Felipe VI ha irrumpido en la crisis abierta en Cataluña con un discurso que pasará a la historia por su paralelismo con el que pronunció su padre el 23-F hace 36 años. El Rey, en un mensaje que parte de su círculo más cercano desaconsejaba, ha ligado el futuro de la Corona y el suyo propio como monarca a no ceder un solo milímetro ante la Generalitat, a la que considera deslegitimada. Y ha instado directamente al Gobierno, las Cortes Generales y el Poder Judicial a preservar el orden constitucional y sofocar la revuelta en Cataluña.
"Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía", ha dicho.
Sin concesión al diálogo
El Rey, en su papel de jefe del Estado, ha dado un paso al frente con un mensaje a la nación contundente, asumiendo el liderazgo como símbolo de unidad (hoy en riesgo), árbitro y moderador de las instituciones que le concede la Constitución. El discurso ha llegado en un momento en el que, por un lado, cunde el desánimo en el Gobierno, que parece incapaz de responder al desafío secesionista planteado por Carles Puigdemont; y, por otro, la unidad de los partidos constitucionalistas se tambalea ante la perspectiva de la aplicación del artículo 155 y la suspensión de la autonomía catalana.
Felipe VI ha apelado al Gobierno, Congreso y Senado -y por tanto partidos con representación parlamentaria-, los jueces y los fiscales a que aparquen cualquier debate y acaben con la pretensión de la Generalitat de proclamar, "ilegalmente, la independencia de Cataluña". Felipe VI no ha hecho una sola concesión a la posible mediación internacional o la solución dialogada con la Generalitat ante el cariz de revuelta que están tomando los acontecimientos en Cataluña tras el 1-O.
El monarca, que no ha mencionado las cargas policiales durante la jornada del referéndum, ha acusado a los gobernantes catalanes de liderar un "inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña". También les ha responsabilizado de socavar, fracturar y enfrentar a la sociedad catalana.
"Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña", ha asegurado. "Esas autoridades (las catalanas), de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común", ha añadido.
Felipe VI ha dividido su mensaje, de unos seis minutos, en dos partes. La primera ha sido la de contenido puramente político, en la que ha subrayado por dos veces la "gravedad" de los hechos que están sucediendo. En la segunda, ha interpelado directamente a los ciudadanos para levantar el ánimo de una sociedad muy golpeada. Ha pedido tranquilidad y, dirigiéndose directamente a todos los catalanes, les ha dicho que no están solos y que el Estado de Derecho garantizará la libertad y sus derechos.
"Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas", ha dicho.
Mensaje inesperado
El Rey ha recordado que España es un Estado democrático, "que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley". Y ha despedido el mensaje subrayando su firme compromiso con la Corona, la Constitución, la democracia y la concordia entre españoles.
El discurso fue anunciado por sorpresa en la tarde del martes. La intervención se venía especulando desde hace días, pero la Casa del Rey estaba dividida sobre la conveniencia de dar o no el paso. El silencio del monarca después de una jornada tan difícil como la de la del 1-O había provocado algunas críticas. En privado, Felipe VI cuestionó la gestión de la jornada del referéndum y dijo a su entorno que se habían cruzado todas las líneas rojas ordenando cargas policiales.
La imagen tan negativa, reproducida en los periódicos de todo el mundo, encendió todavía más el debate en el seno de la Casa Real sobre si el rey tenía o no que intervenir. Fuentes de Zarzuela dicen a EL ESPAÑOL que "los jóvenes se han impuesto a los veteranos". Es decir, la opinión del entorno más próximo generacionalmente al monarca, que veía necesario este golpe de liderazgo, ha derrotado a los que recomendaban prudencia.
En el lado del prudencia estaba el jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín, que abogaba por proteger al monarca. Alfonsín era partidario de reservar el mensaje para después de la declaración unilateral de independencia, que la Generalitat puede llevar al Parlament esta misma semana.
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