Barrer, limpiar la Gran Cataluña de quienes se oponen a su proyecto político. Ese es el propósito manifiesto de la CUP, el partido que tiene a Puigdemont entre la espada y la pared porque, sin su apoyo, al presidente de la Generalitat no le alcanzarían los votos ni para el procés ni para el referéndum.
Envalentonados por su papel decisivo en Cataluña pese a ser el grupo más pequeño en el Parlament (10 diputados), los representantes de la CUP anuncian ahora que sobran en su territorio Felipe VI, Rajoy o Aznar, toreros y hasta Jordi Pujol y Artur Mas. No hay que tomarlos a broma.
Fueron los dirigentes de la CUP los que forzaron la salida de Mas, en una decisión acordada después de aquella esperpéntica jornada en la que, tras tres votaciones, se anunció un empate a 1.515 votos entre quienes eran partidarios de investirlo y los favorables a exigir un recambio bajo amenaza de convocar nuevas elecciones.
La guillotina a Mas
La CUP estiró a propósito la agonía de Mas, que tuvo que esperar una larga semana a conocer el veredicto de sus socios, mientras veía caer a cámara lenta la guillotina sobre su cuello. "No podemos cambiar de candidato porque daríamos el mensaje de que las grandes decisiones las toma la CUP", había dicho semanas antes el Molt Honorable buscando un cierre de filas que no se produjo.
En efecto, la CUP le cogió la medida a Junts pel Sí e impuso su calendario a Puigdemont: el referéndum tendría que realizarse antes del 30 de septiembre. Todo lo que pudo moverse el president fue un día.
El cartel de la CUP para el 1-O es muy gráfico al asociar la higiene con la necesaria eliminación de aquellos a quienes considera sus adversarios. Esa imagen configura, junto a la leyenda "barrámoslos", una campaña mucho más agresiva que aquella de Xavier García Albiol de las municipales de 2015: "Limpiemos Badalona".
Albiol era Le Pen
Entonces, Guanyem Badalona en Comú, formación en la que se integraba la CUP, organizó movilizaciones contra "el racismo del PP", acusó al candidato de "explotar el odio entre vecinos" y lo comparó con Le Pen. Incluso un eurodiputado del PSC llegó a enviar una carta a Martin Schulz y Jean-Claude Juncker, presidentes del Parlamento y de la Comisión Europea, solicitándoles un pronunciamiento público en contra del político del PP.
La CUP va más allá, y trata de aprovechar esta campaña del referéndum para intentar extender el conflicto con el Estado a lo que denomina "Países Catalanes", término de nula tradición y exento de rigor histórico que remite a términos y situaciones como el Anschluss o el Volksgemeinschaft. Para alcanzar esa nueva nación, el primer paso es barrer a los españoles del territorio.
La agresiva campaña de la CUP, entre amenazas del tipo "no aceptaremos las imposiciones del Estado" y llamamientos a "plantar cara" a "las fuerzas españolas", se ha presentado sólo unos días después de los ataques vandálicos contra el turismo protagonizados por grupos independentistas. Esos episodios violentos han llevado a partidos y analistas políticos a alertar de cuál puede ser la deriva del procés si no transcurre por donde quieren los radicales. Y no va a transcurrir.