La Comisaría General de Información (CGI) de la Policía Nacional acaba de finalizar una nueva operación contra el terrorismo yihadista en España. En ella han detenido a un viejo conocido de "viejo conocido" de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Mustafá 'Maya' Amaya, quien fue condenado en 2018 por la Audiencia Nacional a 8 años de prisión como el mayor reclutador de yihadistas de Europa.
Aquella sentencia destacaba que Amaya era culpable de un delito de pertenencia a organización terrorista en calidad de promotor y director. Conformaba "una de las mayores redes de captación y envío de radicales para su incorporación a organizaciones terroristas de corte yihadista, insertadas en el movimiento e ideario de la 'yihad global'".
El nombre de Mustafá Maya Amaya dibuja una trayectoria atípica en la red yihadista internacional. Para los especialistas de la lucha antiterrorista es uno de los "viejos roqueros", un viejo conocido de los investigadores.
Maya Amaya tiene nacionalidad española. Nacido en Bruselas hace 59 años en el seno de una familia gitana, pronto se asentó en Melilla, donde comenzó un proceso de radicalización yihadista.
Con los años organizó mediante un complejo entramado "una de las mayores redes de captación y envío de radicales para su incorporación a organizaciones". Y en esa red había un elemento clave: el campo de entrenamiento para yihadistas que constituyó en la propia Ciudad Autónoma para enviar a los combatientes a zonas de conflicto.
La investigación sobre su actual detención continúa abierta, ha informado la Policía, que por el momento descarta ofrecer más información y detalles sobre esta intervención. S
[El yihadista gitano Maya Amaya montó un campo de entrenamiento terrorista en Melilla]
Fuentes antiterroristas consultadas por EL ESPAÑOL aseguran que salió hace un año de la cárcel, tras cumplir la sentencia impuesta por la Audiencia Nacional en 2018. Ya se le había visto por Melilla de nuevo en estos pasados meses, siendo transportado en su característica silla de ruedas.
En los registros practicados en su casa en marzo de 2014, cuando se desarticuló la organización que lideraba, los investigadores encontraron cuantioso material incriminatorio: mapas y rutas para el desplazamiento y puntos fronterizos de Turquía con Siria, así como textos con indicaciones para acceder a Siria evitando los controles fronterizos. Amay tenía en su domicilio una pistola, proyectiles y diverso vestuario militar, además de ordenadores, teléfonos y tarjetas de almacenamiento con cuantiosa documentación, billetes de avión a Estambul y papeles relacionados con los intentos de acceso a territorio sirio de uno de los individuos a los que adoctrinó.
Según la sentencia que le condenó, su red ayudó a, al menos, una treintena de personas a llegar desde Malí, Siria o Libia para su integración en Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Daesh, el (autodenominado Estad Islámico) o Jabaht Al Nusra. Fue uno de los colaboradores más eficaces de estas organizaciones a la hora de proveerles de combatientes para la causa.
Tan solo con su mensaje propagandístico y de persuasión logró manipular y adoctrinar a unos 200 jóvenes a los que quiso sumar a su causa, la de la yihad. Buena parte de ello empleando tan solo su ordenador.
"Maya Amaya [...] desarrolló una estrategia a la que llamó La Hégira antes de la Hégira [haciendo alusión a la huida de Mahoma de La Meca a Medina] por la que centralizaba en la ciudad española de Melilla, en la que residía, la actividad de formación y entrenamiento de los nuevos candidatos", detallaba la sentencia. Una vez superada esa fase, los combatientes se incorporaban a organizaciones yihadistas asentadas en Libia. Se le considera el mayor reclutador de Europa.
Segunda operación
La matanza perpetrada por la organización terrorista Hamás en Israel ha provocado un seísmo de consecuencias imprevisibles en países de Occidente. Una de esas posibles consecuencias es que comunidades occidentales o judías sean víctimas de ataques terroristas después de que dirigentes de Hamás llamasen a la "yihad global".
Por eso, hace una semana el Ministerio del Interior tomó la decisión de poner en marcha varias medidas complementarias de seguridad para reforzar el nivel 4 sobre 5 de alerta antiterrorista, el mismo que se mantiene en vigor desde 2015.
En Interior no quieren que se produzcan episodios como el de la semana pasada en Bruselas, donde un hombre armado con un kalashnikov abrió fuego en plena calle asesinando al menos a dos personas. O como el que se vivió hace unos días en un pueblo francés, donde un profesor fue asesinado por un hombre que profirió gritos islamistas en el momento del ataque. Dejó otros dos heridos a su paso.
La detención de Melilla se produce en este marco. Es la segunda operación de los especialistas del Ministerio del Interior en apenas unos días. Hace menos de una semana la Policía arrestó a 4 personas, 3 hombres y una mujer, en una operación contra el terrorismo yihadista desarrollada en los últimos días en distintos puntos de la península.
Según ha pudo confirmar EL ESPAÑOL de diversas fuentes policiales, todos ellos eran jóvenes "muy radicalizados" que fueron sido arrestados tras detectar que habían intensificado sus labores de adoctrinamiento en el ideario del yihadismo radical.
De hecho, los investigadores hallaron que varios de ellos grababan vídeos en los que reclamaban "derramar sangre para recuperar Al Andalus y restaurar el Califato".
Los agentes de la Comisaría General de Información (CGI) monitorizaban sus conversaciones comprobando su evolución. Hace unos días, uno de ellos revelaba que había encontrado en la deep web un manual para fabricar la bomba conocida como la madre de Satán.
La detención de Amaya, un adoctrinador ya histórico y reincidente con una considerable trayectoria delictiva, pone sobre de nuevo sobre la mesa la irreconducible situación de muchos yihadistas cuando salen de la cárcel tras cumplir su condena. Esta sigue siendo, a día de hoy, una de las grandes preocupaciones del departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska.