Uno de los asistentes más destacados al acto con el que Susana Díaz lanzó su campaña al liderazgo del PSOE lo definía de la siguiente manera. "Esta campaña es un trasatlántico. Si no ganamos, el PSOE se quedará en una barcaza". En ella caben poquitos militantes y votantes. Y muy apretados, según este referente, sentado muy cerca de una exultante presidenta de Andalucía. La figura de Pedro Sánchez ha generado tanta aversión en dirigentes actuales y veteranos que muchos de quienes apoyan a Díaz consideran estas primarias como un todo o nada por el ser o no ser del PSOE.
Todo en el acto de ayer estaba encaminado a exhibir que el verdadero PSOE apoya a Díaz. El lema, repetido por la aspirante, era "100% PSOE". Del techo colgaban cartelones que sencillamente reproducían las siglas sobre un fondo rojo. El himno retumbaba por sus decibelios en un pabellón de un recinto ferial abarrotado, donde la temperatura era alta, también físicamente.
"La mayor concentración de militantes desde el último Vistalegre", explicaba otro VIP, muy satisfecho, en referencia al recinto que llenaba José Luis Rodríguez Zapatero en sus mejores épocas. Hoy es Podemos quien lo utiliza para sus congresos. Todos, Susana Díaz, Pedro Sánchez y hasta Pablo Iglesias (de manera más discreta), miran con una innegable envidia histórica al alcance de los gobiernos de Felipe González y sus cambios sociales, introducidos desde la izquierda y con el apoyo de una amplia mayoría. Todos reivindican las leyes sobre derechos civiles de Zapatero.
La historia del PSOE en un pabellón
Y Díaz los reivindicó a ellos haciendo de esa comunión un vínculo casi místico. También glosó a todos aquellos que se midieron en las primarias y que la apoyan a pesar de algunos odios que sobreviven grabados en piedra: Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón, José Bono y Zapatero o Alfonso Guerra y el propio González son prueba de ello.
Había tantos referentes, tanto poder institucional actual (todos los presidentes autonómicos socialistas, menos una, apoyan a Díaz), que el acto por momentos parecía un libro de historia del PSOE. En su lectura se quiere apoyar Díaz para aprobar el examen. Pero en este caso, los que aprueban o suspenden son los militantes, que son los dueños de los criterios de corrección.
Por primera vez, se ha extendido en el partido la sensación de que todo puede pasar. "Que lo imposible se puede lograr", que diría Color Esperanza, la canción de Diego Torres con la que Sánchez sube al atril desde que se propuso volver a liderar el PSOE.
El síndrome del Titanic
El acto del recinto ferial de Madrid (Ifema) era un Olimpo repleto de "dioses del socialismo", que según dijo en diciembre el presidente de Aragón, Javier Lambán, "cubren a Susana Díaz con un poderoso manto". Pero es desde esas alturas donde cualquier humano acostumbrado a pisar tierra firme sentiría más vértigo.
A mayor demostración de fuerza, mayor es el desasosiego de los que no están al 100% convencidos de que la victoria esté asegurada. Y hay quien se acuerda del Titanic, sus suntuosos bailes en primera clase antes de que un iceberg subestimado lo hundiese en el océano.
Si casi todo el que ha sido algo en el PSOE, salvo Sánchez, arropa a Díaz, ¿qué PSOE quedaría tras las primarias si el que gana es Sánchez? La inversión que han hecho los expresidentes, referentes y barones actuales en Díaz tiene como alternativa una página en blanco, una refundación o, sencillamente, un corte histórico y la transición hacia un partido nuevo. Eso es, por otra parte, lo que ofrece ahora Pedro Sánchez sin ningún disimulo.
"Todo gira en torno a dos ideas: pasado y futuro", explicaba este domingo uno de los asesores de Sánchez, que también reunió a miles de militantes (aunque menos) en Valencia. "En dos recintos con una asistencia similar vemos los dos modelos de partido: uno lleno de cargos públicos y pasado y otro lleno de militantes de base y futuro", explica.
Algunos llevaban tres años esperando a que Díaz dijeses las palabras mágicas. "Tengo el orgullo y el honor de anunciar mi candidatura a la secretaría general del PSOE", dijo, poniendo al público en pie. Pero luego no escucharon ideas nuevas. "Fue un acto de gran fuerza, de reivindicación del pasado y nuestra historia, pero no fue ni moderno ni tuvo gran alcance en cuanto a ideas", explicaba un diputado que aplaudió como los demás, pero con cierta resignación interior.
Los ejes del mensaje de Díaz
Díaz desplegó un mensaje muy positivo, mucho más que lo que exhibe Sánchez, y sólo lanzó indirectas al exlíder. Sin embargo, sí intentó desmontar con indirectas algunos de los mensajes clave de su principal competidor. "Vamos a gobernar desde la victoria", dijo frente a la "alianza de fuerzas progresistas" propuesta por Sánchez. Se puede pactar con el PP para desbloquear el país, pero "una cosa es pactar y otra cosa es entregar al PSOE o imitar el modelo de otros", según ella, en clara alusión a los ataques de Sánchez por la derechización que le imputa al aparato.
"Lo que hay a la izquierda del PSOE no es ninguna izquierda transformadora", dijo en referencia a Podemos, de quien Sánchez ha tomado partes del discurso en un acercamiento reconocido a las claras. "Queremos el voto del que no tenga rencor, del que no tenga rabia", dijo en referencia a los cabreados en el partido, que sintonizan con Sánchez.
El acto de Díaz tuvo un gran contenido interno, pero por momentos pareció el lanzamiento de una campaña de las elecciones generales. Ese fue, para alguno de los que se sentaron en primera fila, su principal virtud. "De eso va esta carrera. No de ganar un congreso sino de volver a convencer a un país", según esta fuente.