Susana Díaz lleva meses probando las mieles de una derrota política que no se ha fraguado desde la oposición, sino que ha estallado en la calle. Las mareas blancas, esas que negaba hasta hace pocos meses, le han plantado cara al modelo de fusiones hospitalarias programado por la Junta de Andalucía y han ganado la batalla: el proyecto ha sido paralizado y la cúpula de Salud ha sido descabezada.
El estallido del conflicto llega en un momento crucial para la carrera política de Díaz. La presidenta de la Junta y líder del PSOE-A prepara -casi con toda seguridad- su candidatura a la Secretaría General del Partido Socialista, un cargo que tendrá que disputar con otros dos aspirantes: Patxi López y Pedro Sánchez. Una crisis sanitaria con masivas protestas puede, sin duda, debilitar su imagen de cara a sus aspiraciones políticas.
Tres relevos en la cúpula
Por ello, Díaz, incapaz de controlar el malestar y la indignación ciudadana, ha zanjado el asunto de raíz esta misma semana y ha cedido a las peticiones de profesionales de la sanidad y de muchos usuarios. Han presentado su dimisión el viceconsejero de Salud, Martín Blanco, el gerente del Servicio Andaluz de Salud (SAS), José Manuel Aranda, y la gerente del complejo sanitario de Granada, Cristina López.
Precisamente fue en Granada donde estalló la primera marea blanca andaluza. Todo comenzó de la mano del médico Jesús Candel, el famoso Spiriman, que se dedicó a difundir por las redes sociales vídeos de protesta sobre la situación sanitaria granadina. La repercusión de sus quejas sumó tantos adeptos que optó por convocar una manifestación el pasado 16 de octubre que fue un éxito incontestable con unas 50.000 personas en la calle.
La respuesta masiva a la convocatoria cogió por sorpresa al Gobierno andaluz, ya que sólo días antes de esa protesta, Díaz llegó a decir que “en Andalucía no hay mareas ni verdes ni blancas ni moradas”. Tras la manifestación, el efecto llamada fue inmediato y las mareas blancas se extendieron a otras ciudades andaluzas mientras la Junta daba pasos atrás y pedía perdón por los errores en su gestión.
Un proyecto de 2012
El proyecto de fusiones hospitalarias se remonta al año 2012, en plena crisis económica y cuando los gobiernos se veían obligados a tomar medidas de ahorro y contención del gasto. Así lo presentó en octubre de aquel año la entones consejera de Salud y Bienestar Social, María Jesús Montero -hoy, de Hacienda-: el número de puestos directivos se reduciría en un 20% con la fusión de gerencias y el reparto de especialidades.
Este modelo sanitario, sin embargo, supone un caos para los profesionales de la sanidad y los usuarios. Cuando estalló esa primera manifestación en Granada, la fusión hospitalaria granadina llevaba en marcha sólo tres meses: en julio se cerró uno de los dos hospitales generales que había en la ciudad y se trasladó al nuevo complejo del campus de la Salud. Esta decisión no es operativa para los pacientes, que, por ejemplo, tienen que recorrer varios kilómetros por la distribución de las especialidades médicas entre los dos centros.
A la primera marcha de protesta le siguieron otras. En Granada hubo una segunda movilización y una tercera a la que ya se sumaron Huelva y Málaga... El Gobierno andaluz comenzó entonces a tomar medidas: por ejemplo, la Junta garantizó que no se continuaría con el proceso de fusión hospitalaria en Granada hasta lograr el “máximo consenso”, al tiempo que pidió disculpas por los “fallos en su implantación”.
Marcha atrás con las fusiones
También hubo medidas correctoras en Sevilla cuando todavía no había llegado la marea blanca a sus calles. En el mes de diciembre, la Consejería de Salud anunció el nombramiento de Mariano Marín como gerente del Hospital Virgen Macarena, dando así marcha atrás a la unión de las gerencias de los principales hospitales sevillanos, éste y el Virgen del Rocío.
Sin un discurso consistente, la Junta iba así dando palos de ciego y sin un modelo sanitario alternativo que defender. Pasaban las semanas sin nuevos avances ni acuerdos hasta que llegó el pasado 15 de enero y las movilizaciones se extendieron a la mitad de Andalucía: Granada, Huelva, Málaga y Sevilla se echaron a la calle y cercaron a Díaz, que tardó menos de 15 días en desmantelar la cúpula de Salud.
El martes 31 de enero, la Junta de Andalucía acordó paralizar las fusiones hospitalarias y aceptar la dimisión del viceconsejero de Salud, Martín Blanco, y del gerente del Servicio Andaluz de Salud (SAS), José Manuel Aranda. El portavoz del Gobierno andaluz, Miguel Ángel Vázquez, reconoció que con esta decisión la Junta tiene la "humildad de rectificar" actuaciones que habían generado "inquietud en la ciudadanía" y habían provocado una fuerte contestación de las mareas blancas.
Retroceso en las encuestas
En un intento casi desesperado por neutralizar el conflicto social que había estallado, la presidenta de la Junta aludió a una presunta “manipulación política” por parte de la oposición sobre la sanidad andaluza, pero lo cierto es que hasta Ciudadanos, la formación que le facilitó su investidura, dio un ultimátum a Díaz para acatar la crisis sanitaria o exigiría dimisiones.
La preocupación en la Junta y en el PSOE-A se disparó más aún tras conocerse hace dos semanas los resultados de una encuesta elaborada por el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (Cadpea), que anuncia un gran retroceso de los socialistas. Díaz se deja casi siete puntos en relación al resultado de las elecciones autonómicas de 2015 y sólo aventaja al PP en 2,4 puntos: 28,6% a 26,2%.
Ahora Spiriman anuncia que no va a abandonar las protestas y que va a seguir dando guerra para que las irregularidades que lleva meses denunciando lleguen hasta los juzgados. “Estamos decididos a constituir la asociación Justicia por la Sanidad y el próximo 3 de febrero la presentaremos públicamente”, afirma. Las mareas blancas siguen agitándose.