“Daría el pego como capataz nazi en La Lista de Schindler. Esa frialdad en el día a día combinada con una ira incontrolada… da miedo”. Así describe un diputado del Parlamento catalán -off the record por supuesto- a Marta Rovira, la designada por Oriol Junqueras para ocupar la presidencia de la Generalidad tras las elecciones del 21 de diciembre… si el voto constitucionalista no lo remedia.
Pero para que Rovira sea califa en lugar del califa antes deben suceder cuatro cosas. Que ERC sea el partido más votado el 21-D. Que Oriol Junqueras continúe en prisión. Que Junts per Catalunya, la CUP y Catalunya en Comú Podem alcancen un acuerdo de Gobierno. Pero, sobre todo, que Marta Rovira se sobreponga a la aplastante derrota que le propinó Inés Arrimadas durante su debate en La Sexta moderado por Jordi Évole.
Un debate que dejó al descubierto las graves carencias expresivas e intelectuales de la republicana, demasiado acostumbrada a un entorno, el de los medios catalanes, en el que jamás se cuestiona a los políticos o las políticas nacionalistas. Rovira, fuera de su zona de confort y sin escuderos que la protegieran de la lluvia de golpes, se vio abandonada a la intemperie y el resultado fue un naufragio de imagen como se han visto pocos en este país.
Halcones femeninos y palomas masculinas
“Va siendo hora de que una mujer esté al mando, una mujer que no se rinde, con una determinación y un convencimiento inigualables, sensata y audaz al mismo tiempo, tozuda y obstinada, pero también dialogante y pactista. República tiene nombre de mujer” escribió el líder de ERC hace dos semanas desde la prisión de Estremera en una carta dirigida a la militancia de su partido. Es probable que, tras el debate del domingo, Junqueras se haya arrepentido ya de haber puesto al frente del partido a una dura con mandíbula de cristal.
Para entender quién es quién y qué papel juega cada cual en el proceso secesionista hay que conocer una pequeña regla que apenas cuenta con unas pocas excepciones en Cataluña. En el independentismo, los halcones son las mujeres y las palomas, los hombres. Y eso vale tanto para ERC como para el antiguo PDeCAT como para la CUP.
Fue Marta Rovira, sin ir más lejos, la que obligó a Carles Puigdemont a renunciar a la convocatoria de elecciones el día 27 de octubre, tal y como el expresidente de la Generalidad había pactado aquel mismo día, de madrugada, con Iñigo Urkullu. “Si no te atreves a declarar la independencia, que la vote el Parlamento” le gritó mientras el resto de los presentes en el despacho bajaba la vista. El resto es historia.
La Generalitat no se rinde sin luchar
Entre los que conocen personalmente a Marta Rovira no cabe duda de que de haber sido ella la presidenta de la Generalidad, la independencia se habría declarado desde el balcón de palacio y con toda la parafernalia habitual en ERC, un partido de larga tradición golpista y en el que todavía pesa el recuerdo de Companys. Y lo que es quizá más inquietante. Que la presidenta habría dado la orden a los mossos, "sin dudarlo ni por un segundo", de que defendieran a los miembros del Gobierno de un hipotético intento de arresto por parte de la Policía Nacional o la Guardia Civil.
A Rovira no le asusta la posibilidad de acabar en la cárcel y es partidaria de llevar adelante la declaración de independencia "caiga quien caiga"
De Marta Rovira se cuenta, en definitiva, que la posibilidad de acabar en la cárcel no le asusta y que su emocionalidad extrema le impide concebir cualquier tipo de acuerdo que no pase por la victoria total de sus posturas. “No es tonta, no se va a suicidar políticamente si ve que la independencia es imposible, pero la palabra imposible no significa lo mismo para ella que para el resto de los políticos” me cuenta otro interlocutor al que pregunto por la republicana.
La opinión es unánime. Rovira no actuará con la mojigatería monacal de Junqueras ni con la cobardía acomplejada de Carles Puigdemont, siempre rehén de las opiniones ajenas y especialmente susceptible a las acusaciones de “traidor” en las redes sociales.
La protegida de Junqueras
Marta Rovira nació en 1977 en Vic, una población de poco más de 43.000 habitantes, a unos 70 kilómetros al norte de Barcelona. Su abuelo paterno fue socio de Òmnium Cultural y su abuelo materno, alcalde franquista de Sant Pere de Torelló. Su pareja, Raül Presseguer, un año más joven que ella, es socio de Òmnium y fue presidente de ERC en Vic. Ambos tienen una niña y siguen viviendo en Vic, desde donde Marta Rovira se desplaza cada día hasta Barcelona.
