Fractura en el secesionismo. A la falta de consenso dentro del bloque separatista para concurrir juntos a las elecciones del próximo 21 de diciembre en una 'lista de país', se suman las ya comunes voces discordantes que critican la forma en la que se ha gestionado la declaración unilateral de independencia. Con medio Govern cesado en la cárcel y el otro medio en Bruselas a la espera de la euroorden de detención y entrega, los independendistas, lejos de hacer frente común, no pueden evitar evidenciar sus diferencias.
El cruce de reproches ha empezado a ser habitual entre las fuerzas independentistas a raíz del desmoronamiento del procés. Ayer mismo, el exdiputado del PDeCAT Francesc Homs cargaba contra ERC al considerar "insólito" que tildaran de "traidor" al expresident Carles Puigdemont cuando estuvo a un paso de convocar elecciones y ahora defiendan que el Govern no estaba preparado para la independencia.
Y es que el portavoz de ERC, Sergi Sabrià, reconoció que el Ejecutivo de Puigdemont, del que su formación formaba parte, no estaba preparado para hacer efectiva independencia. No es la única autocrítica. En la misma línea, el portavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardá, defensor acérrimo de la reconversión de Cataluña en una República Catalana independiente, admite ahora que aún no hay una mayoría social que quiera independizarse de España: "Todavía no somos independientes porque no ha existido una mayoría de catalanes que así lo hubieran querido".
Al PDeCAT tampoco le ha quedado más remedio que asumir que su proyecto necesita más apoyo social. El portavoz parlamentario de la formación, Carles Campuzano, aseguró que "no va a haber renuncia al horizonte de la independencia", pero "si alguna lección hemos aprendido en estos años es que vamos a necesitar más tiempo para reforzar las mayorías sociales que nos acompañen y las fuerzas políticas soberanistas deberán acompasar sus ritmos a la realidad de los hechos".
Asimismo, para el portavoz de Òmnium Cultural, Marcel Mauri, cree que se deben reforzar "algunos objetivos que no eran sólidos", un reproche basado en la crítica al Estado por su "violencia" y falta de disposición para negociar. "Eran estructuras de Estado de un gobierno autonómico que pensaba que estaba ante un Estado que se sentaría a negociar" y el Govern tenía indicios de que podía haber un "uso elevado" de la violencia tras el 1-O.
La guinda la ha puesto el expresident Artur Mas, gran impulsor del procés que se desmarca de la DUI. "Soy el principal responsable de este proceso, pero no el único, hasta el 10 de enero de 2016". Sin embargo, sigue defendiendo la causa independentista y una solución al conflicto fuera de los tribunales. "Esto necesita una respuesta política más allá de meter a gente en la cárcel, o aplicar la intervención de la autonomía catalana".