Alejandro Climent es un joven valenciano que acabó el pasado año siendo el número uno del ranking mundial de la Federación Internacional de Vela (Isaf) en Fórmula Kite. Es un firme aspirante a participar en los Juegos de 2020 cuando este deporte de playa sea olímpico. El pasado 17 de junio, este deportista se manifestó frente al Ayuntamiento de Valencia con una pancarta en su tabla: “No somos delincuentes, somos deportistas”. Junto a él, unos 400 deportistas y aficionados más que llevan años luchando para poder practicar cualquiera de las modalidades de los llamados deportes de deslizamiento (windsurf, kitesurf, catamarán…) y que carecen de espacios en la costa de la ciudad de Valencia, salvo dos zonas habilitadas a 20 kilómetros, con deficiencias y que han generado conflicto con los bañistas.

El problema les lleva a practicar en zonas no autorizadas, a arriesgarse a multas de mínimo 1.500 euros y a tener que estar preparados por si hay que salir corriendo. “Cuando aparece la Guardia Civil o la policía tenemos que huir con todo, somos como los manteros, pero del mar”, dice Pepe Carratalá, presidente de Kitezone, uno de los clubes afectados. Otros citan incluso el caso de una lancha de la Guardia Civil yendo tras ellos para que salieran del mar. 

Carratalá lleva casi dos décadas practicando kitesurf. El año pasado le multaron dos veces con sanciones de 1.500 euros. Una de ellas por estar en una zona no autorizada, la llamada playa de El Pollo de Cullera que, según explican, es un inmejorable espacio para la práctica de estos deportes pero sin autorización por ser una zona virgen con cordón dunar. En esta zona se entrenaba el pasado año Alejandro Climent. “Teníamos a un ‘aguador’ vigilando tras las dunas por si venía la Guardia Civil”, dice.

Los aficionados, cerca del millar en Valencia, se quejan de persecución y falta de apoyo y compromiso para fomentar un deporte que creen que situaría a Valencia como destino preferente por sus condiciones climatológicas. La paradoja, dicen, es que la ciudad que acogió la Copa América y que se postuló para ser subsede olímpica de vela ponga tantas trabas a la práctica de estas disciplinas. “¿Cómo vamos a crear cantera si no tenemos espacios para practicar?”, se queja Carratalá. Tampoco se ha conseguido lograr una convivencia con los bañistas.

AÑOS BUSCANDO DÓNDE NAVEGAR

Los clubes de vela ligera tenían desde hace décadas su estación fija en un polideportivo situado en la playa de El Saler de Valencia. Allí tenían escuelas y los contenedores necesarios para guardar el material. Hace tres años, el complejo se desmanteló por razones medioambientales para recuperar las dunas, aunque en la zona aún permanecen las gradas y un largo muro frente al mar. El Ayuntamiento recolocó todos los deportes salvo los de vela y desde entonces vienen reclamando un espacio permanente donde estar y varios temporales en el resto de playas valencianas.

La solución parecía estar cerca cuando desde el anterior equipo de gobierno se sopesó un espacio próximo y conocido como la escuela de estibadores, una pesada construcción con forma de barco en la playa de El Saler. Allí fueron reubicados temporalmente el pasado año, pero colocados justo en una zona nudista. Las quejas no tardaron en llegar. “Entendemos la molestia pero es un conflicto que nosotros no hemos generado, no tenemos por qué estar ahí cuando cien metros al lado ya no hay bañistas”, explica José Pérez Bonmartí, de la asociación Estación Náutica El Saler, la organización que ha aglutinado a los clubes afectados y que encabeza la lucha.

Desde el Ayuntamiento que preside Joan Ribó (Compromís) y las consellerías implicadas se sostiene que la negativa a practicar estos deportes en esa zona de playa más cercana a Valencia se debe a cuestiones medioambientales por formar parte del Parque Natural de la Albufera y donde se estudia implantar una nueva regulación que prohíba expresamente la practica del windsurf, el kitesurf y demás disciplinas. Los clubs cuestionan el argumento. “¿Los bañistas pueden estar y nosotros no? No lo entendemos, nosotros practicamos deporte en el mar”, exclama José Pérez.

