"Un contrato verbal no vale ni siquiera el papel en el que está escrito". Yogi Berra, famoso jugador de béisbol.
Albert Rivera ha sido criticado, no sin razón, por afirmar públicamente que le pedirá al rey que ayude a Ciudadanos a convencer a Pedro Sánchez y a Mariano Rajoy de que deben alcanzar algún tipo de acuerdo para evitar unas nuevas elecciones. Las críticas han surgido porque se dice que Rivera ha incitado al rey a “borbonear”, concepto difuso que no por antiguo está mejor definido.
No he visto ninguna crítica al hecho de que el líder de Ciudadanos piense que la suya es la mejor salida para la actual situación y que pretenda obtener el apoyo del Rey para ella. De hecho, el PSOE no hace más que reafirmarse en el “no” a Rajoy, pero no explicita su posición porque eso supondría ofrecer una alternativa que sería o intentar formar gobierno (otra vez) o arriesgarse a nuevas elecciones. Todo esto sucede porque tanto Rivera como Sánchez sólo revelan una parte de sus intenciones para conseguir un resultado.
En Teoría de Juegos hay un concepto que se denomina “cheap talk”, que literalmente significa hablar barato o sin coste. Es parecido a nuestro hablar por hablar. Este tipo de conversación informal es distinto de la negociación basada en señales o en planteamientos estratégicos y al principio los expertos se dividieron sobre su importancia. Unos pensaban que era puro blablá y que en ella el emisor no tenía ningún incentivo para decir la verdad y otros que conducía a equilibrios imperfectos, como casi todo lo que existe en el mundo.
Con el tiempo se descubrió que, aunque esta información no tuviera costes y no fuera verificable, tenía consecuencias. Como subrayaron Joseph Farrell y Matthew Rabin en un trabajo de 1996 titulado Cheap talk, “hablar es barato, pero dado que la gente responde a ello, hablar afecta definitivamente los resultados”. Es decir, aquello que es percibido como real, tiene efectos reales.
En esta línea hay un juego muy conocido: una persona que tiene mucha información sobre un asunto (un experto) entabla relación con una persona ignorante (una autoridad), pero que debe tomar una decisión que acaba afectando a ambos. La convocatoria del Rey se podría ver desde esa perspectiva. De hecho, sospecho que este es el espíritu que animaba a los constituyentes cuando redactaron el artículo 99 de la Constitución.
Imaginemos que, hablando por hablar -es decir sin considerar el resultado final- Rivera y Sánchez le dicen al Rey que el verdadero obstáculo para permitir un gobierno del PP es Rajoy, como han dicho ambos públicamente en la campaña de diciembre y en la de junio. ¿Qué tendría que hacer el Rey en este caso sobre todo si, como ha anunciado Rajoy, no se presentará a la investidura (otra vez) si no cuenta con los apoyos suficientes? ¿Es "borbonear" persuadir a Rajoy de que dé un paso al lado? ¿Y no sería "borbonear" permitir que “el reloj de la democracia” como dice Sánchez, se ponga en marcha sin proponer un candidato como se sugiere desde el PP?
Mientras que el papel del Rey parece estar limitado a consultar y no a persuadir, lo que sí está previsto expresamente en la Constitución es que después de cada renovación del Congreso, el Rey debe proponer un candidato (art. 99.1) y éste deberá pedir la confianza a la Cámara. Así, hoy nos abocamos a repetir, con distintos números, la misma jugada que hace ocho meses. Pero la clave para que suceda algo distinto no es que Rivera o Sánchez hagan algo diferente -que de hecho están haciendo ya que no han reeditado su pacto-, sino que Rajoy decida hacer otra cosa.