El despertador sonó a las cinco de la mañana en casa de Jesús. Media hora después ya estaba apostado a las puertas de los astilleros de Puerto Real con el currículum en la mano. Hasta allí va todos los días con la esperanza de que cualquier contratista ponga sus ojos en él y lo meta en el tajo. Lleva meses sin trabajar, viviendo de la ayuda familiar. Apenas 400 euros para mantener a su mujer y sus dos hijos. Como él, más de medio centenar de personas se agolpan en los tornos de acceso a la factoría de Navantia en la bahía gaditana. Se mueven rápidos, intentando hablar con algún encargado, haciéndoles ver su valía y su necesidad. Hay días, pocos, que alguno consigue un jornal con el que mitigar la habitual precaria situación. La escena se repite en las atarazanas de Cádiz y San Fernando. Son las doce de la mañana y Jesús sigue ahí. Hoy no ha habido suerte para él pero se resiste a marcharse a la espera del milagro.
En los corrillos que se improvisan junto a la cantina hoy se habla de Arabia Saudí, la tierra de la que caerá el maná en forma de trabajo. Muchos confían en que el rey Felipe VI consiga desbloquear el contrato que Navantia, la sociedad pública dedicada a la construcción naval civil y militar, disputa al gobierno saudí. La construcción de cinco corbetas supondría más de tres mil nuevos empleos en la factoría de San Fernando. Riqueza para la bahía.
Felipe VI inicia hoy sábado su visita oficial a Arabia Saudí con el objetivo de desbloquear un contrato de tres mil millones de euros en su agenda. Navantia lleva más de un año esperando la rúbrica del gobierno saudí para empezar a construir cinco corbetas Avante 2200, que se convertirán en las joyas de la flota de las Royal Saudi Naval Forces. Sin embargo, el viaje del monarca ha desatado la crítica de Podemos, que ha pedido a la Corona precaución a la hora de visitar “países que violan los derechos humanos”, según ha concretado el propio Íñigo Errejón, número dos de la corporación morada.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, iba más allá al manifestar su “desconcierto” por la visita de Felipe VI a Arabia Saudí para “sacarse fotos con dictadores sanguinarios”. La monarquía de los Saud tiene dos frentes abiertos, en Yemen y Siria, y sobre la mesa también está otro contrato de venta de munición de artillería por valor de 40 millones de euros.
Kichi, ambiguo
No habla, al menos de forma clara, el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, que este viernes no ha querido atender a EL ESPAÑOL y que se remite a la última valoración pública —y ambigua— sobre la cuestión. “Sobre las espaldas de los trabajadores de la bahía de Cádiz no se puede cargar el futuro de la producción de Navantia”, esgrimió el pasado lunes el alcalde de Por Cádiz sí se puede. “Navantia debe de exigir y repensar cuál es la lista de pedidos y de contratos y en qué se quiere especializar. Evidentemente, hay una serie de alternativas a la actividad militar”, zanjó el regidor gaditano sin explicar si su tesis coincide con las de sus compañeros de partido o está alineada con los muchos trabajadores que confían en el poder negociador de Felipe VI para desbloquear el contrato que traería trabajo a la bahía.
Sí tiene clara su postura Jesús, que sigue apostado a las puertas de Navantia en Puerto Real con varios currículums en una bolsa de plástico. “Ojalá llegue trabajo para la zona y ojalá que sea pronto —concreta—, porque no es normal que se retrase un año la firma de un contrato del que dependen muchas familias de Cádiz”.
No en vano, él podría ser uno de los nuevos tres mil empleados que ingresarían en la factoría gaditana, donde actualmente trabajan unas 980 personas. “Sería multiplicar por tres nuestra plantilla”, explican a EL ESPAÑOL miembros del comité de empresa, Enrique Martínez y José Antonio Aguilar, representantes sindicales de Comisiones Obreras.
