Un año de la tragedia de Cerro Muriano: "Los culpables siguieron allí, dando órdenes a los compañeros de los soldados"
- El Ejército de Tierra ha creado grupos de trabajo para mejorar las medidas de seguridad de los ejercicios de pasos de cursos de agua.
- Más información: La brigada de la tragedia de Cerro Muriano llevaba varios años sin barcas, flotadores ni salvavidas.
"Los culpables siguieron allí, dando órdenes a los compañeros de los soldados". Son palabras de la familia del soldado Carlos Léon, muerto junto a un compañero, el cabo Jiménez, durante unas maniobras en la base de Cerro Muriano, Córdoba, hace ahora justo un año.
Doce meses después, la familia pide dos cosas: justicia y que no se olvide a los soldados fallecidos. Quieren que quienes mandaron aquellos ejercicios paguen con hasta 12 años de cárcel, pena que pedirán sus abogados por cada uno de los dos fallecidos en la fría mañana del 21 de diciembre de 2023 en un monte cordobés.
"Las dos muertes se podían haber evitado", afirma Sergio Pérez Léon, primo del soldado muerto. Señala, en nombre de su familia, al "teniente Jaime Tato y el capitán Zúñiga, pero también el resto de militares procesados: el sargento Castroviejo, el comandante Velasco, el teniente coronel Zanfaño y el coronel Navarro".
"Todos ellos son responsables de la negligencia y grave imprudencia que provocaron sus muertes", acusa. Y recuerda que en el cuartel donde murió su primo y el compañero de éste no había "ambulancia, médicos, zódiac o helicópteros de evacuación".
El abogado de esta familia sevillana, Luis Romero, califica las muertes de "homicidio imprudente". Por ello va a pedir 12 años de cárcel para cada uno de los mandos involucrados en el siniestro.
Justicia militar
Romero, que quería que el caso lo llevase un juzgado civil y no el militar que enjuicia la causa, señala que, además de la pena de cárcel, pedirán una compensación económica como responsabilidad civil que, entiende, asumirá el Ministerio de Defensa.
"Hubo negligencias y temeridades", opina, en la mañana en que murieron los dos soldados vadeando el lago artificial. "El auto habla de grave negligencia y temeridad de todos los mandos investigados", abunda.
Una de sus bazas en el juicio será Luis Manuel Bejarano, brigada del Ejército de Tierra en la reserva y experto en formación de natación y "supervivencia acuática", indica él mismo.
Bejarano señala que entrenó en Cerro Muriano, donde murieron los dos soldados, pero fue "hace mucho tiempo". En todo caso, y gracias a su formación y experiencia en el Ejército, indica que la maniobra acuática nunca debió llevarse a cabo.
"Yo habría hecho todo lo posible por impedir que se hiciese el ejercicio del lago", señala. Es su opinión como instructor de natación y "como militar, aunque como tengo una graduación más baja que la de los mandos que llevaron a cabo el ejercicio, tampoco lo hubiera permitido. Habría impedido eso", subraya.
Grupos de trabajo en Tierra
En el Ejército de Tierra, entretanto, el asunto continúa siendo un recurrente tema de conversación entre los mandos y también entre los soldados. La ministra de Defensa. Margarita Robles, desde el principio trató de forma tajante lo ocurrido, señalando con dureza en repetidas ocasiones a los responsables, y exigiendo responsabilidades.
Ahora, según detallan mandos del Ejército de Tierra a EL ESPAÑOL, se ha dado orden de que no se vuelvan a realizar esta clase de ejercicios. En el seno del Ejército se han hecho grupos de trabajo para estudiar y mejorar las medidas de seguridad estándar que deben seguir este tipo de ejercicios. "No se puede volver a repetir".
Los ejercicios de pasos de cursos de agua contaban con una regulación y unos protocolos más laxos que otros ejercicios más peligrosos, como los que se realizan en montaña. El Ejército de Tierra quiere mejorar la preparación de las tropas y dotarlas de unos protocolos que les proporcionen la seguridad necesaria para estas actividades.
