Pedro Sánchez utilizó la rueda de prensa de balance del año para presumir de nuevo de logros económicos, en contra de quienes afirman que "España se hunde". "España es hoy un país mejor de lo que era hace seis años", afirmó el presidente. Y en esa defensa de su gestión, encontró un aliado hasta hace poco inesperado.
El semanario británico The Economist se ha convertido en la nueva publicación de cabecera para Sánchez. Este lunes lo citó varias veces en su discurso. "La prensa extranjera habla abiertamente del éxito del modelo económico español y destaca que somos uno de los países favoritos de los inversores, que nos situamos como la mejor economía de la OCDE", expresó.
Así se refería el jefe del Ejecutivo al último índice publicado por The Economist hace apenas dos semanas, en el que efectivamente la economía española figuraba como la más pujante de 2024 de entre los países desarrollados. Para ello, la revista se basa en cinco indicadores: el PIB, el comportamiento de la Bolsa, la inflación, la evolución del desempleo y del déficit público.
El ránking legitimaba el discurso del Gobierno de que las señales macroeconómicas marcan la buena dirección y el mismo día de su publicación Sánchez ya presumía de ello en el Congreso de los Diputados.
Esa mañana, la del 11 de diciembre, Alberto Núñez Feijóo preguntaba por Aldama y Sánchez respondía con The Economist. Hasta la portavoz de Bildu -uno de los socios del Gobierno-, Mertxe Aizpurua, le cuestionó al presidente por el escudo social para los más desfavorecidos y el presidente salió con la clasificación del semanario británico.
Desde entonces, las referencias a la revista han sido constantes, ya sea por parte del presidente, sus ministros o desde la prensa más cercana a Moncloa. El Ejecutivo se siente respaldado por una publicación, de corte liberal, que no siempre ha sido tan benévola con España ni con el Gobierno de Sánchez.
La calidad democrática
La última polémica se produjo hace menos de tres meses, cuando el semanario publicó un análisis de Michael Reid, su antiguo corresponsal en Madrid, en el que afirmaba que "Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española".
El artículo, del pasado 3 de octubre, sentó muy mal en Moncloa. Desde la oficina de comunicación se examina con lupa la proyección internacional del Gobierno, por lo que rápidamente salieron a enmendar esa visión tan crítica.
El primer miembro del Ejecutivo en intervenir fue el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, quien manifestó un día después de que se publicara ese artículo que el Gobierno no estaba "preocupado", ya que el propio The Economist considera a España "una de las democracias más asentadas" del mundo. En este caso se refería a otro índice de calidad democrática que el semanario elabora cada año.
Pero fue el propio Sánchez quien se encargó de desarrollar este argumento, con datos erróneos. Durante la sesión de control del Gobierno en el Congreso de los Diputados posterior a ese artículo, el presidente le espetó a Feijóo que "nuestro país registró su peor posición en ese ránking en 2013, cuando gobernaba el PP, y registró sus mejores posiciones en el 2008 y en el 2019, con dos presidentes socialistas".
Sin embargo, la peor nota que ha obtenido España desde 2006 -cuando comenzó a publicarse- fue en 2021, con Pedro Sánchez en el Gobierno, ya que ese año la revista rebajó su calificación de nuestro país de una "democracia plena" a una "democracia con imperfecciones".
Mientras que comparativamente, con el resto de países analizados, es cierto que España ocupó su posición más baja hasta la fecha -la 25ª del mundo- en 2013 bajo el Gobierno de Mariano Rajoy, pero ya había llegado a esa cota en 2011 con José Luis Rodríguez Zapatero en la Moncloa.
Con motivo del artículo crítico del pasado octubre comenzaron a circular réplicas que consideraban a The Economist una publicación conservadora que no terminaba de entender nuestro país.
Entre ellas, la de un catedrático llamado Jesús M. de Miguel, que publicó una columna en la web Agenda Pública en la que afirmaba que el semanario británico estaba asumiendo "ideas de la derecha y la ultraderecha española". Esta respuesta quizás no habría tenido demasiada repercusión de no ser porque fue reenviada a determinados creadores de opinión desde los despachos de Moncloa.
Una relación difícil
La relación de The Economist tanto con España como con otros países mediterráneos siempre ha sido delicada. Como ya ocurriera en el pasado, ahora la revista ensalza la evolución de la economía española después de una dura reprobación al Gobierno.
En otras ocasiones, desde el sur de Europa se alegó que las críticas a los países un día bautizados como PIGS (un acrónimo que significa "cerdo" en inglés y que apela a Portugal, Italia, Grecia y España) respondían a prejuicios de la prensa liberal o de los países que en ese momento apostaban por la austeridad.
El momento álgido llegó durante el estallido de la crisis económica, cuando The Economist publicó una portada en 2012 con un toro y la palabra Spain, de la que se desprendía la letra S para quedarse simplemente con pain (dolor en inglés). Aquello se convirtió casi en una cuestión de Estado, como símbolo del orgullo herido de un país atacado desde el exterior.
Este lunes, Sánchez también apeló, sin citar explícitamente, a esa portada. El presidente afirmó que la prensa internacional antes hacía juegos de palabras para criticar la economía española. Ahora las últimas entradas por la palabra "Spain" que aparecen en The Economist se titulan "España muestra a Europa cómo seguir la economía americana" o "Lo que España puede enseñar al resto de Europa".
Casi tres meses atrás se encuentra el artículo que censura a Sánchez por desgastar la democracia. Y, entre medias, sólo hay dos textos sobre la DANA y uno acerca del auge de la extrema derecha entre los jóvenes. Pocas referencias en un trimestre a nuestro país. Porque, al fin y al cabo, lo que ocurre en España tampoco suele ocupar demasiado espacio más allá de nuestras fronteras entre la prensa económica de referencia.