Hace ya varias semanas que quince mossos d'esquadra custodian la casa de Carles Puigdemont en Sant Julià de Ramis, un pueblo de 3.500 habitantes a sólo seis kilómetros de Gerona. Los agentes allí destinados no tienen mucho que hacer durante sus soporíferos turnos de vigilancia de ocho horas.
La urbanización en la que se encuentra la casa, Girona Golf, es anodina y solitaria, y la posibilidad de que el fugitivo Puigdemont aparezca un día en ella por sorpresa, minúscula. Pero la garita en la que los quince mossos pasan el día cuenta con aseo y calefacción, y eso es suficiente para convertirse en la envidia del resto del cuerpo.
Carles Puigdemont y Marcela Topor compraron la casa, de 250 metros cuadrados, jardín y tres plantas, en 2003. En su declaración de bienes, el expresidente la valoró en 280.000 euros. Según el registro, la casa está tasada en 468.000. Cuando Puigdemont y Topor la quisieron vender, pidieron 700.000. La hipoteca por la casa fue de 325.000 euros (quedan por pagar aproximadamente 120.000) y su propiedad se reparte al 50% entre Puigdemont y Topor.
De 250 metros en Gerona a 500 en Bélgica
La pareja vivió en la casa hasta 2007, cuando se mudó a un piso de Gerona empujada por las críticas de aquellos que le reprochaban a Puigdemont no vivir en la ciudad siendo edil del Ayuntamiento. La pareja puso la casa de Sant Julià de Ramis en alquiler temporal en las plataformas booking.com y villas.com, aunque la siguió utilizando en verano, durante los días que no estaba alquilada o como centro de reuniones.
En 2015, Puigdemont, ya presidente de la Generalidad, decidió volver a la casa de Gerona. Aunque la residencia oficial de los presidentes catalanes es la Casa dels Canonges, un palacete del siglo XIV de 400 metros cuadrados anexo al Palacio de la Generalidad, el matrimonio optó por recuperar su casa de Sant Julià de Ramis por motivos tanto familiares (sus dos hijas estudian en Gerona) como de seguridad.
Tras su fuga de la Justicia española -hoy precisamente cumple 100 días como huido- Puigdemont ha mejorado de forma sensible en calidad de vida. Su nueva casa de Waterloo, en la que según fuentes oficiales ya reside, tiene 500 metros cuadrados, seis habitaciones, tres baños, garaje para cuatro coches, una terraza de cien metros cuadrados y un jardín de mil.
Milagros con un sueldo de diputado
Puigdemont, que se ha empadronado en Bélgica, rechazó el 22 de noviembre cobrar la pensión que le correspondería como expresidente de la Generalidad (unos 112.000 euros al año). Su salario actual como diputado del Parlamento es de 2.871 euros al mes. No cobra ningún salario de su partido.
Cómo puede hacer frente Carles Puigdemont al alquiler de 4.400 euros mensuales de su mansión de Waterloo es una de las grandes incógnitas del momento. Las especulaciones son varias: asociaciones civiles, donaciones opacas o empresas catalanas con sede social en Madrid. Los menos malpensados hablan de ahorros.
A esos 4.400 euros hay que sumar el hecho de que el coste de la vida en Bélgica es muy superior al de España. El sueldo medio belga es de 46.500 euros y el de España, 26.700 euros. Y el ritmo de vida de Puigdemont en Bruselas no es austero: ópera, restaurantes, conferencias en Dinamarca, agasajos varios a los diputados y demás altos cargos del régimen nacionalista que le visitan con regularidad…
Vista su vida en Bélgica, donde disfruta de todos los beneficios y honores del cargo de presidente de la Generalidad pero de ninguna de sus desventajas (como la de presentarse frente al juez tras ser imputado por rebelión, sedición, malversación y desobediencia), su insistencia en ser investido presidente en Cataluña resulta chocante. A fin de cuentas, ¿por qué querría alguien que vive como Dios rebajarse a vivir como Junqueras?