El ejercicio en cuestión era un paso de cursos de agua incluido en el Programa Básico de Instrucción (PBI). Son ejercicios que se realizan en condiciones adversas, pero siempre con unas condiciones mínimas de seguridad. Nada que ver con lo que sucedió hace justo ahora un año. Ese día, cuando la brigada se puso en marcha, no estaban preparando ninguna misión especial. Eran vísperas de Navidades y en los cerros de Córdoba no existía en apariencia ninguna amenaza a la que enfrentarse.
La expedición arrancó a primera hora de la mañana, sin que todavía hubiera salido el sol. La temperatura rondaba los cero grados y no había luz. Los soldados estaban en el último día de su PBI, un entrenamiento específico que realizan los militares tras acceder al Ejército y en el que eligen una unidad y una especialidad concreta.
EL ESPAÑOL ha publicado a lo largo de este año los testimonios de algunos testigos que narran cómo se produjo el accidente. "Los querían meter en el lago por la noche. Un lago en el que no se hace pie, de varios metros de profundidad y de fango. En ese lago yo he entrado, pero por el ladito. Cuando se ha metido la primera sección han empezado a decir: que me ahogo, que me ahogo, y se han tenido que tirar las demás secciones a rescatarles".
Lo que ocurrió después ya se ha contado. La expedición entró en un embalse antes de que saliera el sol, con 2 grados de temperatura. Llevaban mochilas con unos ocho kilos de peso, en las que a algunos el capitán había añadido un lastre de otros 3,5 kilos a modo de castigo, según el juez. El capitán Zúñiga, el responsable a cargo del ejercicio, pidió al destacamento que no se agarrase a la cuerda de seguridad, no les había facilitado un arnés de seguridad llamado "línea de vida" ni había previsto la presencia de ambulancias.
Ya se había adentrado más de una veintena de militares en el agua cuando se escucharon voces gritando: "Socorro, me ahogo". Varios integrantes de la tropa se agarraron a la cuerda que marcaba la ruta a la desesperada, pero la soga no aguantó el peso y terminaron hundiéndose. Era una supuesta línea de vida que no servía para nada.
Sólo entonces, el capitán ordenó que se soltara uno de los extremos para poder tirar de él y rescatar a quienes ya estaban completamente sumergidos. Sin embargo, al desatar el nudo de la cuerda, los militares se hundieron aún más, según el testimonio de varios testigos.
Tal y como publicó EL ESPAÑOL, y luego confirmó un informe elaborado por el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil, la maniobra que resultó finalmente mortal no contaba con ninguna de las medidas de seguridad necesarias para garantizar la seguridad de los soldados.
El cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar, de 34 años, y el soldado Carlos León Rico, de 24, murieron ahogados en las aguas cenagosas de un embalse de tres metros de profundidad en el que apenas se podía ver nada. El soldado León era uno de quienes portaban ese peso extra en su mochila, penalizado por el capitán. Otros tres reclutas fueron atendidos por hipotermia y uno de ellos tuvo que ser reanimado por sus compañeros tras salir del agua inconsciente.
Las acusaciones esperan que en los próximos días se resuelvan los recursos planteados ante el juez. Estiman que no tardará en llegar poco después el escrito de calificación del fiscal del caso.
Por el momento, el juez togado militar que instruye el caso ha procesado a seis mandos por los hechos ocurridos hace ahora un año. En concreto, al capitán Zúñiga, el teniente Tato, el sargento Ruiz de Castroviejo, el teniente coronel Zanfaño y el comandante Velasco.
A cada uno de ellos le atribuye dos delitos, uno por cada fallecido, consumados en el capítulo de "Delitos contra los deberes del servicio" dentro del Código Penal Militar, y otros dos más en grado de tentativa. En este caso, se refiere a los otros dos militares que tuvieron que ser atendidos por hipotermia tras salir del agua. Además, el juez ha procesado también al coronel Navarro como presunto autor de un delito de incumplimiento de los deberes inherentes al mando.