Rovira se afilió a ERC en 2005 y tres años después entró en la ejecutiva del partido como responsable de política internacional tras dejar atrás su trabajo como abogada. Se rumorea que el paso no fue fácil para ella. Rovira, que había vivido siempre fuertemente protegida por su familia, se encontró de repente en un terreno en el que alguien aquejado de timidez congénita lo tiene difícil para abrirse paso a codazos. Pero tuvo la suerte de coincidir con Oriol Junqueras y de participar en la campaña de las elecciones europeas de 2009 en las que él fue candidato.
Los habituales discursos sentimentaloides de los líderes nacionalistas alcanzan en Rovira cotas grotescas
Fue en ese momento cuando despegó la carrera política de Rovira. En 2011 fue nombrada secretaria general de ERC y en 2012, número dos del partido en las elecciones autonómicas de aquel año. Su figura, sin embargo, tendía a permanecer en un segundo plano. No ayudaba su pésima dicción, su dubitativa manera de expresarse, su muy deficiente español, sus nervios frente a las cámaras de televisión y sus sentimentales discursos de predicador de secta, en los que Rovira siempre deja espacio para conceptos vaporosos como los sueños, las esperanzas, las ilusiones y el amor. Algo habitual en el siempre ñoño discurso nacionalista pero que en Rovira alcanza extremos grotescos.
A machetazos con el español
Muy comentado fue su discurso en el Congreso de los Diputados de 2014. En él, Rovira defendió la celebración de un referéndum de independencia haciendo gala de un castellano vacilante y por el que la secretaria general de ERC parecía avanzar a machetazos. O ese otro vídeo en el que Rovira es cuestionada por una periodista de la cadena de televisión France 24 sobre la viabilidad financiera de una hipotética Cataluña independiente y en el que la secretaria general de ERC responde esto:
“Buena pregunta. Tendremos muchas posibilidades de hacerlo porque estamos estudiando una nueva vía de ingresos en los presupuestos de la Generalidad de Cataluña. Contaremos con una agencia tributaria propia y empezaremos a hacer la recaudación y liquidación de nuestros impuestos y a dedicar en lo más rigoroso (sic) que sea posible a invertir los actuales recursos tanto humanos como también institucionales de las administraciones de la mejor manera posible para que el presupuesto dedicado a esa transición nacional sea justo, sea estricto y en fin sea lo que toque para financiarla”.
No es Rovira, desde luego, la mejor prueba de que los niños catalanes no necesitan aprender castellano en la escuela porque “ya lo aprenden en la calle”. Es obvio que no ha sido ese su caso.
Rufianes y cohesionados
Fue Marta Rovira la que abrió la puerta a los rufianes del colectivo Súmate para ampliar la base electoral del partido y llegar hasta las capas de la población catalana de origen andaluz, extremeño o castellano que en las elecciones generales suelen votar socialista y en las autonómicas se abstienen.
Es Rovira, finalmente, la que ha incluido a una de sus escritoras preferidas, Jenn Díaz, en las listas de ERC. La misma Jenn (Jennifer) Díaz, “hija de la inmersión lingüística y de barrio obrero”, que defiende la idea de que esa inmersión por la que se le niega a los niños castellanohablantes la posibilidad de estudiar en su lengua propia es una herramienta para la integración y la cohesión social de los no cohesionados socialmente. Es decir de los catalanes de origen “español”.
La decisión de Junqueras de rechazar la lista independentista única supuso una derrota de Rovira, partidaria de la línea dura frente al Gobierno
Pero Rovira no tiene todavía el 100% del mando en plaza. La decisión del líder de ERC de optar por una lista de partido y de rechazar una lista independentista unitaria, la opción defendida por el sector duro del independentismo, supuso una derrota para una Rovira a la que el cuerpo le sigue pidiendo batalla.
Existe un vídeo que proporciona la imagen más precisa posible de la verdadera Marta Rovira. Es un vídeo grabado el pasado jueves 2 de noviembre, a las puertas de la Audiencia Nacional, después de que la jueza Lamela decretara la prisión preventiva de Oriol Junqueras y de otros siete exconsejeros del Gobierno catalán. En él puede verse a Rovira llamar “Estado fallido” a España, defender que “se ha encarcelado a gente honesta, gente buena que sólo trabajaba para vivir en un país más libre” y arrancarse a llorar mientras repite, tres veces, “lucharemos hasta el final”. En ese momento, los allí presentes empiezan a aplaudir dando el discurso por acabado y Rovira corta los aplausos de raíz. “¡No he acabado!” ordena imperativa. Y todos enmudecen.
Es precisamente esa mezcla de maneras despóticas enterradas bajo capas de sentimentalismo ñoño, torpeza expresiva, timidez patológica y cursilería conceptual el que atemoriza a muchos políticos catalanes. Marta Rovira puede parecer un lobo bajo la piel de un cordero pero que nadie se lleve a engaño: Rovira es un tiburón bajo la piel de un delfín.