VALENCIA, EN LA EDAD DE PIEDRA DE LA VELA

“A todos nos está afectando la política náutica, vivimos en la edad de piedra”, dice Rafael Cerveró, de la escuela de deportes Ocean Republic situada en la Marina Real. Él explica las dificultades que tienen para hacer estos cursos y, sobre todo, las consecuencias de no poder practicar después en la costa de Valencia. “Aquí albergamos la Copa América, la gente no se cree que no se pueda practicar en la playa, ha sido así siempre, la gente de Valencia en general ha vivido siempre de espaldas al mar (…) Lo que pasa aquí no pasa en otro sitio. En otras zonas hay otra cultura y no se le dice al surfero que se vaya de la playa”, insiste. Cerveró se refiere sobre todo a los problemas de convivencia entre bañistas y deportistas. No es el único, otros aficionados como Rubén Luna, de otro de los clubes afectados, el Club Casbah, sostiene lo mismo: “Estamos luchando por conseguir lo mínimo, aquí deberíamos estar hablando ya de hacer campeonatos y todavía estamos así”.

EMBARCACIONES ACUMULADAS EN CHALÉS

Más difícil está la situación para los amantes de la navegación con catamarán. “Practico catamarán y es imposible, no hay ningún sitio donde se permita la varada en la playa”, afirma Pedro Villanueva, del club de vela Margalló y presidente de la Estación Náutica El Saler. “Tengo mi embarcación en el chalé de mi hermano, la gente lo tiene donde puede”, recalca.

Las asociaciones afectadas pidieron hace un año una reunión con el alcalde Joan Ribó para exponer la situación. Hasta la fecha se han reunido con concejales de distintas áreas y con personal de la Generalitat. El Ayuntamiento ha habilitado para este año dos canales para estos deportes y los ha ubicado en la zona de El Perellonet, a 20 kilómetros de la ciudad. Los aficionados agradecen tener el espacio -“los canales los apoyamos rotundamente”, dice Villanueva-, pero critican que son totalmente insuficientes y presentan deficiencias. Uno de los canales (zonas acotadas para la entrada y salida de los deportistas) se tuvo que reducir por el peligro de un barco hundido, hay postes de voley que son un riesgo para el despegue y aterrizaje y, además, se han ubicado en una zona de apartamentos, lo que ha provocado un conflicto con los bañistas y residentes de temporada que ya han iniciado una recogida de firmas para que se vayan. Desde entonces, dicen, el acoso policial es constante y se ha multado a deportistas que, por motivos de la dirección del viento, se salían del canal durante la maniobra de entrada.

“Con estas dos zonas se nos hace imposible sacar el catamarán”, explica por su parte José Pérez. La decisión de salir a navegar a la zona habilitada supone cargar una embarcación de unos seis metros y llevarla a 20 kilómetros de Valencia por una carretera con retenciones constantes. Él hace años que tiene su embarcación parada. La situación, asegura, le ha llevado a tener que negarse cuando le pidieron celebrar un campeonato de Europa en la playa de El Saler hace unos años. “Lo propusieron y tuve que decir que no”, incide. Hace años que no se hacen regatas en la zona.

ARRIESGARSE A LAS SANCIONES

La situación ha llevado a cientos de deportistas y aficionados a acudir a la playa de El Pollo de Cullera y arriesgarse a sanciones por navegar en zona no autorizada. Es sábado por la tarde y el litoral está plagado de cometas en esta zona. “Solo queremos hacer deporte”, recalca Pepe Carratalá. Son básicamente kitesurfistas porque el equipamiento es más pequeño y es lo más fácil para salir corriendo si es necesario.

Las asociaciones seguirán reuniéndose con las administraciones hasta conseguir espacios aptos para todas estas disciplinas y los suficientes canales como para diversificar la práctica y que no haya hacinamiento. Los impedimentos han llevado a la desaparición en los últimos años de un 80% de asociados. “Nosotros (el club Casbah) hemos pasado de 60 a 20 en solo un año”, asegura Rubén Luna.

Desde la Asociación Estación Náutica destacan además la repercusión sobre el turismo y el negocio local de habilitarse zonas. “Nos llaman de Madrid y Zaragoza para venir y les tenemos que decir que busquen otros lugares, que aquí no puede ser. Otros han dejado de salir al mar porque no se pueden permitir que les multen”, apunta Luna. El objetivo ahora es no llegar a 2017 con esta misma situación.