"Soy un corredor de fondo, pero llegar a la meta no es el único objetivo. O no debería serlo llegar a ella de cualquier manera. Para los socialistas, el tiempo, los hechos y las conductas confirman o desmienten nuestra credibilidad, y no cabe otra regla de conducta".
A más de un dirigente socialista y, sin duda, a muchos de los que lo fueron, les gustaría que Pedro Sánchez pronunciase estas palabras. Les encantaría que no dirigiese los destinos del PSOE o, en este momento de inestabilidad institucional, que al menos cediese y permitiese la conformación de un Gobierno en minoría del PP.
Tras haberlo encumbrado, una parte del PSOE que tiene un importante peso institucional, le culpa de buena parte de los males del partido. Su mayor pecado, no ganar. No ser un partido en condiciones de superar al PP en las plazas clave y no haber logrado confinar a Podemos a los techos de los buenos tiempos de Izquierda Unida. Hay una larga lista de agraviados: presidentes autonómicos como Susana Díaz (Andalucía), Javier Fernández (Asturias), Javier Lambán (Aragón) y en menor medida Ximo Puig (Comunidad Valenciana), Guillermo Fernández Vara (Extremadura) y Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha).
Esa frase no la ha pronunciado Sánchez. La dijo Josep Borrell el 14 de mayo de 1999 cuando renunció a la candidatura a la presidencia del Gobierno por el fraude fiscal reconocido por José María Huguet y Ernesto de Aguiar, que habían sido colaboradores suyos. Según no pocas voces en el PSOE, Borrell será recordado como un intelectual honesto que fue vencido por las élites de su partido, orgánicas y mediáticas.
El peso de Felipe González
Borrell había ganado las primarias para ser candidato a la Moncloa a Joaquín Almunia, el líder del partido y que contaba con el apoyo de Felipe González y buena parte del llamado aparato. Si lo que dice hoy el expresidente del Gobierno tiene eco y relativa influencia en el PSOE, tras su paso por el Gobierno su control de los resortes de la organización era determinante.
"Siempre me lo he preguntado. ¿Por qué no resistió Borrell?", dice un colaborador de Sánchez, que compara al actual secretario general socialista con el vencedor de aquellas primarias. "En política hay que estar por convicción y dispuesto a sufrir ataques pero, cuando tienes razón, no puedes arrugarte", explica. Tanto Borrell como Sánchez llegaron a sus puestos avalados por la militancia socialista y, menos de dos años después, eran vilipendiados en privado y cuestinados en público por sus propios compañeros.
En el entorno de Sánchez se acusa con especial angustia el cuestionamiento que, día tras día, ejercen desde los editoriales medios considerados de referencia, con El País como pieza clave, a cuyo Consejo Editorial se acaba de sumar Alfredo Pérez Rubalcaba, otro exdirigente crítico con Sánchez.
El diario de Prisa ha sido tradicionalmente una biblia para los socialistas y hoy, por audiencia y contenidos, sigue siendo teniendo muchos lectores entre sus bases. Pero Sánchez, que cree que apenas hay medios en España que comprendan su posición, está dolido con la actitud de lo que durante décadas ha sido visto como un aliado de los valores socialdemócratas encarnados por el PSOE.
Almunia acabó perdiendo
"A Borrell también lo atacaron muchísimo. Los editoriales y las informaciones eran constantes. Un mazazo detrás de otro. Ahora, desde algunos medios y también desde dentro del partido, ocurre lo mismo", explican desde el entorno del líder socialista. Y, sin embargo, en el Comité Federal del PSOE nadie se ha atrevido a cuestionar abiertamente las decisiones de su líder. Los que reclamaban una abstención, apoyaron en julio el "no es no" de la Ejecutiva sin que ni siquiera se elaborase una resolución. Como decía esta semana en una entrevista con EL ESPAÑOL Meritxell Batet, diputada por Barcelona, puede haber discrepancias y críticas, pero en realidad "hay una posición política". Los demás, según reconoce un diputado crítico con Sánchez, son "cómplices, cooperadores necesarios aunque no estén de acuerdo".
Preguntados por la comparación, no pocos socialistas la rechazan. Eran otros tiempos, había un caso de fraude de por medio, el PSOE acababa de perder el poder tras 14 años y el carácter de Borrell y Sánchez se parecen bastante poco. Pero en el equipo de Sánchez hay quien cree que el nivel de presión no debió de ser muy distinto. Y, al final, Almunia perdió contra Aznar, que gobernó con mayoría absoluta y anunció su marcha esa misma noche. Eso sí, con 125 diputados, 40 más de los que tiene el PSOE con Sánchez.