El polémico autobús de Hazte Oír ha tenido que abandonar su ruta por la capital andaluza. Al grito de “Sevilla no os quiere”, un grupo de activistas ha recibido al vehículo con pedradas, huevazos y hasta naranjazos a su llegada a la sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, lo que ha llevado a los miembros de la plataforma ultracatólica a huir de la ciudad custodiados por agentes a caballo.
El autobús llegaba Sevilla con un lema menos ofensivo que los anteriores: “Respeto para todos. No al bullying”, pero con un objetivo claro: denunciar el adoctrinamiento sexual en los centros educativos. Pese a esta aparente dulcificación del mensaje, el sentir ciudadano sigue siendo de rechazo y, prueba de ello, es que la propia plataforma no quiso avanzar la ruta que tomaría el autobús por motivos de seguridad. Pero ha sido en vano.
"Sevilla no os quiere"
Poco antes de las 12.20 horas, el autobús tránsfobo llegaba a las puertas del Palacio de San Telmo, donde un grupo de activistas, la mayoría de ellos jóvenes, ya les esperaban y al que se fueron sumando los manifestantes que una hora antes se habían concentrado a las puertas del Ayuntamiento de Sevilla en señal de protesta. Fue entonces cuando se desataron los actos de violencia: piedras, huevos, naranjos y hasta la cadena de una motocicleta han servido para amedrentar y dañar al autobús.
El vehículo quedó inmovilizado por los manifestantes, que llegaron a fracturar por varios sitios el parabrisas delantero y los espejos retrovisores, realizaron pintadas y coreaban insultos como “vosotros, fascistas, sois terroristas”. Los agentes, además de proteger el vehículo e impedir más altercados, interceptaron a un joven que intentó darse a la fuga tras lanzar piedras contra el autobús, al tiempo que han requerido la identificación de otros activistas.
El presidente de Hazte Oír, Ignacio Arsuaga, ha asegurado que se “ha encontrado con una violencia que no hemos visto” en otras ciudades y ha apelado a la “responsabilidad de los políticos que son los que, con declaraciones institucionales, en los medios y con tuits nos han acusado de inducir al odio; y luego aparecen los violentos que son los que ejecutan”. “Vamos a salir de Sevilla lo antes posible para evitar esta violencia que no entendemos”, decía Arsuaga mientras se coreaba: “Sevilla no os quiere”.
“Hazte oír, háztelo mirar”
Y es que, precisamente, la llegada de este autobús a la capital andaluza ha conseguido algo difícil de ver en una corporación local con representantes de cinco grupos políticos: ponerlos de acuerdo. Todos ellos han confeccionado una declaración institucional que considera non grata la presencia de este vehículo que “denigra a los menores transexuales”. Además, Andalucía fue la primera región que aprobó por unanimidad una ley que reconoce los derechos de las personas transexuales.
Durante la concentración a las puertas del Ayuntamiento de Sevilla, medio millar de protestantes han clamado contra esta plataforma ultracatólica y han ondeado la bandera trans para mostrar su repulsa al tiempo que gritaban: “No somos un capricho, somos una realidad” o “Hazte oír, háztelo mirar”. Aunque también ha habido quien ha pedido responsabilidad a los políticos, como un chico transexual que no ha querida decir su nombre: “Bastante vergonzoso es que haya quienes apoyan esta clase de autobuses pagados con subvenciones cuyo dinero lo ponemos todos los españoles”.
Otra activista, Amanda, ha lamentado que se permitan “este tipo de abusos en pleno siglo XXI”. "Somos personas por encima de todo", recuerda, por lo que pide salir a la calle contra estos planteamientos que suponen “un delito de odio”. "Es asqueroso. Es odio puro contra personas a las que se les quiere negar su existencia”, sentencia indignada.
La plataforma Hazte Oír lo que denuncia, en general, es que en diez comunidades autónomas españolas existan leyes que obligan a todos los centros educativos y a todos los alumnos a aprender “diversidad sexual” dando entrada en las aulas a los colectivos LGTBI para impartir charlas y supervisar materiales, libros de texto y actividades educativas. En cambio, para la gran mayoría, ir en contra de ello supone vulnerar los derechos de los transexuales y así se ha hecho sentir en todas las ciudades por donde han paseado su polémico autobús.