El rey emérito supo a mediados de mes que no asistiría al homenaje a los 40 años de democracia en el Congreso. Juan Carlos I, dolido por una decisión que no entendía, lo comentó con Felipe González. El ex presidente hizo saber al monarca que no podía permitirlo y alimentó un malestar que terminó haciéndose público en los medios: "¡No puede ser que a usted no lo inviten, señor!", le dijo González.
La crítica unánime por el veto a Juan Carlos ha ensombrecido el acto y el discurso de Felipe VI, que en círculos diplomáticos consideran uno de los mejores de su joven reinado. Todos los dedos señalan como principal responsable al jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín. Pero fuentes consultadas por este diario aseguran que fue una decisión colectiva del entorno de confianza del rey y, desde luego y en última instancia, contó con el visto bueno del propio Felipe VI.
Más allá de Alfonsín, el papel que ha podido jugar la reina Letizia en el veto sobrevuela toda la polémica. La reina ha cultivado en estos años una pésima relación con Juan Carlos, que se opuso desde el principio al matrimonio con su hijo. Desde entonces, ella ha sido una de las principales valedoras de la estrategia de Alfonsín de 'matar' al padre y pasar página al juancarlismo. El rey emérito se siente muy arrinconado y culpa, entre otras personas, a Letizia.
No admite el error
La Casa Real trata ahora de digerir un error, que oficialmente no admite. “No tenemos nada más que añadir”, dijo un portavoz de Zarzuela a este diario. A través de la agencia Europa Press, fuentes de la Casa Real indicaron que fue el rey Juan Carlos quien decidió ceder todo el protagonismo a su hijo en la ceremonia. Y que esa decisión marcó el protocolo. Una explicación que no casa con el malestar que el emérito trasladó a Felipe González días antes y que revela EL ESPAÑOL.
Pero la ausencia de Juan Carlos no es fruto de la casualidad ni de un fallo puntual, sino la consecuencia evidente de lo difícil que está resultando la convivencia de dos reyes vivos. Este hecho, inédito en la historia de España, se ha convertido en una fuente inagotable de conflictos. Existe una lucha enconada entre la vieja Casa Real, relegada a un segundo plano, y la nueva.
Desde la proclamación de Felipe VI hace tres años, la figura que ejerce de puente entre los dos reyes es Alfonso Sanz Portolés. Su puesto oficial es asesor diplomático del rey. Anteriormente fue secretario General de la Casa del Rey Juan Carlos en la época de Rafael Spottorno. Sanz Portolés es la única persona que verdaderamente enlaza a Felipe VI y Juan Carlos I. Una tarea, la de casar pasado y presente, que está resultando muy compleja.
Agenda propia del emérito
El objetivo de Alfonsín, como ha informado este diario, es resetear la monarquía dejando atrás el juancarlismo. Lo que muchos piensan en Zarzuela es que el acto del miércoles no era el momento de hacerlo tan evidente. De hecho, ha provocado el efecto contrario. Su exclusión ha conseguido que se reivindique la figura de Juan Carlos de una forma impensable hace sólo unos meses.
Sin embargo, la realidad es que solo Alfonsín conoce los tragos de estos tres años y lo que suponen las idas y venidas de Juan Carlos sin informar a la Casa del Rey o el Gobierno. El rey emérito maneja una agenda propia que no está alineada, en muchas ocasiones, con los objetivos de modernidad y transparencia que se ha marcado el actual monarca. Para un buen conocedor de la Corona, el mensaje que lanzaron los reyes en el acto de las Cortes fue nítido: si tú no cuentas con nosotros, nosotros contigo tampoco.
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