Dice Irina Bokova, exdirectora general de la UNESCO, que "la educación y la información en la lengua materna son absolutamente indispensables para mejorar el aprendizaje y fortalecer la confianza y la autoestima que forman parte de los motores más potentes del desarrollo". ¿Pero qué poder tiene la UNESCO frente a un régimen nacionalista capaz de imponer la inmersión lingüística incluso a niños con serias dificultades de aprendizaje y cuya lengua materna es el castellano?
José Luis Aguerri y Lourdes Ferrán son pareja y viven en una casa rural en plena montaña, a cinco kilómetros de Alforja, un pueblo de apenas mil ochocientos habitantes en la provincia de Tarragona. Ella tiene un hijo, Nil, de una relación anterior. José Luis y Lourdes empezaron su relación en 2005. En aquel momento, ambos vivían en Reus, Nil contaba cinco años y la pareja sobrevivía con poco más de 700 euros al mes. Tres años después, en 2008, los especialistas le diagnosticaron al niño una disminución auditiva del 40% en ambos oídos.
Tras el diagnóstico, José Luis y Lourdes pidieron una reunión con los educadores del colegio de Nil, el CEIP Dr. Alberich i Casas. El niño, que también es disléxico, mostraba dificultades de aprendizaje en lectura, escritura y comprensión de conceptos medianamente complejos. La pareja es castellanohablante, así que decidió solicitar que Nil fuera educado en su idioma materno. El colegio se negó a ello. "Su tutor escolar me dijo: '¡Cómo te atreves a decir eso del niño delante de su madre! ¡Además, sabemos que no eres el padre!'", cuenta José Luis. "Al día siguiente, la directora del colegio me prohibió acudir a futuras reuniones", añade.
Después de mucho insistir, José Luis y Lourdes consiguieron que Nil fuera examinado por un psicólogo médico, que le diagnosticó un retraso psíquico. "Como consecuencia de ello, se le reconoció una discapacidad psíquica que, junto a la auditiva, le otorgó una minusvalía del 42%. Hasta ese momento, consideraban a Nil como un retrasado sin más. Es cierto que tenía un importante retraso, pero su apariencia de niño normal me hizo sospechar que había alguna causa detrás. Además, conmigo actuaba con total normalidad. Resultó que Nil oye sólo en determinadas frecuencias. Lo que está por encima o debajo de esas frecuencias es silencio para él. Mi tono de voz es tirando a grave. Por eso a mí me oye bien, pero a su madre (que tiene un tono más agudo) no".
"Hablad catalán en casa"
En 2009, la pareja se mudó a la casa de Alforja. En su nuevo colegio, el Josep Fusté, los problemas continuaron para Nil. Ya con un certificado de minusvalía expedido por el ICASS (el Instituto Catalán de Asistencia y Servicios Sociales), el niño continuaba mostrando problemas de aprendizaje. "Nil apenas sabía leer correctamente. En cualquier caso, leía y escribía mejor en español que en catalán. Su nivel era el de un niño de ocho años", asegura José Luis. La escuela colocó a Nil en una clase tres niveles superior al que le correspondería de acuerdo a su capacidad. "De este modo, oficialmente, no hay niños con retraso escolar en Cataluña", añade.
Nil contaba en aquel momento con un refuerzo de dos horas semanales en lengua catalana y matemáticas, que también le eran impartidas en catalán. “Nos hemos hartado de pedir un colegio especial para él o enseñanza diferenciada en español. En varias ocasiones se nos ha dicho que, por el bien de Nil, hablemos catalán en casa”. Según José Luis, el Departamento de Enseñanza de la Generalidad sólo les ofrecía la posibilidad de acudir a un centro privado o mudarse a otra comunidad.
En 2010, José Luis y Lourdes tomaron una decisión radical: desescolarizar a Nil. La educación en el hogar es una opción habitual en los Estados Unidos, Australia, Chile o Bélgica, pero alegal en España. En Alemania y Bulgaria la desescolarización es ilegal excepto en casos de discapacidad o itinerancia. Se estima que entre dos mil y cuatro mil familias en España han optado por la educación en el hogar. En la práctica, muy pocas de las denuncias de la Administración acaban en sentencias condenatorias.
