Pocas fotos han dado más que hablar en 2017 que la de Oriol Junqueras y Soraya Sáenz de Santamaría durante la inauguración del Mobile World Congress de Barcelona. En ella, el líder de ERC coge por los hombros a una vicepresidenta que sonríe y mira al cielo como lo haría una niña que viera elevarse un manojo de globos. La escasa estatura de Soraya y la altura de Junqueras (aproximadamente 1,80 m) refuerzan la asociación obvia de ideas: la del gesto paternal de un padre hacia su hija. A la prensa no le hizo falta mucho más para ponerle nombre a la relación de Junqueras y Soraya. “Complicidad”, “buen rollo”, “afecto”, “sintonía”. Hermann Tertsch pidió la dimisión de la vicepresidenta.
La llamada Operación Diálogo, una arriesgada apuesta personal de la vicepresidenta no secundada por muchos en el PP y menos que nadie por Dolores de Cospedal, tuvo el mismo éxito que la política de apaciguamiento diseñada por Neville Chamberlain para conducir a Adolf Hitler por el camino de la paz y la democracia. Es decir, ninguno.
Crónica de un (segundo) fracaso anunciado
A ese fracaso, fácilmente previsible por otra parte para cualquiera que le hubiera dedicado media hora al estudio de la historia del nacionalismo catalán desde su invención a finales del siglo XIX hasta ahora, Soraya respondió con un segundo intento de apaciguamiento. El plan de la vicepresidenta era presentarse en Barcelona aprovechando la invitación cursada al Ministerio de Cultura con motivo de un acto en el CaixaFòrum de Barcelona en apoyo a la candidatura de la fiesta de Sant Jordi como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Soraya llegó a Barcelona dispuesta a congraciarse con los nativos y estos montaron en cólera por lo que interpretaron una burda operación política
Es probable que Soraya pretendiera halagar con su presencia las bondades y bellezas del folclore catalán con el objetivo de ganarse la admiración de los nativos. Una idea a medio camino del colonialismo paternalista y la inocencia más absoluta que acabó con el amotinamiento de buena parte del sector editorial catalán ante lo que se interpretó, con acierto, como una burda operación política (la editora de La Campana Isabel Martí llegó a dimitir de la Junta de la Asociación de Editores por la presencia de Soraya).
La trampa de Junqueras
Lo irónico es que aquel al que Soraya había considerado como el aliado que le ayudaría a finiquitar el procés y a jubilar a Artur Mas y Carles Puigdemont (a cambio de la entrega en bandeja de la presidencia de la Generalitat a ERC) resultó ser bastante más inteligente que ella. Junqueras se presentó casi por sorpresa en el CaixaFòrum en representación de la Generalidad para anular la presencia de la vicepresidenta y dejar claro que la Operación Diálogo sólo había servido para que el independentismo ganara tiempo, testara la poca disposición de Rajoy a enfrentarse al nacionalismo y acumulara tropas en el campo de batalla delante de las mismas narices de la mariscal de campo Soraya.
Dos meses después de la Operación Diálogo, del supuesto “buen rollo” entre Soraya y Junqueras, no quedaban ni las migas y ambos se esquivaban las miradas. La derrota de la vicepresidenta había sido total. ¿Por qué cayó Soraya en tan evidente trampa? Probablemente por las mismas razones estéticas por las que en Cataluña se considera a Oriol Junqueras un hombre moderado, sensato y dialogante. Porque si algo ha aprendido Junqueras desde que entró en política en 2003 es a ocultar su radicalismo nacionalista bajo capas y capas de sentimentalismo curil y cursilonas apelaciones a la tolerancia, el amor y la paz.
Los secretos del Vaticano
Oriol Junqueras i Vies nació en el barrio de Sant Andreu de Barcelona en 1969. A los dos años, su familia se mudó a Sant Vicenç dels Horts, un pueblo de 28.000 habitantes a unos quince kilómetros de Barcelona, feudo tradicional del PSC. Su padre era profesor de instituto y su madre, enfermera. Junqueras empezó la carrera de Económicas, pero abandonó los estudios y se pasó a Historia. En la Universidad Autónoma de Barcelona se licenció en Historia Moderna y Contemporánea y se doctoró en Historia del Pensamiento Económico. Trabajó durante un tiempo como asesor y guionista de documentales de televisión y es socio del Centro Excursionista de Sant Vicent dels Horts.
Se dice que Junqueras es un buen conocedor de los archivos del Vaticano, en los que trabajó un tiempo. Él dice que en sus pasillos sólo se hablaba de fútbol
Católico practicante, participa cada Jueves Santo en la procesión del Santísimo Cristo de la Salud y de Nuestra Señora de la Soledad. Vive con su pareja, Neus Bramona, de 41 años, con la que tiene dos hijos: Joana, de dos años y medio, y Lluc, de 5.
