Una madre pedía a su hijo de apenas 10 años que dejase de grabar y tiraba de él para llevárselo de las primeras filas del vallado de la calle Ferraz. Faltaban minutos para que comenzasen las cargas de los antidisturbios, pero el niño no quería irse. Tampoco la madre sabía decirle que no. Restaban minutos para las 22:47 horas, cuando todo estalló.
El asedio de los manifestantes a uno de los cordones policiales arrancó otra tanda de altercados, correcalles, lanzamiento de objetos y pelotas de goma, provocando una noche caótica como pocas y diseminada por todo el barrio de Argüelles. La madre y su hijo todavía no se habían marchado cuando saltó la chispa.
La protesta en Ferraz contra la Ley de Amnistía, fruto del pacto entre separatistas y socialistas para investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, no parece aflojar. La de este miércoles fue una jornada clave. Una manifestación en movimiento que comenzó en el Congreso de los Diputados, donde se celebraba la primera jornada de la sesión de investidura, y se desplazó por decimotercer día seguido hasta la sede nacional del PSOE.
En el Congreso, durante todo el día, y a pesar de los esfuerzos de Vox y otras organizaciones, apenas se logró congregar a una pequeña minoría formada por decenas de manifestantes. La poca asistencia matutina contrastaba con la presencia policial, muy notable desde primera hora. Los 1.600 agentes que el Ministerio del Interior incluyó en el operativo para controlar la calle cubrían todo el Paseo del Prado hasta Cibeles, además de otros puntos céntricos de la ciudad.
Avanzado el día, como en alguna de las 12 noches anteriores, la marea recorrió el centro de Madrid hasta desembocar en Ferraz. Una enorme tensión recorría de nuevo las calles más próximas a la protesta, estirada a lo largo de la calle Marqués de Urquijo. Nadie se fiaba de nadie. Los manifestantes miraban con recelo a un lado y a otro lado, tal era la histeria por la posible presencia de policías infiltrados entre las más de 2.000 personas congregadas este miércoles en el pico máximo de afluencia. Algunos fueron detectados y tuvieron que esfumarse en medio de un intenso griterío.
Pasadas las 20:30 horas, y tras abandonar el Congreso tras un rifirrafe con la presidenta de la Cámara Baja, Francina Armengol, irrumpió en la escena el líder de Vox. Escoltaban a Santiago Abascal el grueso de sus diputados, además del vicepresidente de la Región de Murcia José Ángel Antelo. Los rostros más conocidos de la formación se dedicaron a fotografiarse con los presentes durante algo más de una hora.
Fue a las diez de la noche cuando el ambiente comenzó a enrarecerse. Comenzó entonces el lanzamiento de petardos, botellas de vidrio y varias bengalas desde la parte trasera de la protesta hacia el principal cordón policial, el ubicado en Ferraz. Mientras, la Policía Nacional aguantaba e iba cercando el perímetro. La primera carga se produjo a las 22.47, cuando los manifestantes comenzaron a cercar varios furgones policiales, haciendo caso omiso a las advertencias.
La marea humana huyó despavorida calle arriba, hasta llegar a la calle Princesa, dejando atrás el sonido de los disparos de pelotas de goma. Decenas de furgones policiales salieron tras ellos. Los manifestantes se esparcieron rápidamente por los afluentes de la calle Marqués de Urquijo. Allí eran perseguidos una y otra vez por los antidisturbios y los agentes de paisano. La prensa corría tras ellos para filmar sus intervenciones. El caos se adueñó de Argüelles y los policías no terminaban nunca su trabajo.
Una jornada con 15 detenidos
En el cruce de El Corte Inglés de Princesa, la marea humana regresaba cada poco con sus cánticos. Tras ellos, los agentes de la UIP. Los jóvenes les arrojaban toda clase de objetos y, al comenzar la carga, se largaban a toda velocidad. Cuando eran alcanzados, se quejaban del trato.
La jornada se ha saldado 15 detenidos por la Policía Nacional. Como en jornadas anteriores, una vez que buena parte de los manifestantes habían ido abandonando la concentración, los congregados más radicales empezaron a cobrar protagonismo y a lanzar bengalas, botellas y otros objetos a las fuerzas de seguridad.
En varias ocasiones, los antidisturbios pidieron a los manifestantes que dejaran de lanzar objetos. También que no tratasen de violentar las vallas que impedían el paso. Era en vano: muchos ignoraron sus advertencias, provocando el tintineo constante del metal. Aparecieron más hileras de furgones. Los manifestantes gritaban enardecidos. El lanzamiento de objetos se incrementó.
Los policías echaron mano de las pistolas y lanzaron pelotas de goma. Dos ráfagas bastaron a las 22:45 horas para que los manifestantes echasen a correr como rayos. Grupos de decenas de personas se agolpaban entonces en la orilla de la avenida. Las cargas se diseminaron por Marqués de Urquijo. Muchos huían por las calles secundarias.
En Juan Álvarez de Mendizábal, un grupo de ultras trataron de quemar un contenedor sobre las 23:00 horas. No lo lograron porque desde el balcón del primer piso de uno de los edificios les empezaron a lanzar cubos de agua. Desde la calle comenzaron a insultarles. Algunos comentaban entre sí los siguientes pasos que adoptar. No les dio tiempo a orquestar actuación alguna. A los pocos minutos cargó la Policía Nacional, y huyeron de nuevo.
Así, una y otra vez. La escena entró en bucle y se prolongó durante más de una hora. Los jóvenes que ocupaban la calzada jugaban al gato y al ratón con los agentes de la UIP. Así hasta varios centenares de metros abajo de la calle Princesa, bordeando El Corte Inglés. También por Alberto Aguilera. Todo Argüelles era escenario de sucesivas persecuciones en las que los agentes trataban de dar caza a los alborotadores. Ya quedaba lejos Ferraz, también el Congreso, al igual que la primera sesión de la investidura de Pedro Sánchez.