Ambos detallan que será el de San Fernando el astillero que asuma la práctica totalidad de los trabajos de construcción de los cinco navíos, unos trabajos que se alargarían hasta los 35 años. Diez si se tienen en cuenta algunos añadidos, como la conservación, actualización y mantenimiento de los buques. Además, el contrato —según precisan quienes han tenido acceso a él— incluiría la formación de unos mil marinos saudíes, que se dividirían entre las dependencias de la Armada de San Fernando y Ferrol.
“Cádiz se lo juega todo”
“La bahía de Cádiz se lo juega todo este fin de semana”, valora Enrique Martínez, republicano confeso. Él fue uno de los que el pasado mes de junio se reunió con Felipe VI en su visita a San Fernando para inaugurar el museo naval. Según cuenta, el monarca mostró un amplio conocimiento e interés en el contrato en disputa y prometió mediar “en lo que estuviese en su mano” para cerrar el trato con el gobierno saudí. “Es nuestro jefe de Estado y hay que darle las gracias cuando cumple lo que promete”, apostilla el sindicalista.
El representante de CCOO critica la postura de Podemos con respecto al contrato saudí. “Es un discurso muy fácil de vender a los suyos”, sostiene Martínez. “Pero le diría a Podemos —añade— que primero tengamos la barriga llena, a la gente trabajando, pagando su vivienda, con sus necesidades cubiertas, su futuro asegurado y cuando tengamos todo eso empecemos a hablar de ética y filosofía”. El sindicalista relata casos de explotación, de empleo precario, de altos índices de desempleo, de una población —la de la bahía de Cádiz— que se ha visto obligada a emigrar por la difícil situación económica.
“Hablemos de la geopolítica cuando toque, porque ese ámbito es muy difuso y poliédrico”, argumenta este miembro del comité de empresa. “Hay muchas dictaduras en el mundo. Actualmente estamos haciendo barcos para Venezuela”, esgrime el sindicalista, que sí coincide con Podemos en otro de sus planteamientos: la apuesta por la diversificación de la demanda de los astilleros, actualmente centrada en la producción militar.
“Las factorías de Navantia de Ferrol, Cádiz y Cartagena no pueden vivir únicamente con lo que demanda la Armada española”, confirma también el presidente del comité de empresa de Puerto Real, Antonio Noria. A lo largo de sus 43 años de experiencia como trabajador en los astilleros ha vivido épocas de bonanza, como en los años ochenta, en la que llegó a compartir faena con más de cinco mil trabajadores. Ahora la plantilla es de apenas medio centenar. Su tesis también coincide con la de sus compañeros de San Fernando y la del alcalde de Cádiz. “Hay que salir fuera para conseguir barcos civiles”, dice.
Pero la Unión Europea impone cuotas a la fabricación de estos navíos. “Se debería ampliar, como así lo han hecho otros países de la unión”, critica. Mientras, la factoría subsiste haciendo reparaciones y apostando por plataformas eólicas, como la que acaba de entregar a Iberdrola.
Noria se muestra especialmente escéptico con el contrato que el rey Felipe VI trata de desbloquear en Arabia Saudí. Estima que los efectos de esos tres mil millones de euros no tendrán un impacto inmediato en la economía de la zona. Pero asegura que la industria naval es la única con capacidad de engrosar sus plantillas con dos mil personas de golpe. “¿Quién puede hacer eso hoy en día?”, pregunta retóricamente. “Astilleros mitiga mucho la necesidad en las familias de la bahía”, insiste.
Y si el dinero viene de Arabia Saudí, bienvenido sea. “Si España no acepta el trabajo lo hará Francia u otro país europeo”, defiende el sindicalista. “¿Por qué nos íbamos a sacrificar nosotros? Con quien se reúna el rey me preocupa poco, yo soy republicano; pero ahora va a desbloquear un contrato comercial”, esgrime. “Total —acaba—, si no nos reunimos con dictadores sanguinarios deberíamos dejar de hablarle a medio mundo”.