Son los dos hombres que han simbolizado la lucha encarnizada entre el Gobierno y la Generalitat, ahora entre la legalidad y la insurrección: Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. El presidente del Gobierno reconoce que su máxima prioridad es arreglar el desafío secesionista y para el expresidente del Govern su obsesión es restituir su autoridad, perdida tras la aplicación del 155. Los dos líderes no mantienen ningún tipo de contacto desde hace meses pero, ¿cuándo fue la primera vez que cruzaron una palabra?
El 8 de enero de 2013, el presidente del Gobierno hacía el primer viaje en AVE Madrid--Barcelona-Gerona. Rajoy recorría ese trayecto inaugural con el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, la que era ministra de Fomento, Ana Pastor, y Felipe VI, que todavía ostentaba el título de Príncipe de Asturias.
Ese día, Rajoy y Mas se saludaron de forma cordial, aunque fría, y conversaron durante unos minutos mientras esperaban la llegada del Príncipe para iniciar el viaje. Su último encuentro había tenido lugar en la Moncloa a propósito del pacto fiscal, en vísperas de las elecciones catalanas del 25 de noviembre de 2012.
La sorpresa del presidente del Gobierno llegó cuando el ferrocarril paró en Gerona. En la estación había, según sus propias palabras, "una persona manifestándose" por el tramo que acababa de inaugurar: el alcalde, Carles Puigdemont. "Era la primera vez que un alcalde se me quejaba por haberle llevado el tren hasta su ciudad", reconocía el miércoles el presidente del Gobierno en una charla informal con periodistas en Moncloa.
Tres años después fue elegido 'president'
Puigdemont protestaba porque la línea de Alta Velocidad se inauguraba sin haber acometido el soterramiento de la línea de tren convencional y sin que se hubiese eliminado del viaducto sobre el que pasaba anteriormente. Una queja que al jefe del Ejecutivo dejó estupefacto.
Les presentó Artur Mas. Ninguno de los tres podía imaginar entonces que tres años después se convertiría en presidente de la Generalitat por la negativa de la CUP a volver a investir a Mas. Tampoco, desde luego, que acabaría huyendo a Bruselas.
Han pasado cinco años desde aquel primer encuentro entre Rajoy y Puigdemont junto a las vías del tren. Su relación ha pasado de ser fría a inexistente. Nunca hubo una comunicación estrecha entre ambos, ni siquiera después de que, víctima de una broma radiofónica, Rajoy confesara que tenía su agenda "muy libre" para entrevistarse con él. Puigdemont siempre puso como condición para llegar a un entendimiento con el Gobierno el reconocimiento del derecho de autodereminación, exigencia inasumible en Moncloa.
Hace meses que Rajoy no cruza una palabra con el expresidente cesado y tampoco está dispuesto a reconocerlo en el hipotético caso de que el Parlament de Cataluña lo votara nuevamente. El gallego ve en el catalán sólo a un hombre que ha huido de la Justicia. El mismo que salió una mañana a protestarle por llevar el AVE a su ciudad, en lo que fue el preludio de un profundo desencuentro.