Por qué el PCE y Podemos lloran la caída del dictador Bashar Al Asad: hasta dónde llega su "antiimperialismo"
- Un sector de Sumar, igual que Podemos, apoyaba el régimen sirio por considerarlo un foco de resistencia a EEUU e Israel. Ve en el fin de Al Asad "un golpe devastador para las fuerzas progresistas".
- Más información: La caída de Al Asad: fin del baazismo y debilitamiento de Putin
Han pasado más de 80 años desde la llegada del baazismo al poder en Siria. Toda una época en la que se instauró un gobierno laico, pero también una represión consustancial al régimen de la mano de Hafez Al Asad, primero, y posteriormente de su hijo Bashar. Una circunstancia que para un sector de la izquierda, defensor de la igualdad y la justicia social, parece un mal menor.
El domingo pasado, cuando Bashar Al Asad fue derrocado tras 13 años de guerra en su país, Podemos alertó desde sus redes sociales que la caída del régimen "deja a 23 millones de personas bajo grupos fundamentalistas salafistas liderados por el antiguo Al Qaeda, y apoyados por Turquía, EEUU y varias potencias occidentales".
El partido insistía en que el principal grupo rebelde, Hayat Tahrir al Sham (HTS), es una escisión de Al Qaeda y que la huida del dictador sirio beneficia "a los genocidas" -en referencia a Israel- y perjudica a los kurdos, cuyo principal partido es de inspiración socialista.
En esa línea se posicionaron Irene Montero, Ione Belarra o Pablo Iglesias. Este último se lamentaba de la derrota de lo que él denomina "Eje de la resistencia", que lo conforman entre otros Irán, el partido/milicia Hezbolá o Venezuela, desde la distancia.
Más contundente fue el PCE, integrado en la coalición Sumar a través de Izquierda Unida. En un comunicado aseguraba que la guerra en Siria había representado "una de las luchas más intensas y heroicas contra el imperialismo y las fuerzas reaccionarias que desestabilizan la región".
"La toma de Damasco por un grupo terrorista islamista significa la caída del Gobierno de Siria y la desaparición de un Estado multiconfesional con gobierno laico, un aliado clave en la resistencia antiimperialista en Oriente Medio. Representa un golpe devastador para las fuerzas progresistas y de izquierda en todo el mundo", añadía la nota, refrendada por el diputado Enrique Santiago, miembro de la coalición de Gobierno.
No es la posición, sin embargo, de todo Sumar. El portavoz de la coalición, el ministro y diplomático Ernest Urtasun, celebró la caída del régimen y la vinculó no sólo a la ofensiva de los rebeldes sino a "los anhelos de libertad de la población" que "no aguantaba más a Al Asad como dictador". Urtasun, eso sí, también pidió "evitar la instalación en Siria de un régimen teocrático islamista".
¿Qué nos dice de la prensa que a las facciones palestinas les llamen terroristas y a los herederos de Al Qaeda les llamen rebeldes? Lo hemos discutido en RNE 👇🏻 pic.twitter.com/aLS5Eu03bh
— Pablo Iglesias 🔻{R} (@PabloIglesias) December 9, 2024
Críticas desde la izquierda
El doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y experto en Oriente Medio David Hernández considera que una parte de la izquierda europea y occidental "sigue manteniendo esa visión del antiguo espacio soviético como foco de resistencia ante el imperialismo americano".
"En el caso de la Siria de Al Asad se mezclan varios elementos: por un lado, el histórico carácter socialista y revolucionario del partido Baaz; por otro, que se vendió como un régimen secular que representaba a las minorías; y en última instancia, la visión de esa izquierda que seguía apreciando en este país un símbolo progresista ante el mundo capitalista representado por Estados Unidos", agrega el experto.
El posicionamiento a favor -o cuanto menos la indulgencia- ante el régimen de Al Asad ha provocado también fuertes críticas desde este mismo espacio político. Alberto Garzón, excoordinador federal de Izquierda Unida y militante del PCE, ha escrito un artículo esta semana en El Diario en el que critica que el universo de sus antiguos compañeros de viaje no haya logrado salir de la antigua lógica de bloques.
