Fue chocante y a ratos hasta vergonzoso ver a Miquel Iceta, todo un candidato a la presidencia de la Generalidad por el PSC, defenderse de los ataques de Jordi Turull, recién salido de prisión y acusado de graves delitos, con la frase "el juez que os ha encarcelado no es socialista". A Iceta, expulsado del pacto de Gobierno en el ayuntamiento de Barcelona por Ada Colau y que ayer jueves ya hablaba en el diario nacionalista Ara de indultar a Puigdemont, Junqueras y los consejeros, sólo le faltó señalar a Albiol y Arrimadas y chillar "han sido ellos".
Aunque quizá chocante no sea la palabra. Ser testigo de cómo los socialistas catalanes doblan sumisos la testuz frente a los rapapolvos displicentes que día sí, día también, les propina un nacionalismo que sigue sabiéndose el amo del cotarro es ya el pan de cada día en Cataluña. El debate de ayer no fue, de nuevo, la excepción a la regla.
Intentando agradar al nacionalismo
El desprecio con el que los independentistas se dirigen hacia el PSC a pesar de su evidente seguidismo de las creencias más insolidarias y supremacistas del nacionalismo catalán (la famosa "singularidad" catalana) no suele disminuir ni siquiera cuando Iceta hace obvios esfuerzos por comportarse como un político simpático, pequeño, suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. "Tenemos más en común de lo que parece" le dijo Iceta a Roger Torrent, el candidato que ERC envió al debate para evitar otro ridículo de Marta Rovira, cuando este, coma arriba, coma abajo, le llamó franquista.
"Aquellos que con toda la buena fe del mundo quieren crear una república nueva" dijo en otro momento del debate el candidato del PSC. Nadie pensaría que Iceta estaba describiendo un golpe de Estado dado el cariño con el que hablaba de unas "aspiraciones legítimas" que han roto la sociedad catalana, masacrado su economía, hundido los servicios públicos, acabado con el autogobierno y convertido el debate político en la comunidad en un lodazal de mentiras, insultos y demagogia suficiente como para escandalizar al mismísimo Donald Trump.
Ciudadanos es ahora el enemigo exterior
Inés Arrimadas, con bastante más respeto por su dignidad y la de los más de 700.000 votantes a los que representa, resistió numantinamente los ataques de ERC, Junts per Catalunya, la CUP y un Xavier Domènech (Catalunya en Comú Podem) que dice no querer ni 155 ni DUI pero al que sólo se le conocen gestos contra el PP y Ciudadanos. La insistencia con la que Domènech atacaba a Inés Arrimadas una y otra vez confirma lo que es ya una evidencia en Cataluña. Ciudadanos ha ocupado el lugar del PP como emblema de todo lo que el nacionalismo y la izquierda odian: la igualdad entre españoles, la Constitución, la monarquía y el Estado de derecho.
Como era previsible, ERC, Junts per Catalunya, la CUP y Catalunya en Comú Podem dibujaron una España corrupta, oscurantista, opresora y violenta. La palabra "franquismo" apareció varias veces durante el debate y ninguno de los tres representantes de los partidos abiertamente independentistas (Domènech se guardó la sorpresa para un día después de las elecciones) renunció en ningún momento a continuar con el procés.
El juez Llarena puede engañarse todo lo que quiera respecto a la supuesta voluntad de los líderes independentistas de aceptar la legalidad y renunciar a la unilateralidad. Pero si algún día decide dejar de hacerlo, en el debate de ayer tendrá la prueba flagrante, obvia, innegable y a voz en grito de que el objetivo del independentismo para el día después de las elecciones consiste en seguir violando la ley, desobedeciendo las resoluciones judiciales y progresando en su desconexión paulatina no ya de España, sino de la realidad.