Recorrer en invierno media España con pancarta, torear el madrugón con cierta jindama a que Sánchez no dé el paso tras la paliza de carretera. A pesar de todo, 47 personas -yo empotrado entre ellas- se citaron a las 5.00 del sábado en la Plaza de España de Madrid rumbo al ya "histórico" mitin de Pedro Sánchez en un descampado con lago: el Centro Tecnológico de Dos Hermanas.
"Un militante un voto", mascullaban entre que subían al bus, junto al "No es No" y otros grandes éxitos de Pedro Sánchez para la Historia. No fue un "viaje gallináceo" que diría Pla, sino una odisea de bocadillo y manta; una excursión de monjas sin monjas y más de 1.200 kilómetros y 19 horas para aplaudir a Pedro en el meollo del cortijo andaluz: Sevilla, Dos Hermanas, "donde le duele a la otra [Susana]".
Llevo yo un gorro de lana estilo homeless, unas botas montañeras y la plaqueta de Orfidal en el bolsillo por asegurar con química alguna cabezada salvífica si las horas de carretera se vuelven insoportables. Por sólo 36,80 euros con impuestos, por "Giro Directo" postal (es el procedimiento para pagar el autobús) se puede besar a Pedro Sánchez y vivir un momento, dicen, que quedará en los anales.
Con el corazón caliente y la fe de los convencidos, el bus se pone inmediatamente en marcha rumbo al Sur. Son las 5.05. Fuera hace frío. Dos jóvenes bulliciosos van de empalme discotequero.
Recogemos al "compañero de la pancarta"
La media de edad de la tripulación es de unos cincuenta para arriba, y a ojo de buen cubero uno diría que hay paridad. Al poco de partir, el bus recoge al "militante de la pancarta" en un área de servicio de Seseña, junto al Hotel El 36. El "compañero de Seseña", tiene pelo cano y talante deslenguado. Se le ve con ganas de animar el cotarro, y pasando Córdoba ya está debatiendo de ideología con una militante de Móstoles.
Minutos después se arranca la mercadotecnia en el pasillo central del autocar: camisetas a 12 euros; rojas, con todas la banderas del Estado autonómico en círculo, o blancas con el lema de #viajandoconPedro. El precio de producción es de seis euros unidad, "aunque en Sevilla se vendan a 13", nos animan a comprar.
Aún no se ha desayunado, aún es noche cerrada, y Santiaga, residente en la Comunidad de Madrid y con hijas mayores, militante, según dice, desde el 3 de octubre -dos días después del aquelarre de Ferraz-, reparte unas palmeritas de galleta que ayudan a calmar el rugido de las tripas. Santiaga es entrañable y se ve que viajando con Pedro disfruta una tercera juventud.
Aún no ha amanecido y en una venta de Almuradiel, puebla manchega rayana con Despeñaperros, la expedición cambia aguas por otras y caen los primeros cafeses. El bus se detiene frente a una ermita que parece un bungaló, y los biorritmos ideológicos se ponen ya en funcionamiento con las primeras pullas.
Chocarrerías contra Susana
La cercana Andalucía despierta las maledicencias y las chocarrerías contra Susana Díaz por aquello de la sabida metáfora entre la presidenta y el paso entre su Sevilla y la Meseta. "Podríamos haber parado en Casa Pepe [famoso local ultra], que es donde pasa siempre la Susana", vocifera un señor de pelo blanco y funcionario del Estado que va en mi asiento delantero y se ha impuesto el rol de cronista de lo que pasa.
En Almuradiel, digo, el bus se detiene en una venta, y frente a la venta una ermita, y en la ermita un San Isidro retroiluminado y de tamaño real al que nadie echa cuentas. En veinte minutos casi cincuenta pedristas, hechos y derechos, dan cuenta del primer café y de unos bocadillos oceánicos. Sacamos la primera fotografía del grupo cuando amanece.
Una vez proseguida la marcha, hay un cierto morbo en cruzar la linde de Jaén y penetrar en el Hondo Sur, en el reino de Susana. Entretanto el autobús devora kilómetros, el primer runrún entre los viajeros va contra los medios de comunicación: "Llevamos en la nómina la desinformación de los periódicos". Mis compañeros de viaje saben que hay que "petar Dos Hermanas de gente" y dar la campanada. A esa misma hora, decenas de autocares viajan desde otros puntos del país con el mismo destino.
Un cartel señala un centro penitenciario y alguien lanza una gracieta sobre los chorizos que tiene poco éxito. Aunque han compartido otros viajes por y para Pedro Sánchez, suelen llamarse "compañeros" a secas. Todos estamos dentro de un grupo de guasap donde se van famoseando fotos de grupo, memes y algunas noticias de prensa favorables a mantener bien alta la moral del grupo.
