciendo borrón y cuenta nueva", añaden. "Lo que nunca podrán borrar es la profesionalidad de los policías que preservaron el Estado de Derecho".

Hugo es miembro de las UIP (Unidad de Intervención Policial) y también tuvo que ir a Cataluña con los antidisturbios en 2017 y después en 2019. Es el delegado nacional de UIP del sindicato JUPOL. "Había hacia nosotros un sentimiento de odio grandísimo. No sabría explicártelo, pero el odio que había en la calle se palpaba", recuerda.

Como muchos otros agentes, en 2019 trató de normalizar Barcelona cuando la tomaron los radicales. "Uno de los días quisieron invadir la Delegación del Gobierno. Nos recibieron con agresividad, habían colocado vallas, sacaron tenazas, cortaron los candados, se pusieron máscaras por si lanzábamos gas, levantaron el pavimento de la ciudad y sacaron cascotes. Aquello era una guerrilla urbana muy bien preparada". Pero tuvo más suerte que Ángel.

Ángel tiene diagnosticado un trastorno de estrés postraumático y sobrevive con una pensión por incapacidad que cobra del Ministerio del Interior tras su jubilación forzosa. "Estos días me ha aparecido de nuevo un sentimiento de indignación. Somos tres agentes jubilados por los altercados de Urquinaona. Nuestras heridas no se pueden borrar, ni tampoco lo que sufrimos quienes dimos la cara por defender la Constitución y el Estado". 

En 2019, el año en que su etapa como policía se terminó, Ángel ya había pedido el cambio de destino para patrullar en Viveiro (Lugo). Solo le quedaba un año: "Quería trabajar cerca de la familia de los amigos, del lugar donde me había criado".