"Lo que ETA pretendía conseguir en aquel momento era llevar al Gobierno español a sentarse en una mesa de diálogo, que llevase a una mesa de negociación, para resolver el problema".
Así resume el terrorista Josu Ternera la estrategia de la banda armada durante los llamados años del plomo. "¿Ponían muertos encima de la mesa para forzar al Gobierno a negociar?", le pregunta el periodista Jordi Évole en su documental, que acaba de ser presentado en el Festival de Cine de San Sebastián.
"Evidentemente, era para desestabilizar, para que el Gobierno pudiese tener elementos de análisis y decir: 'Para evitar que siga habiendo muertos, ¿qué desean éstos que están provocando muertos?'", contesta a sus 72 años el sanguinario etarra, que fue dirigente de la banda terrorista, en la que ingresó en 1968, con 17 años. "Esas muertes se podían haber evitado...", añade, pese a que Évole resalta su cinismo.
A lo largo de más de hora y media de entrevista, Josu Ternera (alias de Josu Urrutikoetxea, como prefiere ser llamado en el filme) justifica la actividad de ETA apoyándose en "el conflicto vasco", al que define como "un enfrentamiento entre dos partes" que provocó "una espiral de violencia recíproca".
"Para mí y para ETA, la violencia armada nunca ha sido un objetivo en sí, pero decenios y decenios de violencia armada han producido innumerables víctimas de las dos partes y resultados irreversibles...", señala en No me llame Ternera. "Matar es una mochila que esa persona llevará hasta el final de su vida", lamenta el etarra, consciente, de que, "evidentemente", de ser así, también cargará con una hasta el fin de sus días.
"Creo que hay que reconocer esas víctimas. El conflicto lo que ha llevado ha sido a, prácticamente, olvidarnos de, casi siempre, el aspecto ético que ha quedado relegado por las consecuencias perversas de esa espiral de violencia de la dos partes, que fue in crescendo. Y esa espiral de violencia nos ha llevado a todos y todos, recíprocamente, a ser insensibles al sufrimiento de los demás", añade.
"Ni usted ni nadie me habrá oído decir que matar está bien. Nunca...", apostilla, tras ser preguntado por las diferencias entre un asesino etarra y un yihadista que comete un atentado.
Durante toda la entrevista con Évole, Ternera insiste, una y otra vez, en aludir al "conflicto". Fue ese conflicto lo que provocó la muerte de niños, hijos de guardias civiles en la casa-cuartel de Zaragoza. El mismo conflicto le llevó a integrarse en la banda terrorista en 1968, a participar en "cuestiones técnicas" previas al atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco... Y a formar parte del comando que mató a tiros al alcalde de Galdácano Víctor Legorburu, en 1976.
Por este suceso, Ternera jamás fue procesado. La investigación judicial no pudo identificar a todos los etarras participantes y se desconocía, hasta ahora, que Urrutikoetxea era uno de ellos. El asesinato, además, quedó amnistiado por la Ley de Amnistía aprobada en 1977. Lo que también aclara el entrevistado es que no fue el encargado de disparar contra el político y su escolta Francisco Ruiz, quien, tras meses en el hospital y once balazos en su cuerpo, logró sobrevivir. Poco después, acabó huyendo del País Vasco.
"¿Y hubiera disparado?", le pregunta Évole. "En aquel momento, sí", responde el etarra, que encuentra una —otra más— justificación para este atentado, un año posterior a la muerte de Franco.
"El sistema fascista no había dado ni el mínimo paso hacia lo que más tarde se llamó... la Reforma...", señala. "[A los alcaldes] se les hizo saber que o bien dimitían o se les consideraban cómplices del sistema; todos estaban al corriente de ello", añade. El 9 de febrero de 1976, Legorburu fue asesinado, mediante dos ráfagas de metralleta, el mismo día en el que vencía el plazo del ultimátum.
Aquella elección —en resumen, dimisión o muerte— no fue, a ojos de Ternera, una amenaza. "No... Era un análisis de la situación política, eran cargos no electos", señala durante la entrevista.
El documental fue rodado en 2022 en San Juan de Luz, Francia. Bueno, a juicio del etarra, no se trata de territorio galo, sino de Euskal Herría norte. Y así se lo corrige, tajante, a su entrevistador. El motivo por el que accedió a esta charla, cuenta, es el siguiente: "Han hablado de mí, han escrito libros... He tenido pocas oportunidades de poder expresarme".
"Entre los malos está mi figura, me han deshumanizado, como si tuviera cuernos y rabo", se queja esta "persona como cualquier otra" que fue durante años uno de los principales líderes de la sanguinaria banda terrorista.
Ternera, quien leyó el comunicado que puso fin a la actividad armada de ETA, asegura en el reportaje que "gran parte" de su labor "como militante" ha consistido en "poner las piedras de ese camino que nos lleve a resolver el conflicto, para parar el conflicto e ir hacia adelante y pasar página por medio de la negociación política". Otra vez, el conflicto.
"Morir por unas ideas"
En 2005, Urrutikoetxea fue el encargado de negociar con el socialista vasco Jesús Eguigueren. ETA anunció un alto el fuego en marzo de 2006. Pero la tregua terminó con el atentado en la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas, por el que, precisamente, la Audiencia Nacional investiga actualmente a Ternera.
En 1968, mismo año en el que Josu Urrutikoetxea se unió a ETA, la banda cometió su primer crimen de sangre: acabó con la vida del guardia civil José Pardines. "¿Usted, en ese momento, pensó que matar era traspasar una línea roja que no se debía?", pregunta Évole en el documental.
"No, porque había una parte importantísima del pueblo vasco que pensaba que para hacer frente al sistema que nos oprimía había que utilizar todos los medios", responde el entrevistado. "En el momento de entrar en ETA sabes las consecuencias... Puedes morir", apostilla, tras recordar el atentado del Batallón Vasco Español en su contra.
"¿Morir por la patria?", replica Jordi Évole. "Morir por unas ideas", responde Ternera.