El Partido Popular quiere frenar la sangría de votos que se va a Ciudadanos apelando a que los denominados "restos" de votos que dan el último escaño en las provincias más pequeñas irán a parar a manos de la CUP. Los conservadores afinan su estrategia de cara a la última semana electoral y su objetivo se limita a mantener, al menos, los once diputados que tienen en el Parlament de Cataluña.
Los conservadores son conscientes de que la polarización de la campaña electoral en Cataluña es entre el bloque independentista y el constitucionalista. Sin embargo, el auge imparable de Ciudadanos en la autonomía ha provocado que en Génova hayan tenido que reescribir la campaña para evitar que sus diputados tengan que irse al grupo mixto.
Entrar en el cuerpo a cuerpo con la formación naranja no está encima de la mesa. El PP insiste en que el enemigo común a combatir es el independentismo y que los electores penalizan los ataques directos a una formación llamada a ser socia. Como ejemplo ponen el caso del día en el que el propio Albert Rivera dijo que votar al PP era "tirar el voto a la basura". Ese día, los tracking internos de Génova marcaron una línea ascendente para los suyos y un toque de atención a los naranjas.
En Génova prefieren no entrar a valorar los malos sondeos demoscópicos que auguran una caída en picado del apoyo ciudadano al partido que aplicó el 155 para devolver la estabilidad a Cataluña y confían en la remontada de los últimos días de campaña. "Siempre es de menos a más, aún no hay nada decidido", se resignan. Sin embargo, el pánico se está instalando en las filas conservadoras que ya solo cruzan los dedos porque la hemorragia de votos pueda taponarse.