Vamos a dar por válido que los mensajes de Telegram (o WhatsApp) enviados por Carles Puigdemont a Toni Comín y desvelados por Ana Rosa Quintana en su programa de Telecinco no han sido filtrados para añadir una cucharada más de confusión al caos.
Vamos a dar por válido que la realidad, que suele odiar la perfección y decantarse casi siempre por lo sucio y lo incompleto, ha decidido saltarse sus propias reglas por una sola vez y ofrecernos una exclusiva limpia, prístina, virginal y, sobre todo, en alta resolución.
Vamos a dar también por válido que el exconsejero de Salud de la Generalidad de Cataluña Toni Comín es el desafortunado poseedor de una masa gris que no le permite a su porteador llegar a la obviedad de que resulta altamente desaconsejable leer mensajes confidenciales en la pantalla de tu móvil cuando a tu espalda pulula una docena de periodistas con cámaras de televisión sobre el hombro.
Dando todo eso por válido, tiene razón Ana Rosa Quintana: el proceso ha muerto. También ha muerto (de vergüenza) el catalanismo político. Otra cosa es el régimen caciquil catalanista.
Un Puigdemont desquiciado
Inés Arrimadas ha sido la primera en enterarse por boca de la presentadora y la cosa ha tenido algo de justicia poética. Porque Arrimadas, la líder del partido más votado de Cataluña, casi a la misma hora que se producían esos mensajes tenía que salir del Parlamento escoltada ante las amenazas de unas pocas docenas de adolescentes, los insultos de unos cuantos jubilados y la inacción de unos mossos que les permitieron llegar hasta la misma puerta de la cocina del hemiciclo.
En realidad, los mensajes de Puigdemont no dicen nada que no lleven diciendo los líderes de los partidos independentistas en privado desde hace semanas. Ni ERC ni el PDeCAT están por la labor de coronar a un Puigdemont desquiciado. Tampoco por la de asumir las consecuencias penales y políticas que se derivarían de ello.
Otra cosa, por supuesto, son los aspavientos hiperventilados que puedan hacer en público y que no tienen otro objetivo que mantener viva la ficción de la república catalana independiente entre su claque. Actividad altamente lucrativa (para ellos) y que entre los periodistas habituales en el Parlamento catalán se conoce, con sorna, como "sacar a pasear la momia".
¿Componenda con el Gobierno?
Algunas conclusiones a botepronto:
1. Los mensajes parecen insinuar la existencia de una componenda con el Gobierno para la liberación de los presos y la caída en el olvido de los delitos que se les imputan. Quizá es una manera de presionar a Moncloa. Quizá es una oferta en firme (fin del proceso a cambio de impunidad penal). El Gobierno no debería caer en la trampa. Entre otras muchas razones poderosas porque negociar con un enemigo rendido no es negociación sino claudicación.
2. Las opciones en Cataluña son ahora dos. Repetición de elecciones a finales de mayo o investidura de un secundario de JxCAT al que nadie ha votado como cabeza de lista. Esta segunda opción no sería ilegal pero sí ilegítima. La legislatura sería corta y la parálisis, inevitable. Todo parece apuntar a nuevas elecciones si no en tres o cuatro meses, en año o año y medio.
3. Los mensajes de Puigdemont son una sentencia de muerte para ERC. Si ayer las acusaciones de traición inundaron las redes sociales y las cloacas mediáticas por las que menudean los líderes de opinión independentistas, los mensajes de Puigdemont, minuciosamente redactados para que no quepa la más mínima duda de quién ha traicionado a quién, suponen el fin de las aspiraciones actuales del partido de Junqueras a la presidencia la Generalidad. Una vez más, la burguesía catalana de la vieja Convergència ha hecho caer en su trampa a una ERC que parece empeñada en no dejar de perder la oportunidad de perder una oportunidad.
El régimen nacionalistas continúa
4. Que el proceso independentista haya muerto no quiere decir que lo haya hecho el régimen nacionalista. PP y PSOE firmarían ya, hoy mismo, la investidura de cualquier candidato nacionalista de ERC o JxCAT siempre y cuando no se llamara Carles Puigdemont. Una vez investido, ese plan B del catalanismo, PP y PSOE harán lo que han hecho durante los últimos cuarenta años: desaparecer de Cataluña y despejarle el camino al nacionalismo para que este continúe marginando, discriminando, insultando, adoctrinando y robando al 50% de los catalanes no independentistas.
5. Toni Comín se ha apresurado a restarle importancia a los mensajes con este hilo de Twitter que confirma la extraordinaria importancia de los mensajes.
6. Carles Puigdemont los ha atribuido a un momento de debilidad. Es decir, al único momento de las últimas semanas en el que ha logrado pensar con claridad.
7. Si la parálisis de la comunidad catalana, la huída de empresas, el ridículo internacional y la falta de apoyos no han logrado acabar con la fe de sus cientos de miles de acólitos, no lo van a hacer cuatro mensajes de móvil. Las manifestaciones, las acampadas y los empujones de mentirijillas con los mossos continuarán durante meses y años. Eso sí: el Gobierno debería tener claro que los esperpentos callejeros nacionalistas son a la verdadera revolución lo que los billetes del Monopoly al verdadero dinero.
8. Si la parálisis de los partidos independentistas, su acreditada cobardía y la asunción de su derrota no han logrado convencer al Gobierno de que el nacionalismo es un gigante con los pies de barro al que sólo mantienen en pie los miles de millones de euros que los españoles les transfieren mensualmente, tampoco lo harán estos mensajes. Por desgracia para España y los españoles.