Como bien se sabe, el PSOE tenía pendiente realizar su 39º Congreso ordinario, pues el periodo de vigencia de la actual dirección vencía en febrero de este año. El Comité Federal del 30 de enero pasado llegó a acordar su convocatoria para los días 20, 21 y 22 de mayo ante la insistencia de algunos dirigentes que exigían su realización porque “tocaba hacerlo”. La convocatoria de nuevas elecciones aconsejó su suspensión acordada consensuadamente hasta que en España hubiera gobierno.
El caso es que no parece fácil la formación de gobierno y sobre ello se ha producido un debate encubierto pero insistente en el PSOE que, tratando de impedir unas nuevas elecciones, se reduce básicamente a tolerar un gobierno de Rajoy o explorar la fórmula de un gobierno alternativo.
El cuestionamiento de Sánchez se convirtió en un divertimiento gratuito con el que adquirir algo más de estatura
La prolongación del mandato de la actual dirección del PSOE no ha estado exenta, sin embargo, de cierta consideración de interinidad que le ha impedido ejercer con la debida autoridad. Dado que estamos muy familiarizados con el término, diríase que estábamos ante una dirección “en funciones”. Alargar este periodo tampoco ha entrañado tregua respecto de los propósitos planteados tras las elecciones de diciembre, y así el cuestionamiento del liderazgo de Pedro Sánchez se convirtió en un divertimiento gratuito con el que adquirir algo más de estatura. De todo esto son conocedores hasta perros y gatos.
En las circunstancias políticas actuales, de tanta dificultad, se requiere un liderazgo reconocido y una posición política clara. Ambas cosas han sido cuestionadas desde el propio interior del partido socialista. Y lo peor es que se plantean simultáneamente a las fuertes presiones del aparato propagandístico de la derecha económica y política. La situación ha llegado hasta el paroxismo cuando, en un momento en que toda España estaba pendiente de las elecciones gallegas y vascas, determinados dirigentes -dando por descontados unos malos resultados electorales- estaban más empeñados en socavar la imagen de su líder, mientras éste, como si se tratara de un candidato, se empleaba a fondo en la campaña electoral.
Prolongar esta situación es delirante. Y la respuesta democrática es la que emplea este partido para seleccionar liderazgos
Resulta muy lastimoso pensar que unos malos resultados electorales del PSOE puedan beneficiar las expectativas particulares de algunos miembros del partido, y ello parece deducirse de las urgentes y tremendas reacciones habidas. Como también resulta triste que el Partido Popular pueda permitirse el lujo de apelar a dirigentes socialistas para que dobleguen la voluntad de su líder.
Prolongar esta situación es delirante. Y la respuesta democrática es la que habitualmente emplea este partido para seleccionar liderazgos y equipos de dirección y para definir los posicionamientos políticos, esto es, los congresos del partido. En el Congreso se puede enjuiciar la gestión de la dirección saliente, dando cuenta de su responsabilidad, y proceder a la elección de una nueva dirección y de su líder. Es en ese marco donde se puede dejar claro si debemos dejar al PP que gobierne o proponemos otras fórmulas de gobierno. Y además donde se puede definir el modelo de partido, la autonomía del proyecto político y los rasgos que distinguen a la socialdemocracia de hoy.
¿Sería mejor que una gestora cogiera el partido a la espera de la llegada del (o de la) Mesías cuando le conviniera?
Un Congreso es una oportunidad para todos quienes forman parte del PSOE, lo mantienen, lo sienten y lo defienden, pero también para quienes sin carné desean hacernos aportaciones. ¿Qué peligro entraña, pues? ¿Qué otra alternativa democrática se puede plantear? Quiénes se oponen a esta iniciativa ¿qué otra alternativa proponen cuando ésta era la que tocaba a principios de año en una situación similar? ¿En qué consiste esa demanda de responsabilidades que se hace a la dirección?
Me temo que no hay valor para responder con sinceridad y eso es lo que más me preocupa, que los verdaderos propósitos puedan resultar inconfesables. ¿Sería mejor que Pedro Sánchez dimitiera, voluntaria o forzosamente, que una gestora se hiciera cargo del partido para que sin coste político facilitara un gobierno de Mariano Rajoy y sin prisas dejara la organización niquelada para la llegada del (o de la) Mesías en el tiempo que mejor le conviniera? ¿Creen quienes piensan así que la retirada de Pedro Sánchez se reduciría exclusivamente a su persona? Están errados.
Sánchez, representa la lucha por mantener la autonomía del proyecto frente a las presiones de los poderosos
Hoy Pedro Sánchez representa para una buena parte del partido la lucha por la recuperación de un crédito político perdido, y que a base de firmeza y rectificación está consiguiendo detener la hemorragia electoral derivada de una acción de gobierno que acabó decepcionando a una parte de nuestra base política y social. Hoy, Pedro Sánchez, representa la lucha por mantener la autonomía del proyecto socialista frente a las presiones de los poderosos. Hoy, da igual por qué, Pedro Sánchez representa todo eso y por ello ha empatizado con los afiliados y afiliadas del PSOE.
Pedro Sánchez fue elegido por el voto universal de los afiliados socialistas. Su revocatoria debe proceder de la misma fuente de legitimidad. Quien menosprecia, teme o desconfía de sus bases no merece dirigirlas. La militancia socialista ha recibido con entusiasmo poder participar y decidir, y no cabe marcha atrás. Cuando las decisiones revisten singular importancia es justo apelar a la participación de quienes se comprometieron para participar en la definición del futuro y no solo para rellenar actos de propaganda.
Hoy el PSOE se plantea algo más que un liderazgo y de las decisiones que tomemos, pero sobre todo de cómo las tomemos, nos jugamos su futuro.
*** José Luis Ábalos es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.