En realidad, José Luis y Lourdes nunca llegaron a desescolarizar a Nil. Sí anunciaron su intención de hacerlo para conseguir aquello que llevaban pidiendo desde el primer día: que su hijo fuera escolarizado en castellano y en un curso adecuado a su nivel de desarrollo real.
Sin sentencia no hay educación en castellano
"La desescolarización no pasó de ser una mera amenaza. Lo que pasa es que al llegar el invierno había muchos días que no bajaba al colegio. Algunas veces por catarro. Las más, porque en días de lluvia, que aquí son habituales en invierno, no podíamos llevarlo. No teníamos vehículo y son cinco kilómetros de ida y otros tantos de vuelta andando. Los días que no asistía a clase era yo quien ejercía de maestro. Lógicamente, con mi propio plan. En el tiempo que estaba en casa, aprendía y se le quedaba todo. En cuanto volvía al colegio… todo olvidado. Todo fue, y es, un absurdo", dice José Luis.
En una carta remitida en julio de 2012 por el Departamento de Enseñanza de la Generalidad, el director del Instituto Fontanelles desestima su petición de escolarizar a Nil en castellano por no tener "una sentencia a su favor". El director les recuerda también que según la LEC (la Ley de Educación de Cataluña) la enseñanza secundaria en Cataluña se imparte en catalán, y les remite al llamado Equipo de Asesoramiento Psicopedagógico. Ante su insistencia, el director del centro accedió a ofrecerle a Nil un refuerzo en castellano que impartiría alguien de la ONCE. "No sé qué pito puede tocar alguien de la ONCE en esto, pero bueno. La cosa es que el refuerzo de la ONCE nunca llegó", dice José Luis. Y eso que se cansaron de reclamarlo por vía telefónica, pero su caso estaba siempre "en estudio".
En otra ocasión, dos asistentas sociales acudieron en persona a la casa de Lourdes y José Luis. "Vivimos aislados en la montaña, pero si no conoces la ruta es imposible acceder. Cuando las asistentas llegaron al pueblo, nos llamaron por teléfono. Llevaban horas dando vueltas por el monte. Bajé a recogerlas con el coche y subimos. Les enseñé las gallinas, los patos, las ocas y el huerto. También les mostré la casa", recuerda.
Las asistentas intentaron entrar en el domicilio pero José Luis les dijo que mejor hablaban en el patio, rodeados de gallinas y perros. Ellas insistieron. "Les pregunté si tenían una orden judicial. Me dijeron que no era necesaria y yo les dije que sí que lo era, porque yo no las había invitado. Me contestaron que en ese caso habíamos terminado de hablar y que las bajara al pueblo. Me lo dijeron en imperativo. Les contesté que caminar es sano y que eran sólo cinco kilómetros. Mi mujer y yo las dejamos allí y no volvimos a saber de ellas", recuerda. Al poco tiempo les comunicaron que habían resuelto el expediente a su favor. "Judicialmente no tenían caso".
Hoy Nil tiene dieciocho años y no estudia ni trabaja. Su futuro, según José Luis, está seriamente comprometido debido al fracaso del sistema. "Acabó la ESO con aprobado en todos los cursos, pero no tiene ni idea de nada. Lee justito en castellano, y en catalán ni te cuento, aunque se sacó el carnet de conducir a la primera. Lo que sabe, sus habilidades, es lo que aprende conmigo. Ha aprendido sobre energías alternativas (solar y eólica), que son las que aquí nos abastecen y que yo he instalado. También sobre mecánica, pues estamos obligados a hacer nuestras propias reparaciones. Tiene conocimientos de agricultura y ganadería, por ser los recursos de la familia para autoabastecimiento. El mercado laboral está cerrado para él. Intento formarlo para que al menos pueda defenderse. Es cuestión de dedicación y tiempo", concluye.