La pésima evolución del déficit, que en ocho meses ya ha superado toda la desviación registrada en 2015, nos recuerda que la consolidación fiscal no ha sido resuelta de manera duradera por el Gobierno de Rajoy, por mucho que éste se jacte del acierto de haber aprobado aceleradamente las cuentas de 2015. De hecho, el presupuesto de 2016 está presentando los mismos problemas que padecían los de Zapatero en 2009, 2010 y 2011, que es que la realidad se esfuerza por dejarlos obsoletos.
El problema este año, donde el desfase suma ya más de 31.000 millones, es el inesperado desplome de los ingresos fiscales. La recaudación tributaria ha caído un 5,4%, las cotizaciones sociales un 2,7% y el resto de los ingresos un 5,8%. No hay un desfase de calendario, no es que se hayan hecho muchas o pocas transferencias y los ingresos vayan a llegar más tarde. Para arreglar esto, la recaudación tendría que mejorar espectacularmente en los cuatro meses que quedan de 2016, más allá incluso de las medidas sobre el Impuesto de Sociedades que se pretenden adoptar el viernes en el Consejo de Ministros.
Una situación poco atractiva
El desequilibrio fiscal, que pronto impactará nuestra credibilidad como país, sirve para ilustrar lo poco atractivo que resulta gobernar España en las actuales circunstancias. Un gobierno débil, que debería invertir mucha energía en construir apoyos para cada acto legislativo, tragando sapos continuamente y recibiendo palos de Bruselas un día y otro, no es un panorama muy seductor. Se intuye el enorme entusiasmo de Rajoy al respecto. Un entusiasmo que las brillantes expectativas electorales que parecen abrirse para el PP tras las elecciones gallegas y vascas están mitigando muy rápidamente.
En esta tesitura fue significativo que en la Comisión de Hacienda que se reunió el martes en el Congreso, el PP no presentara iniciativas de ningún tipo. La instrucción del grupo parlamentario es no moverse, estarse quietos, exhibir un encefalograma plano. La apuesta por unas terceras elecciones es un hecho.
Ciudadanos, los que más temen otra convocatoria
La crisis abierta por Pedro Sánchez en el campo socialista le viene de maravillas a Rajoy. Sabe que el 'gobierno Frankenstein' no saldrá adelante porque Coalición Canaria nunca le dará su voto si está ahí Podemos. Tendrían que ir a negociar con Bildu y con ERC, una excursión demasiado arriesgada para un partido dividido. Los calendarios de Sánchez, además, no ocultan que el líder socialista está pensando en las terceras elecciones. Éste cree, además, que saldrá vivo del comité federal y que puede rebañar muchos votos a Podemos.
Sánchez no sólo ha disparado la presión interna en su partido, sino que le ha achicado el campo de maniobra a Albert Rivera. Ante unas terceras elecciones, Ciudadanos podría resultar gravemente lisiado e incluso desaparecer. Lo ocurrido en Galicia ha demostrado que allí donde el PP es capaz de marcar distancias con la corrupción o donde exhibe una gestión muy eficaz, los electores que han basculado hacia Ciudadanos vuelven. Ese temor, calculan en el sanchismo, podría obligar a Rivera a una maniobra desesperada que lo lleve nuevamente a cambiar de alianza y apoyar al PSOE en su huída adelante. En el PP creen que Ciudadanos no se atreverá.