"El problema es que la Guerra Fría ha dejado tuerta a una parte de la izquierda, de manera que ya no sabe ver ningún otro tipo de actitud imperialista en el mundo. Ni aunque se la pongan delante de sus narices. Esta izquierda está sin instrumental para analizar, por ejemplo, la expansión comercial de China en África o la invasión militar a la antigua usanza de Rusia sobre Ucrania", sostiene Garzón.
También el filósofo Santiago Alba Rico, referente ideológico durante la fundación de Podemos, ha insistido en este aspecto con otro artículo en Público. En él califica de "repugnante" la "hipocresía de la izquierda sedicente anti-imperialista, que ha dejado y deja matar población civil en nombre de la geopolítica".
"Cuando en algún lugar del mundo ocurre algo que no pueden ceñir sus esquemas (desde el Maidan en Ucrania a las revoluciones árabes)", escribe Alba Rico, "lo primero que hacen es renunciar al actor más incómodo, la gente, y ello con un desprecio deshumanizador que rivaliza en nihilismo con el de las ultraderechas europeas".
Putin y los extremos
Curiosamente, este complejo juego de equilibrios iguala en algunos casos a la extrema derecha con la izquierda radical. Como ocurre, por ejemplo, en Francia, donde la derechista Marine Le Pen consideraba a Al Asad un cortafuegos contra el islamismo, mientras que el izquierdista Jean-Luc Mélenchon lo admiraba como un símbolo "contra el imperialismo americano".
También en Italia el populista Movimiento 5 Estrellas, en el que conviven corrientes de izquierdas con otras conservadoras, ha lamentado la caída de Al Asad.
Ese carácter antisistema y contrario a la globalización acerca a estos partidos de izquierda y derecha a Rusia, la verdadera aliada de Al Asad en Siria. Y aunque esa alineación con Moscú no ha sido defendida de forma expresa por Podemos en España, en los últimos tiempos sí que ha incrementado su rechazo a seguir apoyando a Ucrania en la guerra iniciada por Vladimir Putin.
Antes de las últimas elecciones europeas, la formación morada insistió en calificar al PSOE como "el partido de la guerra", mientras que el envío de armas a Ucrania ha despertado los recelos también de otros socios de Gobierno como Sumar, ERC, BNG o Bildu.
Todo forma parte de lo mismo. "Hay partidos, en España y en Europa, que siguen teniendo en sus cabezas ese antiguo mapa de la Unión Soviética y sus aliados", señala David Hernández, de la UCM. "Y esa atracción por Putin o por Al Asad podría explicarse como una especie de mal menor con el objetivo de oponerse al imperialismo americano, que para ellos representa el máximo enemigo".
El socialismo árabe
Todo empezó a mediados del siglo pasado. El 31 de enero de 1958, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser proclamó la creación de la República Árabe Unida. Nasser, envalentonado tras haber doblegado los intereses de Occidente con la nacionalización del Canal de Suez, recuperaba así la idea del panarabismo con la unión de Egipto y Siria bajo una única bandera.
El experimento duró poco, apenas tres años. Pero cuando el ejército sirio tomó el poder en 1961 y abandonó la República Árabe Unida, habían quedado sentadas las bases para la formación de un Estado de inspiración socialista y un fuerte carácter nacionalista. Así se formó el partido Baaz, al que se afilió Hafez Al Asad -el padre de Bashar Al Asad- o Sadam Husein en Irak.
En el contexto de la Guerra Fría, la nueva Siria fue apadrinada por la Unión Soviética, lo que reforzó aún más su imagen antiimperialista desde una óptica geopolítica. Y así el régimen sirio también fue considerado como un muro de contención del mundo árabe contra Israel.
Los partidos comunistas europeos se aferraron a este modelo, como bendijeron una década después la Revolución Islámica en Irán, en contraposición a la política internacional de Estados Unidos.
Entonces no les preocupó tanto que los rebeldes fueran islamistas. A diferencia de lo que ocurre ahora con los principales responsables de la caída de Al Asad.