A cantar 'La Internacional'
Santiaga, ya bien uniformada con la camiseta #yoviajoconPedro, sigue repartiendo sonrisas y palmeras de harina y otros productos reposteros que cede gustosamente. Van cruzándose conversaciones en tanto que el autocar llanea por los olivares de Córdoba. La militante de Móstoles parece haberle encontrado gusto a la discusión doctrinaria y feminista con el "compañero de Seseña", que a estas alturas se sabe el alma de la fiesta, y ejerce con donaire el papel de agitprop sin levantarse del asiento. La militante de Móstoles expone con vehemencia las actitudes de machito de Susana, y cuando en los carteles indicadores aparece el nombre de Carmona, alguno no puede evitar el chistecito sobre el concejal del Ayuntamiento de Madrid y su omnipresencia televisiva.
Atrás, en el fondo del autobús, dos señores del abulense Valle del Tiétar ven los olivares ajenos a las consignas que de cuando en vez se lanzan de una parte a otra. Sin embargo, es en el grupo de guasap donde se comprueba la temperatura de esta colección humana variopinta que va rumbo a Dos Hermanas.
De pronto alguien propone que el bus cante La Internacional, otro viajero alude al desconocimiento de la letra y se decide asambleariamente buscar letra y música en San Google. Atruena La Internacional en marcha, y por la campiña andaluza 47 personas levantan el puño cuando el estribillo. Así lo colgarán en las redes sociales. Algo se malicia la organizadora del viaje, quizás por mi poco entusiasmo, que se viene hacía mí y me suelta:
-¿No serás tú periodista?
-¡Sólo me faltaba! (Es una trola honrada: el experimento sociokilométrico requiere de mi anonimato).
"¿Cómo están ustedes?"
Un rato después de la solemnidad del himno, la incansable Santiaga pregunta por el "cómo están ustedes", a lo que le responden que ya somos un poco talluditos para juegos de excursión. Otro militante con acento andaluz habla de la India, y ya se va llegando al auditorio del Centro Tecnológico de Dos Hermanas. Ha ido calando en el ambiente que el auditorio se ha quedado pequeño y que Sánchez va a mitinear al aire libre, como Cristo en la montaña.
A las 11.40 echamos pie a tierra tras sortear varias rotondas entre descampados. Ahí cae la segunda foto del grupo, con petición al conductor de que aparezca la palabra PSOE en el luminoso. Nos dirigimos hacia el salón de actos, lleno hasta la bandera, y yo intento captar el ambiente paseando el recinto, que tenía para mí un no sé qué de tanatorio en lo arquitectónico. Llega el histórico de Izquierda Socialista Pérez Tapias con un maletín con papeles, similar al de un opositor, entre una nube de periodistas. Llega también el donostiarra Odón Elorza, al que no reconocen tanto.
Caen 18 grados al sol, y finalmente el acto se hará en un auditorio al aire libre que evoca un lago con una isleta. Hay agitación e ilusión. En la explanada, el bar/furgoneta La utopía -nombre pintiparado para la ocasión-, despacha latas de Cruzcampo a pesar de la fama susanista de la bebida. Alguien del Ayuntamiento le dijo a su propietario que si el sábado salía soleado, haría el agosto "en lo de Pedro".
Y de repente llegó Sánchez entre un mareo de besos, de gritos de "presidente, presidente", y cruzó los quince pasos de la pasarela y habló sobre las aguas, estancadas. El alcalde de Dos Hermanas, Pedro Toscano, lo presentó a Sánchez como una gloria del socialismo. Cuando citó a Felipe lo abroncaron, pero con una pirueta dialéctica mutó los abucheos en aplausos. Y Pedró habló, sí, y aceptó con un "la militancia va a tener su candidatura".
"El marciano", como colofón
Atronaron el lago y sus graderíos, se agitaron banderas de Asturias y de la República, de La Mancha y de Extremadura. Los allí presentes incidieron en lo "histórico" del momento. Ocurrió que una vez conocido el paso adelante de Sánchez, el bar ambulante La Utopía aguardó colas de eufóricos sedientos.
A las 14.35 pusimos rumbo a la comida planeada en la hoja de ruta. Trece euros en una peña flamenca de Dos Hermanas, la peña Juan Talega. Insuperable el entrante de ibéricos, los patés o la merluza a la roteña. De vuelta al autobús la felicidad de estos 47 "compañeros" vino a mezclarse con el cansancio de tantas horas de vuelo. La ilusión dio paso a una siesta merecida y sin ronquidos. Alguien me preguntó por mi agrupación y yo incidí en mi libertad para no afiliarme a nada que no fuese yo mismo.
El autobús aún paró dos veces más. La primera en la salida de la provincia de Córdoba por razones de la vejiga. La segunda, de nuevo en Almuradiel, donde la tripulación hizo acopio de quesos manchegos y tortas de Ciudad Real. En el "nuevo Seseña" el conductor devolvió al "compañero de la pancarta".
En la pantalla del autocar pasaban la película "The Martian", el marciano. ¿Casualidad?Llegamos a Madrid con sueño. Los más rumbosos pedían otro viaje, el próximo, para ver a Sánchez en Castellón. Yo cumplía 19 horas entre militantes, sueño y kilómetros.