Podemos: del 'asalto' al 'cerco' sin cuestionar a Pablo Iglesias
La escenificación en el Círculo de Bellas Artes supuso el enésimo golpe de Iglesias sobre la mesa para cerrar las discrepancias internas.
10 julio, 2016 03:38Noticias relacionadas
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Esta misma tarde, no bien terminaba el Consejo Ciudadano de Podemos, Íñigo Errejón lanzaba a las redes uno de sus enigmáticos tuits. “Del asalto al cerco. De la primacía de la lógica plebiscitaria a la de la seducción y permear la sociedad civil y el Estado”.
Del asalto al cerco. De la primacía de la lógica plebiscitaria a la de la seducción y permear la sociedad civil y el Estado #ConstruirPueblo
— Íñigo Errejón (@ierrejon) 9 de julio de 2016
De este modo un tanto abstracto, Errejón ilustraba la situación que ya horas antes había esbozado Iglesias durante su intervención. Sobre el papel, se diría que ambos coinciden en el que será el futuro de la organización, un asentamiento parlamentario según el cual pasarán a formar parte de lo que Iglesias llama "ejército regular", pero que comúnmente se conoce como establishment.
Sin embargo, las diferencias soterradas, aunque palpables, entre los diferentes sectores en los que se articula el partido, y de los cuales ambos son cabeza visible, provocó que este sábado por la mañana Pablo Iglesias enviase una advertencia al vuelo, para que quien se sintiese aludido recogiese el guante: “Me preocupa que los relatos de lo sucedido se alejen de su objeto científico. Evitaría que en última instancia la gente se fuera apuntando a explicaciones que luego actúan en clave de corriente o en clave de facción”, advirtió. Era una forma menos sutil de, frente a decenas de medios, cerrar filas dentro de su partido.
Y así, durante su disertación matutina, Iglesias desarrolló una retrospectiva de los éxitos cosechados por Podemos en tan solo dos años de vida, explicando lo que él denomina la hipótesis Podemos, un partido que se abre hueco en lo que Iglesias llama “régimen del turno”, en el que dos partidos (PP y PSOE) se han ido alternando en el sillón de poder, aprovechando una “ventana histórica”.
No obstante, llegado el punto actual de la andadura de la formación, los comentarios de Iglesias en cuanto a sí mismo y al partido redundan siempre en un tono elusivo. Con esto, el líder de la confluencia Unidos Podemos trataba de justificar lo que a su juicio fue un acierto total pese a los resultados: el acuerdo con Alberto Garzón e Izquierda Unida de concurrir juntos a las urnas. Iglesias no ha dejado de echar balones fuera en estos últimos días en relación a este asunto. Para él, es necesario no tomárselo como un dogma. “Hoy vamos a tener que hablar de muchas cosas –dijo-. Pero evitaría una fetichización de estos elementos. La ciencia social no ha llegado tan lejos como para determinar estas cosas a ciencia cierta. Es imposible saber científicamente qué cosas han ocurrido”.
Nadie replica a Iglesias
De ese modo, Iglesias volvía a imponerse por encima del resto de los miembros del partido, sin escuchar réplica alguna. Rodeado de los suyos, el jefe de la escenificó un golpe en la mesa para cerrar filas. Las discrepancias internas que hace poco exhibían, orgullosos de su pluralidad, dan paso ahora a lo que parece el intento de un discurso unificado y monocorde. Iglesias se ha ido encontrando con las diferentes alternativas e hipótesis que se manejan en Podemos con respecto al fiasco electoral.
Ninguna voz se ha alzado en su contra. Nadie le cuestiona. Desde aquel alegato suyo en Vistalegre que eran en realidad la presentación de un partido entendido como maquinaria electoral (“El cielo se toma por asalto”) hasta el frenazo en seco que experimentaron hace dos semanas, las voces que han cuestionado el liderazgo desde dentro de su partido han sido mínimas. De la misma forma que cuando cesó en marzo al errejonista Sergio Pascual de su cargo como número 3 del partido, Iglesias quiere ahora volver a tomar el mando del partido, imponer su criterio sobre el de Errejón y mantener la confluencia con Alberto Garzón como su principal baza pese a los resultados.
Las crisis internas que azotan al partido desde meses antes de las elecciones se acentuaron la semana pasada, cuando Pablo Echenique dijo que había que “extirpar las malas hierbas” y Monedero criticó abiertamente la estrategia de la campaña electoral del partido, apuntando así a Íñigo Errejón, su principal artífice. En respuesta, los errejonistas zahirieron abiertamente la alianza con Izquierda Unida, a su juicio la principal causa del retroceso en 1,2 millones de votos.
La creación de un bloque histórico
Ahora, Iglesias pretende que se acaben las intrigas. Por eso, recurre constantemente a sus metáforas predilectas, como la que hoy empleó para sugerir que las rupturas deben evitarse a toda costa. “Qué importa que tuvieran más razón los protestantes o los católicos a la hora de interpretar los evangelios. Al final, lo que cuenta es que se construyeron dos iglesias paralelas". No quiere escuchar, bajo ningún concepto, hablar del esas diferencias internas. La pluralidad de opiniones ha de quedar ahora subordinada a esa estrategia conjunta con la que tratarán de transformarla una máquina de guerra electoral en el bloque histórico al cual el secretario general de Podemos se refiere.
El 'cesarismo' que ha imperado en el partido a lo largo de su corta existencia nunca parece haberles supuesto un impedimento. Sin embargo, ayer Iglesias trató de justificarlo porque “era lo único que se podía hacer”. Desde aquellas europeas de 2014, en las que a última hora se colocó la cara de Iglesias en las papeletas del voto a Podemos, el grado en el que Podemos depende de Pablo Iglesias es bastante alto. “Pero ahora lo hemos superado”, aseguró. “Ya tenemos capacidad para no depender de nadie”. El Consejo Ciudadano del sábado ponía en sospecha esta afirmación por la parafernalia, la escenificación y la llamada al discurso único que realizó Iglesias.
En ese ciclo que se cierra, Podemos repensará la estrategia y afrontará los desafíos que llegarán en los próximos años. Es un tiempo nuevo, de consolidación de un cambio. “Y Unidos Podemos está para quedarse. Es la fuerza electoral preferida de los votantes menores de 40 años. El desafío ahora es construir un bloque histórico”. El lenguaje bélico en el que vive instalado Iglesias le lleva a escoger los términos ejército de partisanos o guerra de posiciones con toda naturalidad para referirse a la situación n la que se encuentra. El proceso de cambio es ya irreversible y ya encaran la reconversión hacia el partido que quieren ser en el futuro. Un Podemos, como dice Íñigo Errejón que puede trasladar el asalto al cielo al asalto al cerco. O que, como aseguraba Iglesias el otro día, se puede "dar una hostia", y quedarse en el camino.