Pero quizá el detalle más llamativo de su biografía, más allá del que dice que la iluminación de la independencia le llegó a los ocho años, es el de que Junqueras es un buen conocedor de los archivos secretos del Vaticano desde la época en la que se sumergió en ellos para estudiar las relaciones entre España y la Santa Sede durante la Guerra de Sucesión. Allí, según cuenta la leyenda, se solía cruzar por los pasillos con el cardenal Ratzinger y otros jerarcas de la Iglesia Católica, con los que hablaba de fútbol.
Un balance desastroso
Junqueras es admirado en Cataluña como uno de los políticos catalanes más inteligentes de los últimos años, lo cual no es precisamente un halago teniendo en cuenta que muchos de esos políticos han creído que la independencia de Cataluña sería recibida por la UE con los brazos abiertos, que las empresas no huirían de la región o que España y los españoles se quedarían de brazos cruzados mientras los independentistas catalanes, a duras penas un 40% de los votantes de la comunidad, desmembraban un país de 47 millones de habitantes, la quinta economía de la Eurozona.
Sí es cierto que sus tácticas han sido mucho más refinadas y maquiavélicas que las de un Puigdemont atormentado por el pánico a ser calificado de traidor y en lento descenso hacia la caricatura de sí mismo de manos de la ultraderecha belga y de sus cada vez más quijotescos seguidores. Otra cosa han sido las consecuencias en la práctica de ese maquiavelismo.
Nadie en Cataluña imaginaba que el taimado Junqueras fuera a convertirse en el gran derrotado del 'procés' frente a un Puigdemont instalado en el esperpento
El porqué del fracaso político de Junqueras es materia de debate y a día de hoy falta perspectiva histórica para juzgarlo. Quizá sea, precisamente, su inteligencia la que le ha llevado a cometer el peor error de todos: creer que podía controlar todos los factores en juego. Llegada la hora de la verdad, Junqueras no ha dado la talla.
Estos han sido sus seis errores principales:
1. Designar como sucesora a Marta Rovira, una política nerviosa, trémula y sin fuste, sin aplomo, sin recursos y radicalmente incapacitada no ya para gobernar una comunidad española sino siquiera para el cargo de diputada rasa. Una apuesta personal que Inés Arrimadas demolió en apenas una hora de debate en La Sexta y a pesar de los capotes que el moderador le echó en varias ocasiones.
2. Aliarse con el empresario Jaume Roures y un Pablo Iglesias en acelerada decadencia para un intercambio de cromos utópico: la independencia de Cataluña a cambio de la república española y de la conversión de la comunidad en zona franca de negocios para el propietario de Mediapro. Un movimiento que el Rey desmontó con su discurso del 3 de octubre.
3. Hundir la economía catalana y provocar la huida de más de 3.000 empresas desde su cargo como consejero de Economía y Hacienda de la Generalidad de Cataluña tras mentir a los ciudadanos con alevosía acerca de los costes del procés y la viabilidad de una hipotética Cataluña independiente.
4. Dejarse engañar por Carles Puigdemont, que huyó a Bélgica pocas horas después de la declaración de independencia catalana. Oriol Junqueras no sólo desconocía las intenciones de Puigdemont sino también las de los dos consejeros de ERC (Dolors Bassa y Meritxell Serret) que se fugaron junto al expresidente de la Generalidad.
5. Plantear una campaña electoral victimista desde la cárcel con la pretensión de que su condición de preso le concediera una victoria aplastante a ERC. En la práctica ha ocurrido exactamente lo contrario. En junio de 2017, las encuestas de intención de voto le concedían una mayoría clara a ERC y predecían la caída del PDeCAT por debajo incluso del PP y la CUP. En estos momentos, Ciudadanos le disputa la victoria a ERC y el partido de Puigdemont le ha arrebatado a los republicanos una buena parte de sus votantes.
6. Intentar decapitar a Carles Puigdemont dejando que fuera él el que se quemara con el procés para reinar después sobre las cenizas del procés con el terreno despejado y el centroderecha burgués de la vieja CiU desactivado políticamente durante al menos cuatro o cinco ciclos electorales. De ahí la reticencia de Junqueras a estampar su firma en ningún documento comprometedor y su perfil bajo en los momentos de mayor tensión del procés. Pero el que ha acabado en la cárcel es él, mientras que el máximo responsable del golpe publicita y aprovecha su supuesta condición de “presidente legítimo en el exilio”, robándole votantes a ERC día a día.
La única diana política de Junqueras, en definitiva, ha sido la conseguida sobre el blanco más fácil de todos, aquel que llegó a Cataluña con cuatro collares baratos para deslumbrar con ellos a las ignorantes tribus locales: Soraya Sáenz de Santamaría. Lo que, visto el desvencijado balance político del Oriol Junqueras del último año, dice más de la incompetencia política de Soraya que de la habilidad de Junqueras.